La dificultad que tiene el hombre para imaginar el futuro siempre me resulta sorprendente. El futuro pensado envejece rápido y la vida gira, la mayoría de las veces, hacia territorios insospechados. Los autos no vuelan y las estrellas permanecen en una lejanía irreductible, pero la ciencia ficción poco nos contó sobre internet. A excepción de Borges y su Aleph.
El futurismo propiamente dicho no escapa a esta regla implacable. Fue su vida un sueño de duración breve y exaltada. Un intento de ruptura radical con el pasado y una búsqueda frenética de un imposible, que terminó abrupta y estrepitosamente. Un final físico, señalado con la muerte de algunos de sus más importantes exponentes, y también un final político, que se produjo cuando estrechó su fuerza creativa con el naciente fascismo italiano.
Hoy, como muchas de las cosas que tienen una muerte prematura, el futurismo resulta un objeto de culto. Más allá de esta existencia breve, su valor consiste en el hecho de perseguir una utopía, la de congelar el movimiento sin que este pierda el dinamismo que es su esencia. Es esa búsqueda estética la que insufla un heroísmo palpitante en las obras. Y es ese espíritu el que permanece vibrante y resuena aún joven en estos días a orillas de nuestro espeso Riachuelo.
La atención que estos artistas pusieron en las maquinarias y su voluntad de convertirlas en objetos poéticos resulta a la vez anacrónica y conmovedora. Parece mentira tal elección, ocurrida en un pasado próximo, que contrasta con este presente dominado por un férreo conservadurismo de tinte ecológico. El progreso es en estos días una palabra que inspira más desconfianza que emoción. Sin embargo, en aquellos años fue una fe ardiente, capaz de hacer coincidir, en sus alucinadas visiones del futuro, el fascismo italiano con el naciente constructivismo ruso. Ambos movimientos, cabe decir, rápidamente derraparon hacia un clasicismo anodino y ampuloso, pantano en el que las revoluciones suelen anegar sus sueños.
Es verdad que no hay en la muestra de Proa primeras figuras, ni el gran Sant’Elia, ni Boccioni, solamente unas migajas de Carrá o Balla. Ningún hit, pero sí una vigorosa segunda línea, que es quizás donde un movimiento muestra su espesor. La señal de lo que es capaz de generar está donde se prolonga su mensaje, más allá del brillo de un talento esporádico.
En este contexto resultó un verdadero descubrimiento, para mí, la obra de Tulio Crali. Comenzando por el fantástico Incuneandosi nel abitato (in tufo sulla cittá), que muestra un avión en picada sobre una clásica ciudad de severos bloques futuristas, siguiendo por sus etéreas aéreo-bailarinas de alambre y los alegres figurines geométricos, hasta culminar en los expresivos retratos plasmados en bajorrelieves de ruda consistencia metálica.
La muestra es consistente y permite formarse una idea bastante aproximada de estos artistas radicales, que conservan el aire simpático que tienen los extremistas cuando hacen del arte el vehículo para dar a conocer sus ideas. Un prolijo documental relata las vicisitudes del Marinetti, el poeta fundador del movimiento y hace foco sobre las dos visitas que efectuara a nuestro país, en donde su presencia encendiera agrias disputas.
Quizás el mejor elogio que pueda hacerse del futurismo es decir que aún hoy es capaz de encender la polémica. Y sospecho que este sea, quizás, el modo como aquellos artistas que lo idearon quisieran ser recordados.
9 comentarios:
No vi la muestra pero sí una reproducción de esa obra del avión en picada, la composición tiene gran fuerza, me quedó grabada: es inmediata la asociación con las también nuevas (en esa época) formas de la destrucción.
Decirle a Ud. que aprendo y disfruto leyéndolo es de rigor, agrego entonces que también me gustan mucho sus dibujos.
Ir a Proa es ya una fiesta; si se le suman muestras interesantes y post como éste de hoy, la fiesta será aún más festiva.
¿Hasta cuándo está?
Muy bueno... (ya reconocería tu modo de escribir en otros lados; y tus dibujos, claro).
Rob: Si le avión en picada es sugestivo por todos lados. También tiene algo de estilo "comic" que está bueno y le quita dramatismo. El cuadro además gana visto en vivo, por que tiene un tamaño importante.
Estrella, tenés razón y si además le sumamos que fui acompañado de mi viejo (86) y que previamente me invitó a almorzar al mítico "Carlitos", se redondea una tarde perfecta.
La muestra está hasta el 4 de julio.
Saludos.
me emociona que tengas a tu viejo tan grande, yo lo perdi muy joven.
Saludos
Si angie, tengo a mis dos viejos en prefecto estado (y mamá es un poco mas grande incluso). Es una gracia enorme que disfruto y agradezco a diario.
Saludos
Uhhh... que interesante tu entrada.
No tengo nada que preguntarte, porque ya se que la muestra es hasta Julio.
Cariños
Gracias, cleopatra. Julio parece lejos, pero no hagas como yo que me comí una cola de media hora por dejar a Warhol en el Malba, para el último día.
Saludos
Mi muy querido Paris:
Tu comentario sobre lo duro que es ser dragón el día de San Jorge me ha hecho reflexionar.
Te invito a que veas en FaceBook la página de la "Sociedad Protectora de Dragones y Unicornios" de reciente creación.
Recibe un cálido abrazo.
No se porque me simpatizan mas los dragones que los unicornios. Pero san Jorge me simpatiza mas que ambos, sobre todo si los pinta Carpaccio.
Saludos.
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