jueves, 6 de diciembre de 2012
CHICAGO CRÓNICAS III
Temas:
Arquitectura,
Bofill,
Burnham,
Calder,
Chagall,
Chicago,
Frank Lloyd Wright,
Guías de viaje,
KPF,
Mies Van der Rohe,
Pei,
Pelli,
SOM,
The Loop,
Viajes
miércoles, 5 de diciembre de 2012
CHICAGO CRÓNICAS II
Día 02 (domingo) – LINCOLN PARK
Lo primero fue cumplir
con lo mandado para el día del Señor, es decir la misa. Con ese fin fuimos a la
Holy Name Cathedral, sede de la
arquidiócesis y sobre todo muy próxima a nuestro departamento.
Temas:
Arquitectura,
Chicago,
Frank Lloyd Wright,
Lincoln Park,
Viajes
lunes, 3 de diciembre de 2012
CHICAGO CRÓNICAS I
Día 01 (sábado) – MILLENIUM PARK
domingo, 2 de diciembre de 2012
CHICAGO CRÓNICAS 0
Día 00 (viernes) – MAGNIFICENT MILE
Aterrizamos en Chicago a una hora incierta de la tarde, después de un viaje largo.
Temas:
Arquitectura,
Chicago,
Guías de viaje,
Magnificent Mile,
Mies Van der Rohe,
SOM,
Viajes
sábado, 1 de diciembre de 2012
Lo que leí en 2012
14) Historia del cristianismo.
I. El mundo antiguo,
de Manuel SOTOMAYOR
y José FERNÁNDEZ UBIÑA (coord.)
13) Materia y memoria.
Ensayo sobre la relación del cuerpo con el espíritu,
de Henri BERGSON
12) El arte de la retórica,
de ARISTÓTELES
I. El mundo antiguo,
de Manuel SOTOMAYOR
y José FERNÁNDEZ UBIÑA (coord.)
13) Materia y memoria.
Ensayo sobre la relación del cuerpo con el espíritu,
de Henri BERGSON
12) El arte de la retórica,
de ARISTÓTELES
Temas:
Aristóteles,
Cheever,
Eric Hobsbawm,
Libros,
Shakespeare,
Tintín
viernes, 30 de noviembre de 2012
SAN AGUSTÍN AQUÍ Y AHORA VIII
08 – LA FE
Benozzo Gozzoli, La conversión de San Agustín (Tolle, lege).
Atendiendo a que hoy es el último encuentro, se me
ocurría empezar con una breve reflexión sobre el final.
Temas:
Fe,
Heidegger,
San Agustín
sábado, 17 de noviembre de 2012
SAN AGUSTÍN AQUÍ Y AHORA VII
07 – LA METAFÍSICA
Philippe de Champaigne, San Agustín.
Hay un libro de Heidegger que compré una vez porque me
gustó el título, pero que nunca leí. El título es Acerca del evento y hoy quería empezar hablando de lo que es un
evento.
Temas:
Fe,
Heidegger,
San Agustín
martes, 9 de octubre de 2012
lunes, 8 de octubre de 2012
domingo, 7 de octubre de 2012
sábado, 6 de octubre de 2012
viernes, 5 de octubre de 2012
jueves, 4 de octubre de 2012
miércoles, 3 de octubre de 2012
martes, 2 de octubre de 2012
domingo, 30 de septiembre de 2012
sábado, 29 de septiembre de 2012
viernes, 28 de septiembre de 2012
sábado, 22 de septiembre de 2012
SAN AGUSTÍN AQUÍ Y AHORA VI
06 – EL MUNDO
Pau Vergós, San Agustín y santa Mónica escuchando un sermón de san Ambrosio.
De todas las formas posibles
de expresar el pensamiento, hay una que particularmente rechazo: el refrán.
Temas:
Cartago,
Fe,
Heidegger,
Roma,
San Agustín
sábado, 15 de septiembre de 2012
SAN AGUSTÍN AQUÍ Y AHORA V
05 – LA RETÓRICA
Benozzo Gozzoli, San Agustín enseñando en Roma.
No es mi intención ingresar en el siempre espinoso
terreno de la política. Lo voy a hacer solo para buscar un ejemplo, tratando de
evadir todo tipo de polémica.
