Eso me ocurrió el viernes pasado cuando me desperté en forma irreversible a las 4 am y me encontré con una magnífica película alemana. El título que figuraba en idioma original en la guía de pantalla era Im Winter ein jahr y de él solo olfateé una vaga referencia invernal. Esta sensación me hizo acordar a otra gran película alemana que sorprendí en otra noche de insomnio, Summer 04. Ambas tenían, además de la referencia estacional, una coincidencia: abordan el tema de la muerte. Pero no la muerte como hecho, si no el efecto que ella produce en la existencia de los vivos. La que nos revela, al decir de Heidegger, el Ser-para-la-muerte que irremediablemente somos.

Una madre encarga a un pintor el retrato de su hijo suicidado sin aparentes razones, “El invierno del año pasado”. El retrato en cuestión no debía comprender solo al hijo desaparecido, sino también a su hermana viva, componiendo una tranquilizadora escena familiar donde ella toca el piano ante la atenta mirada de su hermano. Para realizarlo el pintor contará con un exhaustivo material fotográfico entregado por la madre además de la presencia de la joven, que posará para él, a pesar de su inicial resistencia.
El viaje del pintor a través de la realización del cuadro pone en juego una vastísima cantidad de planos de reflexión que van desde el prestigio de la pintura (y sus diferencias, por ejemplo, con la fotografía), hasta una profunda indagación psicológica que irá develando las distintas facetas de los protagonistas. La búsqueda de la verdad, que todo buen retrato busca, producirá en los personajes una suerte de sanación, que es unos de los efectos que provoca la verdad, tanto en el arte como en la vida.
Todos los personajes tienen además una especial vinculación con las disciplinas artísticas, empezando por la hermana bailarina y estudiante de música, siguiendo por su novio escultor, la madre dedicada a la arquitectura de interiores y por último el padre escritor y científico de suceso. Cada uno de ellos representa a una rama del arte y a su distintiva capacidad de ser interpretación del espíritu, en una visión impregnada de estética hegeliana.
Los personajes, (y los espectadores) son así atravesados e interpelados por el trabajo del pintor que interpreta las huellas que la muerte deja impresas en los vivos. El retrato finalmente resultará del todo distinto al requerido por la madre y será en definitiva una declaración en favor de la libertada del arte y de la pintura, que es siempre interpretación más que mera representación.
Cuando terminé de ver la película ya era de día, pero rápidamente puede retomar un sueño denso, de un espesor que solo los alemanes parecen ser capaces de brindar. Se trate de cine o de filosofía.