("Pelusón of milk", Luis Alberto Spinetta)
Te hallaré en mí como un jarrón.
Lago de forma mía,
más que un suspiro es una fiebre helada
al volver.
Ya no pienses más que tu ángel partió.
Lago de forma mía,
tengo pensado rescatarte sin pensar en mí.
O en la gente, gente que viene y que va,
gente que viene, que viene y que va.
Yo no sé doblar ni sé caer.
Lago del alma mía.
Todas las cosas se han perdido de su corazón,
de su estrella...
Vas mirando del lado del agua,
sabe bien ir mirando la vida.
Vas mirando del lado del agua,
sabe bien ir mirando la vida...
Donde va un color quisiera saber.
Labios de una oración.
Bajo la lluvia se producen torbellinos.
Hay un punto exacto donde el sentido cambia de signo. Allí donde el silencio se vuelve elocuente, la risa se resuelve en llanto y la negación afirma su contrario. Como en la oración del publicano, donde el no saber rezar se transforma en la plegaria más profunda. También la poesía puede surgir a partir de la ausencia de inspiración, o mejor, de su búsqueda.
Hay muchas maneras de viajar, que dependen de los elementos que se ponen en juego al iniciar el viaje. El destino elegido, el medio empleado, el momento preciso, el espíritu con que se emprende, el objeto. El viajar puede transformarse así, según se combinen estas variables, en una dura fatiga o en “un placer que nos puede suceder”, como dice Pipo Pescador. Hay tantos viajes como viajeros. Tanto a los turistas como a los peregrinos se los llama viajeros.
Este que nos ocupa es un viaje en pos de la inspiración ausente. Y la inspiración no es un rayo que cae sobre el poeta, inesperado, sino algo que se busca con la ansiedad del que transita por el desierto sediento. Este es un viaje hacia ese lugar conocido, pero siempre esquivo, llamado alma.
Lo primero que asiste al poeta en esta travesía es la confianza: “Te hallaré”, comienza, con la certeza que solo la fe otorga, es la tranquilidad de saber que ese lugar existe, aunque momentáneamente no se encuentre. Para hallarlo no sirven los mapas, sí las brújulas. La mirada atenta del arqueólogo, que busca rastros que señalen las huellas que el alma va dejando en la árida superficie del vivir. Como ese “jarrón” que indica la preexistencia de una cultura, vestigio de una vida pasada. Un objeto tal vez inútil en su hora, pero que ahora adquiere un sentido como señal de un mundo perdido. El alma.
El destino del viaje se conoce de antemano. El “lago de forma mía” es su imagen. Cuando pienso en el lago, recuerdo esos viajes al Sur, en los cuales después de kilómetros de desierto, aparecía repentinamente, después de una curva, el lago azul. Su presencia producía un cambio tan abrupto en el paisaje, que quitaba el aliento. Cuando pienso en la forma, pienso en su sentido antiguo, totalmente opuesto al que hoy día le damos. Forma como la interioridad de la materia, las cualidades esenciales de las cosas. El lago de forma, como depósito de las esencias donde se “forma” la poesía. Poesía que nace desde la esencia del poeta, es decir, desde su alma.
Hay algunos consejos para transitar este viaje. Uno: el olvido de sí mismo. Dos: el olvido de la gente. Ambos, en su exterioridad, denotada en ese movimiento inútil, que viene y que va. Se recomienda desconfiar de lo percibido fuera del espacio del alma, en donde las cosas pierden su esencia íntima (corazón) y su sentido (estrella). Se sugiere el sendero recto y ascendente. Se aconseja mirar la vida desde las orillas del encontrado lago del alma
Si el alma es el lugar de la pureza blanca, y si el blanco, según la física cuenta, es la suma de todos los colores, el color que se va (¿a dónde?) es la pérdida de ese lugar. Es quedar fuera del alma, disperso, lo que impide al poeta la poesía. Allí se experimenta el duro habitar de la intemperie, y desde allí se anhela el regreso con una oración en los labios del alma.
El relato de la ausencia de inspiración resultó, en definitiva, poesía. Inspirado, inspirador, lago de forma mía.
6 comentarios:
que linda cancion dios mio!
Ya que no podemos "ser"
(e)spinetta,nos queda disfrutar de su música y de sus palabras. Gracias por compartir tu emoción.
Me vine derechito aquí, porque AMO esta canción y el disco todo (Pelusón, no?) que a los spinetteanos muy ortodoxos no.
AMO esta canción y ya me la pongo a escuchar.
Respecto del último disco, que me gustó mucho al principio pero creo que forzadamente, porque no lo escucho demasiado...¿No te pareció que el arte fue un espanto y una falta de respeto al cuidado extremo que siempre puso en los discos anteriores? Cuando ví esa cajita de cartón, me enojé mucho. Será que extraño los vinilos: ése es el formato, ¿coincidís? Poemario, fotos, info, todo grande y precioso para dejarse tocar y guardar como un amigo de valor. Extraño mis vinilos de adolescencia, mis amigos.
En cambio ahora, no dan ganas de comprar CDs.
Si, gran disco Pelusón, lleno de recuerdos para mi también. Coincide con nuestro regreso al pais después de cinco años afuera. Escucharlo fue cmo saborear lo bueno de volver a casa.
El último a mi me gustó mucho, tiene algunas canciones memorables (mi elemento por ej). El arte de caja no es gran cosa, pero pasará.
En cuanto a los vinilos, creo que pronto lamentaremos la falta de los CD. Habrá que adaptarse.
Saludos
Opi, si no lo tenés ya, creo que vas a disfrutar mucho esto, se oye muy bien y son casi dos horas y media de concierto:
http://ellobocaido.blogspot.com/2011/05/spinetta-teatro-california-1992.html
Saludos.
Martín gracias, o lo conocía, soy malísimo con el tema digital, pero confío que alguno de mis hijos me lo pueda bajar.
Abrazo.
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