Temas:
Aristóteles,
Cartago,
Cicerón,
Fe,
Roma,
San Agustín
domingo, 9 de septiembre de 2012
JOHANNES VERMEER: EL PINTOR COMO TESTIGO
El pintor
GIRL WITH A PEARL EARRING
c. 1665-1667
oil on canvas, 46.5 x 40 cm
Koninklijk Kabinet van Schilderijen Mauritshuis, The Hague
El legado de Vermeer, al menos el que llegó hasta nosotros, es muy pequeño, no alcanza las cuarenta telas, todas de un tamaño bastante reducido.
martes, 28 de agosto de 2012
SAN AGUSTÍN AQUÍ Y AHORA IV
04 – LA AMISTAD
Benozzo Gozzoli, Tolle, Lege, iglesia de Sant'Agostino, San Gimignano.
Mis hijos siempre me cargan con que yo no tengo amigos. Como
toda broma, esta tiene una parte de verdad, porque el humor siempre se asienta
sobre algo verdadero.
Temas:
Antigüedad,
Aristóteles,
Fe,
Kant,
San Agustín
sábado, 18 de agosto de 2012
Ser y piel
La filosofía clásica, desde Platón, relegó la superficie
a un papel secundario, mera apariencia poco fiable de una verdad profunda.
domingo, 12 de agosto de 2012
SIENA EN UN DÍA
0. INTRODUCCIÓN BREVE
Siena tiene un origen mítico ya que se
supone fundada por un hijo de Remo, aunque en realidad poco se sabe de sus
inicios.
Temas:
Arquitectura,
Guías de viaje,
Pintura,
Siena
domingo, 5 de agosto de 2012
SAN AGUSTÍN AQUÍ Y AHORA III
03 – LA FILOSOFÍA
Ottaviano Neri, San Agustín llegando a Cartago.
Durante muchos años, más de veinte, tuvimos con María el
sueño de viajar a New York, sueño que, gracias a Dios, pudimos concretar hace un par
de años.
domingo, 29 de julio de 2012
VERONA EN UN DÍA
0. INTRODUCCIÓN BREVE
Verona es una ciudad que por su escala
permite una visita de un día. A pesar de tener una rica y larga historia,
presenta un tejido continuo que ayuda al visitante a no caer en la confusión.
Temas:
Arquitectura,
Guías de viaje,
Verona
miércoles, 25 de julio de 2012
SAN AGUSTÍN AQUÍ Y AHORA II
02 - EL PECADO
Un verano, cosa rara en nuestra familia, fuimos de vacaciones a Pinamar, creo que fue la única vez que lo hicimos.
Benozzo Gozzoli, Agustín en la escuela de Tagaste.
Un verano, cosa rara en nuestra familia, fuimos de vacaciones a Pinamar, creo que fue la única vez que lo hicimos.
Temas:
Fe,
Heidegger,
San Agustín
martes, 24 de julio de 2012
SAN AGUSTÍN AQUÍ Y AHORA I
01 – LA LENGUA
Cuando tenía unos quince años fui a veranear a casa de mi hermano mayor a Miramar. La primera noche que salí perdí las llaves así que al día siguiente tuve que quedarme esperando la llegada del cerrajero.
Sandro Botticelli, San Agustín.
Cuando tenía unos quince años fui a veranear a casa de mi hermano mayor a Miramar. La primera noche que salí perdí las llaves así que al día siguiente tuve que quedarme esperando la llegada del cerrajero.
Temas:
Antigüedad,
Fe,
Heidegger,
San Agustín
martes, 29 de mayo de 2012
SAN AGUSTÍN AQUÍ Y AHORA
00 – INTRO
00-1. San
Agustín y yo
Sandro Botticelli, San Agustín escribiendo en su celda.
Mi primer contacto con San
Agustín se debe seguramente a un libro de tapa dura color crudo que se llamaba Cuando los grandes santos eran niños.
sábado, 19 de mayo de 2012
viernes, 6 de abril de 2012
Visita a las siete iglesias 2012
Barracas - Montserrat
1) Inmaculado Corazón de María
Estilo: gótico. Nos gustó a todos. El sagrario estaba decorado de rojo con muchas velas. También había muchas imágenes. Mamá dijo que le faltaba iluminación.
