La
historia del arte se puede resumir como el camino que va del representar al
presentar.
Hasta la modernidad se recorre la primera etapa y el arte vuelve a presentar la realidad, sea esta la Historia Sagrada, una batalla, un príncipe o un paisaje. El arte duplicaba lo que todos veían o, al menos, la realidad que estábamos capacitados para ver.
Hasta la modernidad se recorre la primera etapa y el arte vuelve a presentar la realidad, sea esta la Historia Sagrada, una batalla, un príncipe o un paisaje. El arte duplicaba lo que todos veían o, al menos, la realidad que estábamos capacitados para ver.
Cuando
en un segundo momento surgieron modos nuevos, y más exactos, para duplicar la
realidad, el arte se desplazó hacia objetos pertenecientes a otros estratos de
la realidad. Se pueden incluso representar cosas que nunca hemos visto,
imágenes de nuestro interior, como los sueños (surrealismo) o los sentimientos
(expresionismo). Pero, en definitiva, no importa de dónde provenga esta
realidad que presentemos, sea objetiva o subjetiva, siempre se trata de una
representación de algo.
Desde
la modernidad, el arte no se representó más que a sí mismo, es decir “se
presentó”. Un cuadro no era más que esa superficie coloreada que veíamos
delante de nuestros ojos. “Lo que ves es lo que ves” según la conocida
sentencia de Frank Stella. Aunque se pueda discutir cuánto esto sea posible si
el mundo es, como quería Schopenhauer en su extrema interpretación de la
filosofía kantiana, solo representación.
La posibilidad de que algo sea en sí mismo, esa es otra discusión que
corresponde más a la metafísica que al arte.
Parece
difícil, si no imposible, escapar a esta lógica de presentación – re –
presentación. No sé cuántos artistas han podido colocarse fuera de ese círculo,
pero una de ellos, sin duda, es Yayoi Kusama.
Su obra no responde a una representación de algo, ni a la presentación de un
objeto nuevo, sino que obedece a otro tipo de mecanismo, que podríamos llamar “proyección”.
No es que las cosas, reales o abstractas, se materialicen a través del trabajo del artista, sino que es
la visión del artista que se proyecta sobre las cosas, para convertirlas en
otras.
El
modo como este mecanismo es puesto en movimiento es sin duda arrollador y con
gran eficacia se muestra en la muestra del MALBA por estos días. No importa qué
sea lo que se proyecta sobre las cosas. Si los clásicos lunares, que llevaron a
esta artista a la fama, o los fideos o bien aquellas mórbidas formas fálicas.
Lo que importa, a mi juicio, es el modo como esta visión irrumpe, suavemente o
con violencia, y se apodera del mundo, imponiendo su forma sobre las cosas, sin
que estas pierdan su identidad original.
Es
en esta visión proyectada sobre las cosas que nos rodean en donde, para mí, radica
la esencia de la obra de la artista japonesa. Y esta idea es la que resulta muy
bien expresada aquí en Buenos Aires, mérito que recae, creo, en gran parte sobre
el curador de la muestra. La visión de Kusama se expande y sale fuera del
ámbito del museo, proyectándose por sus alrededores, sobre los dóciles
jacarandás de la vereda y también sobre la parada del colectivo.
A
los visitantes se les reparten stickers
de lunares coloridos para que los apliquen en uno de los espacios, de manera de convertirlo en una parte de la exposición, participando del
“método” de la artista. Sin embargo, para mi sorpresa, advertí
que muchos de ellos pegaban los lunares sobre distintas partes de su cuerpo,
convirtiéndose de este modo en esculturas móviles. Sin duda que con esta
actitud, totalmente fuera de programa, mostraban haber comprendido en modo
acabado lo que yo con esfuerzo trato de explicar en estas líneas.
Incluso ya
fuera del museo, en el vecino shopping, un auto “lookeado” con lunares rojos me hizo pensar que el mundo estaba
cerca de ser completamente “yayoizado”.
Visión totalizadora que recrea la encantadora “Infinity Mirrored Room”.
Decía Kant que si uno se pone anteojos con lentes rojos,
verá el mundo indefectiblemente rojo. La realidad del mundo era, para él, en
sentido estricto, lo que nuestros mecanismos de percepción permiten que sea.
Ellos no captan una realidad ordenada, sino que ordenan lo que sin ellos es un
caos inescindible. Kusama presenta el mundo como ella lo ve a través del
particular engranaje de sus sentidos. De esta manera, su obra pone en duda la
veracidad de los nuestros, que damos en general por descontados. Sembrar una
saludable duda sobre nuestra percepción es una de las funciones clásicas del
arte.
Es sabido que hace más de treinta años Yayoi Kusama
vive internada, por propia voluntad, en un hospital psiquiátrico. Su obra
entonces también permite pensar la posibilidad de que el mundo no sea como
nosotros lo vemos, sino como lo ve ella.
En definitiva, preguntarnos sobre si los
locos son los que están dentro del manicomio. Y eso es siempre una pregunta
inquietante, que el arte formula con singular eficacia.
3 comentarios:
con la profundidad que te caracteriza Opi ...
Tambien la vi. Confieso que ofreci cierta resistencia ante el marketing callejero y las colas infinitas.
Finalmente entre una semana mas tarde.
Primero decir que me sorprendio una nota de La nacion que comentaba que por esta muestra pasaron aproximadamente una 200 mil personas!!. Me pregunto que paso??, ademas de un fabuloso marketing y de la gestion del curador de la obra
Confieso haber prejuzgado, en mis intentos de visitas previas, de tantos lunares. Conocia de Kusama solo eso.
Me conmovio lo que es menos conocido de ella: la primer sala, el periodo de Kyoto. Me dejo una impresion fabulosa.
Luego senti que, desde la saturacion y asfixiante repeticion de elementos : los macarronis , los falos, etc) no pudo comunicarme mas que de lo mismo.
O tal vez fue mi dureza que no me permitio ver mas alla
Igual valio mucho la pena
saludos
Mary, coincido yo también lo que disfruté mas, en sentido estrictamente estético (es decir con los sentidos), fue el período de Kyoto.
En cuanto a la relación entre arte y marketing, da para mucho. Pero creo que una de los mayores logros de esta moderna disciplina es hacer creer que todo fenómeno que escapa a nuestras predicciones, es producto del marketing. Sea Yayoi o el Papa Francisco.
Saludos.
uyyy como me gusta este papa!!!
saludos Opi
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