El código más antiguo de la humanidad que ha llegado a nosotros significó un enorme adelanto para la humanidad. Fue compilado por Hammurabi, rey de los caldeos, y grabado en la piedra con filosos e indelebles caracteres cuneiformes. Su texto sacó el universo de las leyes de las oscuras prácticas sacerdotales, y las hizo visibles y también estables. De hecho, la palabra código conserva aún hoy el sentido de clave, hace referencia a aquello cuya aplicación revela un mecanismo oculto.
El Código de Planeamiento Urbano, menos célebre que su ancestro babilonio, también permite ponernos en contacto con un organismo complejo como es la ciudad. Solo quien lo conoce en profundidad, y trabaja con él abierto sobre la mesa, es capaz de conocer sus secretos. Y hasta puede llegar a tomarle afecto, cuando comprende que lo que limita muchas veces es lo que educa.
En él se establecen normas que a primera vista parecen complicadas y molestas, pero que, a poco andar, resultan más claras de lo esperado. Sus reglas se transforman en balizas que marcan un camino y transitar por sus páginas constituye un aprendizaje. Es difícil ganarle: cuando nos da por un lado nos quita por otro. Si en un terreno es generoso con los metros a construir, será escueto con la altura de la construcción. Está formado por sutiles equilibrios que custodian intereses y por eso no es aconsejable arremeter contra él con trazos demasiados gruesos.
Las torres, a las que el Código llama pomposamente “edificios de perímetro libre”, son admitidas dentro de las tipologías para dar forma a los edificios. Para ellas se establecen normas precisas y también zonas específicas donde están permitidas. De todos modos, por alguna razón, en la conciencia ciudadana existe la creencia de que toda torre construida es producto de un abuso perpetrado bajo la cobertura de la trampa. Esta idea tiene su raíz en la ignorancia. Sería bueno informarse, ya que nada alienta más la ilegalidad que el hacer creer que no existe la ley.
En estos días corren rumores sobre la pretensión de hacer modificaciones radicales al texto del Código, con el fin de condenar al ostracismo a las malditas torres. No es que su texto no pueda ser modificado, sino que quien lo haga debería sopesar bien sus decisiones, y recordar que se encuentra frente a un artefacto complejo que rige los destinos de la enrevesada realidad urbana. El espíritu que mueve a estos reformadores parece dominado por el cálculo político y alentado por una especie de resentimiento vecinal. Esta voluntad, además, suele estar sostenida por una total ignorancia de la herramienta que se pretende corregir.
Hay muchas cosas que se pueden hacer para mejorarlo y en particular para mejorar las torres, haciéndolas más amables. Trabajar no tanto sobre ellas mismas, sino sobre las consecuencias que su presencia provoca en el tejido urbano. Algunas iniciativas en este sentido ya se han implementado, como la excelente normativa conocida como “compensación volumétrica”.
No se debería olvidar que un código siempre debe referir a la realidad de la que es cifra. Modificarlo sin un criterio adecuado puede alejarnos y, en última instancia, destruir aquello que su secreto custodia.
7 comentarios:
Estimado: interesante materia, el urbanismo. Polémica cuestión: las torres.
Mi opinión es que sería mejor pensar menos en "las torres" y más en lo que es infraestructura (al menos así le llamo). Me refiero a servicios como luz, gas, cloacas, transportes. También pensar en que hay zonas de la ciudad saturadas. Me pregunto si se desde el Estado se está trabajando con responsabilidad. Y rezo.
Además sería interesante ver que esas zonas saturadas con edificios y torres son un síntoma. Entonces una solución al problema sería repartir recursos por fuera de la Ciudad para incentivar otros destinos y sus construcciones.
A mi las torres no me gustan. Soy torrefóbico. A lo que dije antes se suma que he visitado algunas y detesto los techos bajitos y los ambientes chiquitos. Pero bueno, si no quedase otra, tendría que morir en ellas.
saludos
fred, primero y antes que nada, un gustazo tenerte nuevamente por acá.
Son mas que válidos tus argumentos y también sus temores y fobias.
No pretendo sostener una verdad única al respecto, sino presentar algunas aristas para pensar el tema por fuera de la visión generalizada, que condena a las torres.
En cuanto a las cuestiones de la infraestructura pensaba abordarlo en mi próxima entrada, si tenés la paciencia de leerla.
Abrazo.
Muchas gracias por tus palabras, Oppi. Espero el próximo post sobre infraestructura (y añado otro ítem al significante: colegios).
Ya sabés que estoy suscripto al blog, y como vivo en Villa Crespo el tema me compete (aunque en el barrio -que yo sepa- hasta ahora no ha habido mucho movimiento anti-torre y sí mucha construcción).
A favor de las torres hay dos buenos argumentos conocidos: primero, que el ladrillo es buena opción para invertir el dinero y segundo, que la industria de la construcción mueve mucho la economía. (Aunque matizo ambos considerando también la dureza del mercado del alquiler para los inquilinos y la ausencia de Estado allí).
De paso, para mí la peor de las industrias no es la construcción sino la automotríz (y están inundando de coches el país) pero ese es otro tema.
El de las torres no es un tema sencillo. No nos olvidemos tampoco del factor Sur-de-la-Ciudad y su postergación.
Por último cuando se habla de torres siempre mento a lo que para mí es su contracara: la vivienda popular. Pero no imagino los monoblocks del peronismo sino casas económicas (aunque creo que el peronismo también las construyó).
Abrazo y seguimos en contacto.
Fredo
decir solo que prudencia no es lo que nos caracteriza, justamente
Lo de "perimetro libre" lo asocio mas con edificios de una o dos plantas bien anchos, claro
mary, la prudencia es la encargada de guiar a las otras virtudes y se vuelve fundamental a la hora de enfrentar temas complejos (como este).
En cuanto al "perímetro libre" es un definición que me gusta, por que define por las consecuencias. Es decir lo que una torre hace es precisemente liberarse del perímetro. En eso se basa su ventaja y también sus males.
Saludos.
el código de hamurabbi
tre men do
si una mujer es infiel cortenle la cabeza, si un tipo es ladrón, las manos, y asi sucesivamente
qué tipo este hamurabbi
Anónima N° 7
N°7, es verdad que el código era duro, pero si pensamos que por primera vez la ley se hizo explícita, creo que fue un paso enormeen favor de la civilización. Al menos le cabe el dicho "El que avisa no es traidor".
Saludos
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