2) Santa Lucía, virgen y mártir
Estilo: barroco. Tenía unos faroles afuera, dorados, que eran horribles. Desde afuera parecía más chica de lo que era. Estaba hecha bola. A Matute le gustó el Via Crucis. A Viole y a mí, el techo. A papá, las cúpulas, y a mamá, la fachada. La pared estaba descascarada.
3) Santa María de los Emigrantes
Nos gustó a todos. Tenía unos "vitró" muy lindos. Por ahora, la preferida de todos.
4) Nuestra Señora de La Rábida
Es la parroquia del colegio. Nos quedamos a la celebración de la Pasión con el padre José.
5) Nuestra Señora de Montserrat
Seguimos con el recorrido. Nos dio miedo entrar porque estaba muy oscura. La están restaurando.
6) Madre de la Misericordia
Esta estaba muy iluminada y bien pintada. Con muchas imágenes.
5) Nuestra Señora de la Piedad
Era enorme y estaba llena de gente porque estaban en medio de la celebración, así que rezamos a un costado.
(Con observaciones de Vero y Viole)
1) Inmaculado Corazón de María
Estilo: gótico. Nos gustó a todos. El sagrario estaba decorado de rojo con muchas velas. También había muchas imágenes. Mamá dijo que le faltaba iluminación.
2) Santa Lucía, virgen y mártir
Estilo: barroco. Tenía unos faroles afuera, dorados, que eran horribles. Desde afuera parecía más chica de lo que era. Estaba hecha bola. A Matute le gustó el Via Crucis. A Viole y a mí, el techo. A papá, las cúpulas, y a mamá, la fachada. La pared estaba descascarada.
3) Santa María de los Emigrantes
Nos gustó a todos. Tenía unos "vitró" muy lindos. Por ahora, la preferida de todos.
4) Nuestra Señora de La Rábida
Es la parroquia del colegio. Nos quedamos a la celebración de la Pasión con el padre José.
5) Nuestra Señora de Montserrat
Seguimos con el recorrido. Nos dio miedo entrar porque estaba muy oscura. La están restaurando.
6) Madre de la Misericordia
Esta estaba muy iluminada y bien pintada. Con muchas imágenes.
5) Nuestra Señora de la Piedad
Era enorme y estaba llena de gente porque estaban en medio de la celebración, así que rezamos a un costado.
Temas:
Buenos Aires,
Fe,
Visita 7 iglesias
domingo, 25 de marzo de 2012
Sombras en los álamos
(Alma de diamante, Luis Alberto Spinetta)
Veo mil sombras en los álamos
no crees volver atrás
no sabes olvidar.
Oh! cielo
tus pies están aquí
bordeando la ladera.
Ya viene la lluvia
las cosas caen sin desengaño
niños oh, niños
no queden en la calle
nunca te dejaré
nunca ya, nunca ya.
Ya viene la lluvia
las cosas caen sin desengaño
niños oh, niños
no mueran, no mueran,
no mueran en la calle.
Nunca te dejaré
nunca ya, nunca ya.
Hay cosas que no sé olvidar. Cuando era chico íbamos de vacaciones al Sur. Veranos que en algún momento parecía que no iban a terminar nunca, al igual que los días de aquellas latitudes, días de longitud inaudita que se resisten al anochecer, estirando hasta el límite el ocaso. El final, después de un mes, nos sorprendía siempre inesperado, como si un despertador agudo e implacable nos arrancara de un paraíso, que soñábamos a resguardo del tiempo.
Sin embargo, nada permanece tan vivo en mi memoria como el viaje con que todo empezaba. Un aire de aventura invadía los días previos a la partida que se cargaban de una progresiva ansiedad. Se zarpaba después de la siesta que prudentemente tomaban los pilotos de aquella travesía, mi padre y mi hermano Gabriel. Ellos se agigantaban a mis ojos, como si fueran conquistadores pretéritos de yelmo y espada. Los últimos aprestos se apuraban en la vereda de la tarde y el viaje comenzaba solemne con el rezo del rosario. Mientras mi padre desgranaba avemarías, haciendo pasar los dedos por la perfecta circunferencia del volante, aparecían indiferentes las primeras vacas en la ventanilla.
