La teoría de San Agustín sobre el mal sostiene que este es simplemente una ausencia. Desprovisto de toda entidad, es un vacío que arrastra lo que existe, como el ojo de un huracán. “El mal cuyo origen buscaba no es ninguna substancia”, afirma (Confesiones 7, 12, 18)
Macbeth se propone representar el mal en estado práctico, mostrarlo en su devastador accionar. Shakespeare sabe que el teatro es, sobre todo, acción. La misma estructura de la obra es elocuente. Su desarrollo veloz y su elogiada brevedad son también notas del mal. Un mecanismo aceitado que persigue sus objetivos con celeridad. Macbeth es, además, una obra maldita, que habla sobre el mal. Extraño juego de espejos que evoca una condición exponencial.
También señala San Agustín que la mala acción tiene su origen en la concupiscencia. Hacerla nacer es el fin de la profecía, proferida por las tres brujas en el inicio de la obra. La sentencia se articula en dos partes. La primera, “Señor de Cawdor, salve” (I, 3, 48), tiene un cumplimiento sorpresivo e inmediato. Al verificarse esta, la segunda parte, “Salve a ti, que serás rey” (I, 3, 49), aparece como una posibilidad cierta. El deseo así adquiere consistencia y se pone en movimiento.
Una vez que el apetito anida en el corazón, este necesita del juicio para colmarlo. Lady Macbeth será la encargada de encausar esa voluntad y también de sostenerla en la duda. Ella será el cerebro que advierte que el momento propicio es uno solo. La profecía se cumplirá de un solo golpe. Está claro que Macbeth solo nunca se hubiera atrevido. Es preciso un poco de psicología femenina: "¿Te asusta el que tus actos y tu valentía lleguen a ser quizás igual que tu deseo?" (I, 7, 39). Y también algo de mente fría cuando empiece a correr la primer sangre: “Ve, busca agua para lavarte de las manos este testigo repugnante”.
Finalmente, una vez iniciado el proceso, ya no se detiene. Los crímenes se suceden y van perdiendo toda conexión con la lógica. La violencia enceguece, se sabe. Es la hora del insomnio, de los fantasmas y de una nueva visita a las brujas. La muerte de Lady Macbeth es apenas percibida porque la razón ha sido devorada. El final se acelera como si la Nada reclamara con urgencia los frutos de su obrar: “Comienzo a estar cansado ya del sol. Quisiera ver destruido el orden de este mundo… ¡qué suene la campana!... ¡vientos soplad! ¡Ven destrucción, ven!" (V, 5, 49).
Macbeth muere y el discurso de Malcolm, el nuevo soberano, cierra la obra. Es la típica alocución vacía de un político vencedor. Promesas al entorno: “Caballeros, amigos por este acto os nombro condes” (V, 7, 91) y un programa tan vago como poco conciliador: “llamar de nuevo a los hogares a los amigos exiliados que huyeron de las redes de de la insidia y de la tiranía; hacer comparecer a los crueles ministros de este verdugo muerto y su reina infernal” (V, 7, 95).
Descreo que el mal cese con la muerte del malvado. Prefiero, para terminar, la reflexión de San Agustín:
“Indagué qué cosa era la iniquidad, y no hallé que fuera sustancia, sino la perversidad de una voluntad que se aparta de la suma sustancia, que eras tú ¡Oh Dios!, y se inclina a las cosas ínfimas, y arroja sus intimidades, y se hincha por fuera” (Confesiones 7, 16, 22).
5 comentarios:
Muy bella manera de exponer un espinosísimo tema.
La cuestión filosófica de la existencia del mal supera en mucho, me temo, mis capacidades analíticas. Pero que lo hay, eso sí que no lo dudo.
Al margen: a Macbeth llegué por el camino oblicuo de Verdi, alguien capaz de transformar hasta las sangrientas tragedias shakespeareanas (por ejemplo ésta, u Otello) en casi gozosa exaltación. (Empezando por llamarlo "Macbeto" al fulano, lo que ya lo suaviza bastante.)
No te preocupes que el poblema planteado supera también las mias.
En cuanto a "Macbeto", (como la llamaba mi abuela, que también le decía Amleto, a Hamlet)aunque soy un fanático verdiano, confieso que la conozco poco.
Saludos.
La capacidad de Lady Macbeth para alentar la ambición de su marido siempre me llamó la atención. El poder de las mujeres, alentando las ambiciones o las bondades de los hombres.
La locura de su final también se me hizo inolvidable.
¿Seguiremos con Shakespeare? ¡Bien!
Como bien decís, el mundo, gracias a Dios, está lleno de Ladies Macbeth benéficas.
Seguimos con Shakespeare. Lady María me está regalando las bellísimas ediciones de Cátedra.
Próxima parada "Rey Lear".
Saludos.
Ay París,
Siempre que me recuerdan las tres brujas de Macbeth no puedo dejar de recordar, en la serie Black Adder protagonizada por Rowan Atkinson, la escena en la Edad Media en la que las tres brujas se equivocan de hermano y le predicen a Edmond que será rey...
Humor inteligente al cien por cien.
Un saludo!
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