El camino era el viejo, por Bahía Blanca, y en atravesar la aburrida pampa bonaerense se consumían las últimas horas de luz, que se apagaba resignada sobre el perfil de la Sierras de la Ventana. La noche corría entera hasta atravesar el desierto, cuyo paisaje se convertía sólo en el locuaz sucederse de los carteles verdes que jalonaban la ruta. Pasábamos por Médanos, referencia incomprensible a un mar ausente, y después se atravesaba a oscuras el rumor del río Colorado, para ingresar en el prodigio geométrico de una recta que llegaba desde allí hasta Choele Choel, donde había una isla que jamás vi. De las últimas horas de la noche, donde ya me ganaba el sueño, sólo me llegan como los sonidos de una canción de cuna, algunos nombres musicales: Chelforó, Chimpay, Chinchinales, Villa Regina.
El amanecer coincidía con el verde despertar del valle del Río Negro. Allí es cuando aparecían, majestuosos como un pórtico de un templo vegetal, los álamos. Allí fue cuando yo también vi por vez primera, mil sombras que se filtraban en los álamos. Allí estaban de pie, custodiando los frutales del severo viento patagónico. Allí un aire solemne pero alegre se mezclaba, nunca supe bien por qué, con una indecible nostalgia que provenía de los árboles. Una sensación ambigua que se reprodujo exacta cuando escuché la canción y supe que otro también había visto mil sombras en los álamos. En esa música descubrí intacta aquella emoción, como calcada de mi alma.
Sobre los álamos estaba también un cielo de una luz diáfana, como sólo la Patagonia produce. Y debajo de ese cielo, el recto perfil de la meseta cortada por los hielos ancestrales, servía de apoyo perfecto para sus pies celestes. El auto cortaba las sombras como si fueran los durmientes de un tren incorpóreo y el viaje continuaba con rumbo a un mediodía pletórico de lagos verdes y montañas azules.
A medida que dejábamos atrás el Valle, la experiencia de los álamos se compactaba en mi memoria hasta adquirir el espesor de un instante. Un instante de esos que duran para siempre. Aunque llegue la lluvia y con ella los desengaños de las cosas. Y aunque la vida se inquiete con el temor por esos niños que mueren en la calle. Niños como el que yo dejé de ser entonces, mientras pasaba la sombra de los álamos, irremediablemente.
La promesa, de todos modos, se ha cumplido: nunca nos dejaste, y de eso pongo a los álamos y su música por testigo. Ellos que guardan los frutos cuando nacen y nos acompañan graves en la paz del cementerio.
Veo mil sombras en los álamos
no crees volver atrás
no sabes olvidar.
Oh! cielo
tus pies están aquí
bordeando la ladera.
Ya viene la lluvia
las cosas caen sin desengaño
niños oh, niños
no queden en la calle
nunca te dejaré
nunca ya, nunca ya.
Ya viene la lluvia
las cosas caen sin desengaño
niños oh, niños
no mueran, no mueran,
no mueran en la calle.
Nunca te dejaré
nunca ya, nunca ya.
Hay cosas que no sé olvidar. Cuando era chico íbamos de vacaciones al Sur. Veranos que en algún momento parecía que no iban a terminar nunca, al igual que los días de aquellas latitudes, días de longitud inaudita que se resisten al anochecer, estirando hasta el límite el ocaso. El final, después de un mes, nos sorprendía siempre inesperado, como si un despertador agudo e implacable nos arrancara de un paraíso, que soñábamos a resguardo del tiempo.
Sin embargo, nada permanece tan vivo en mi memoria como el viaje con que todo empezaba. Un aire de aventura invadía los días previos a la partida que se cargaban de una progresiva ansiedad. Se zarpaba después de la siesta que prudentemente tomaban los pilotos de aquella travesía, mi padre y mi hermano Gabriel. Ellos se agigantaban a mis ojos, como si fueran conquistadores pretéritos de yelmo y espada. Los últimos aprestos se apuraban en la vereda de la tarde y el viaje comenzaba solemne con el rezo del rosario. Mientras mi padre desgranaba avemarías, haciendo pasar los dedos por la perfecta circunferencia del volante, aparecían indiferentes las primeras vacas en la ventanilla.
El camino era el viejo, por Bahía Blanca, y en atravesar la aburrida pampa bonaerense se consumían las últimas horas de luz, que se apagaba resignada sobre el perfil de la Sierras de la Ventana. La noche corría entera hasta atravesar el desierto, cuyo paisaje se convertía sólo en el locuaz sucederse de los carteles verdes que jalonaban la ruta. Pasábamos por Médanos, referencia incomprensible a un mar ausente, y después se atravesaba a oscuras el rumor del río Colorado, para ingresar en el prodigio geométrico de una recta que llegaba desde allí hasta Choele Choel, donde había una isla que jamás vi. De las últimas horas de la noche, donde ya me ganaba el sueño, sólo me llegan como los sonidos de una canción de cuna, algunos nombres musicales: Chelforó, Chimpay, Chinchinales, Villa Regina.
El amanecer coincidía con el verde despertar del valle del Río Negro. Allí es cuando aparecían, majestuosos como un pórtico de un templo vegetal, los álamos. Allí fue cuando yo también vi por vez primera, mil sombras que se filtraban en los álamos. Allí estaban de pie, custodiando los frutales del severo viento patagónico. Allí un aire solemne pero alegre se mezclaba, nunca supe bien por qué, con una indecible nostalgia que provenía de los árboles. Una sensación ambigua que se reprodujo exacta cuando escuché la canción y supe que otro también había visto mil sombras en los álamos. En esa música descubrí intacta aquella emoción, como calcada de mi alma.
Sobre los álamos estaba también un cielo de una luz diáfana, como sólo la Patagonia produce. Y debajo de ese cielo, el recto perfil de la meseta cortada por los hielos ancestrales, servía de apoyo perfecto para sus pies celestes. El auto cortaba las sombras como si fueran los durmientes de un tren incorpóreo y el viaje continuaba con rumbo a un mediodía pletórico de lagos verdes y montañas azules.
A medida que dejábamos atrás el Valle, la experiencia de los álamos se compactaba en mi memoria hasta adquirir el espesor de un instante. Un instante de esos que duran para siempre. Aunque llegue la lluvia y con ella los desengaños de las cosas. Y aunque la vida se inquiete con el temor por esos niños que mueren en la calle. Niños como el que yo dejé de ser entonces, mientras pasaba la sombra de los álamos, irremediablemente.
La promesa, de todos modos, se ha cumplido: nunca nos dejaste, y de eso pongo a los álamos y su música por testigo. Ellos que guardan los frutos cuando nacen y nos acompañan graves en la paz del cementerio.
domingo, 19 de febrero de 2012
Del art decó
El art decó es el testimonio de una camino intermedio. Una idea que busca morigerar el fundamentalismo moderno. Suavizar la famosa sentencia que condenaba el ornamento a la categoría de delito. El pecado de la moldura. Contra la pretensión de una arquitectura que no se permitía más estética que la de la máquina. Donde todo lo visible posee el incontrastable fundamento de lo útil. Las revoluciones siempre tienen sus jacobinos y los estilos que intentan moderarla tienen destino de guillotina.
La modernidad fue la búsqueda auténtica de una verdad sin velos. Pero si bien la desnudez del alma es siempre bella, la del cuerpo lo es solamente en contados casos. La mayoría de los hombres hemos hecho alguna vez esta experiencia frente a un espejo. El cuerpo es el primer agradecido del vestido, por el abrigo y también por la estética. Decorar el cuerpo tiene que ver con el decoro.
El ornamento es el vestido que cubre la imperfección de la materia a la que la arquitectura está condenada. El recato no es necesariamente una mentira, puede ser también un acto de misericordia. La verdad moderna emociona con la altura de sus ideales despojados, pero conviene reconocer que es un camino arduo, reservado a pocos. La belleza difícilmente se alcanza, al menos en este valle de lágrimas, a través de la pura verdad. El ornamento se convierte en una mentira piadosa.
El art decó es ese valiente intento de mediar. Rescatar al ornamento de su ostracismo, pero al mismo tiempo someterlo a los rigores de una austera geometría. Además tiene la intención de preservar al artesano y con él salvar al hombre del embate ciego de la máquina. Abandonar los boatos del barroco y los recursos antiguos de lo clásico, para volver su mirada más atrás, a las primitivas guardas que surcaban jarrones olvidados. No dejarse ganar por el impulso iconoclasta del fanático y, con un lenguaje parco, vencer el silencio de la materia despojada de inflexiones.
Brotó en nuestras lejanas playas, cuando apenas había nacido en París, adaptándose con naturalidad a nuestra severa cuadrícula española. Se lo puede ver salpicado en ambas orillas del Plata, donde tuvo su primavera cuando se marchitaron las perfumadas delicias del estilo floreal. Hay que aguzar la mirada para descubrirlo, ya que su estilo es sosegado. Su presencia asoma inesperada en una esquina porteña y resuena pletórico de entusiasmo en la vereda de enfrente, en el corazón de la Ciudad Vieja. Es necesario mirarlo despacio, detenerse en la elaborada simpleza de sus detalles regulares y en la fantasía contenida de sus rejas. Observar la regularidad de sus ventanas, la rectitud ejemplar de sus balcones y la celebración festiva de sus portones.
Se me ocurre que sólo pueden amarlo aquellos que disfrutan de las elaboradas soluciones políticas. No es un estilo para talibanes, sino para amables componedores propensos al pacto. Es para paladares atentos, que aprecian el agridulce sabor de un cóctel de sabor impreciso, que revela sólo al final de la garganta el secreto de sus ingredientes. Un estilo que quiso, más que resistir, proponer una vía alternativa al avance irresistible de la modernidad. Que no haya alcanzado su objetivo lo hace más amable, como siempre lo son las causas perdidas.
La modernidad fue la búsqueda auténtica de una verdad sin velos. Pero si bien la desnudez del alma es siempre bella, la del cuerpo lo es solamente en contados casos. La mayoría de los hombres hemos hecho alguna vez esta experiencia frente a un espejo. El cuerpo es el primer agradecido del vestido, por el abrigo y también por la estética. Decorar el cuerpo tiene que ver con el decoro.
El ornamento es el vestido que cubre la imperfección de la materia a la que la arquitectura está condenada. El recato no es necesariamente una mentira, puede ser también un acto de misericordia. La verdad moderna emociona con la altura de sus ideales despojados, pero conviene reconocer que es un camino arduo, reservado a pocos. La belleza difícilmente se alcanza, al menos en este valle de lágrimas, a través de la pura verdad. El ornamento se convierte en una mentira piadosa.
El art decó es ese valiente intento de mediar. Rescatar al ornamento de su ostracismo, pero al mismo tiempo someterlo a los rigores de una austera geometría. Además tiene la intención de preservar al artesano y con él salvar al hombre del embate ciego de la máquina. Abandonar los boatos del barroco y los recursos antiguos de lo clásico, para volver su mirada más atrás, a las primitivas guardas que surcaban jarrones olvidados. No dejarse ganar por el impulso iconoclasta del fanático y, con un lenguaje parco, vencer el silencio de la materia despojada de inflexiones.
Brotó en nuestras lejanas playas, cuando apenas había nacido en París, adaptándose con naturalidad a nuestra severa cuadrícula española. Se lo puede ver salpicado en ambas orillas del Plata, donde tuvo su primavera cuando se marchitaron las perfumadas delicias del estilo floreal. Hay que aguzar la mirada para descubrirlo, ya que su estilo es sosegado. Su presencia asoma inesperada en una esquina porteña y resuena pletórico de entusiasmo en la vereda de enfrente, en el corazón de la Ciudad Vieja. Es necesario mirarlo despacio, detenerse en la elaborada simpleza de sus detalles regulares y en la fantasía contenida de sus rejas. Observar la regularidad de sus ventanas, la rectitud ejemplar de sus balcones y la celebración festiva de sus portones.
Se me ocurre que sólo pueden amarlo aquellos que disfrutan de las elaboradas soluciones políticas. No es un estilo para talibanes, sino para amables componedores propensos al pacto. Es para paladares atentos, que aprecian el agridulce sabor de un cóctel de sabor impreciso, que revela sólo al final de la garganta el secreto de sus ingredientes. Un estilo que quiso, más que resistir, proponer una vía alternativa al avance irresistible de la modernidad. Que no haya alcanzado su objetivo lo hace más amable, como siempre lo son las causas perdidas.
miércoles, 8 de febrero de 2012
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