(“Tester de violencia”, Luis Alberto Spinetta)
Sentado en la terraza mirando el mar
comprendo cómo es la soledad,
no sé si voy y vengo si acaso estoy,
ni sé si me podría fugar.
Ansié un abismo
y todo todo, todo se acercó,
tu corazón cerró la idea.
Recuerdo de vivir en la Atlántida,
como un pez que no podía gritar,
recuerdo la bruma de la ciudad,
como un monstruo sobre el amanecer.
Ningún lugar de hecho es bueno
cuando nadie está,
es solo grietas para huir...
Tu corazón, lo sé, me voló lo que miraba,
tu corazón, lo sé, me voló lo que miraba,
y como el viento, chau, se llevó lo que llevaba,
y como el viento, chau, se llevó todo...
un organismo en el aire.
Parado en el tumulto de una estación,
ya no hay algo que no pueda pensar,
es tanto lo que viene lo que se va,
se va como se pasa ese tren.
Tu corazón, lo sé, me voló lo que miraba,
tu corazón, lo sé, me voló lo que miraba,
y como el viento, chau, se llevó lo que llevaba,
y como el viento, chau, se llevó todo...
un organismo en el aire.
Sentado en la terraza mirando el mar
comprendo cómo es la soledad,
no sé si voy y vengo si acaso estoy,
ni sé si me podría fugar.
Ansié un abismo
y todo todo, todo se acercó,
con tu calor ya no hay precipicios.
He aquí un hombre que reflexiona, en una situación bastante banal. Quizás la más obvia de las situaciones para presentar a un hombre pensativo. Es casi imposible no dejarse ganar por un cierto aire filosófico cuando alguien se encuentra “sentado en la terraza mirando el mar”. El mar es quizás el paradigma del lugar para ponerse pensativo. Sin embargo, enseguida sabremos que este hombre que piensa se encuentra lejos de los lugares comunes, por más que esté situado en uno de ellos. Primero se nos informa que el objeto que ocupa su mente es la soledad. Pero la pregunta que domina a este, no es “qué” es la soledad, sino “cómo” es la soledad. Diferencia sutil pero importante, ya que desplaza la atención del área de la especulación metafísica a la más interesante y poética del territorio existencial. Se pregunta por la forma, el aspecto que tiene la soledad, un rostro que, al parecer, se asemeja bastante al del mar, por razones obvias. En segundo lugar, la otra nota que llama la atención sobre este pensar es su carácter no especulativo, visto que el que piensa “comprende” en un acto único, propio de la pura intuición, “cómo” es la soledad.
Esta comprensión, que se produce por analogía con el mar, es la que impulsa el deseo (“ansia”) de volverse sobre sí mismo, para buscar en el “abismo” de su interioridad, las resonancias de su hallazgo. Las referencias espaciales se pierden dentro del espíritu, donde todo se “acerca”. Todo sucede en un instante, ya que también se anulan las referencias temporales, y en seguida el viaje a las profundidades del propio espíritu se termina, con la mágica aparición de un “corazón” que “cerró la idea”.
Lo que sigue es el despliegue de este recorrido instantáneo, el relato de esta resonancia de la soledad, que tiene la apariencia de un relámpago. Para hacerlo, el poeta utiliza cuatro imágenes distintas para expresar la soledad. Imágenes eficaces y disímiles, pero sutilmente conectadas. La Atlántida. ¿Acaso es posible imaginar un lugar más desierto? El pez mudo, desesperado por no poder comunicarse, la ciudad solitaria al amanecer subrayada por la bruma y, por último, la tumultuosa estación: certeramente describe que la soledad más aguda se experimenta entre la muchedumbre. Con un recurso clásico de la literatura de ficción, se oponen situaciones fantásticas (el par Atlántida-pez) a otras bien reales (ciudad-estación) de manera que se potencien mutuamente. Son imágenes sacadas del arcón de la poesía de Spinetta, poblada de peces, ciudades y trenes, a los cuales el autor echa mano, como Borges hacía con tigres y espejos.
Finalmente, se llega al estribillo, verdadero centro del poema, donde reside el sentido del mismo, más allá de las imágenes que cuentan “cómo” es la soledad, se nos ofrece una explicación de lo que la soledad “es”. Y la clave de esta interpretación está en aquel corazón que, inicialmente, cerró la idea. La soledad es en definitiva la ausencia de un corazón. Una ausencia que no es solo la falta objetiva de esa presencia, sino mucho más, y en esto radica la verdadera tesis del tema. El corazón, el cual intencionalmente permanece indefinido, arrastra con su partida el mundo, con toda las referencias que hacen posibles la vida. Es un “viento” que hace volar literalmente el mundo y su sentido (lo que “miraba” y lo que “llevaba”). En eso consiste, esencialmente, la soledad, y así se experimenta. Por eso el hombre, quieto, sentado en la terraza, ha perdido concretamente el sentido más primario de la orientación y no sabe si va, si viene o si acaso está. Y por eso también se afirma que “ningún lugar de hecho es bueno cuando nadie está”. No hay más lugares sin que alguien nos dé su sentido. Los lugares se convierten en “grietas para huir”, quizás entre las cosas, que nunca nos darán el sentido que “voló”, arrasado por el huracán de la ausencia.
Es esta una reflexión profundamente humanista y de una honda comprensión metafísica. El mundo y su realidad lo constituye el otro, con el cual nos relacionamos afectivamente. Resuena aquí la sentencia del impío Protágoras, “El hombre es la medida de todas las cosas”, como así también la más ortodoxa teología que sostiene que el hombre fue creado “por amor” y “para el amor”. También esta idea es hija del primer Heidegger existencialista, que acertadamente define una de los modos esenciales del hombre (Ser-ahí) como “Ser-con” otros. Los otros conforman la realidad, y sin su presencia el hombre se convierte en un frío “organismo en el aire”, como el del título de la canción.
La poesía retorna, en su final, a su mismo punto de partida, “sentado en la terraza, mirando el mar”. No hay aquí formulas ni moralejas moralistas. El poeta no es alguien que da recetas, si no es alguien que construye atalayas, lugares desde donde mirar hacia el mar y hacia los abismos de nuestra alma. Termino con otra línea, de otra canción de Spinetta, que expresa el espíritu de este arquitecto de mangrullos desde donde otear el espíritu: “Trepen a los techos, ya llega la aurora”.
5 comentarios:
hola, he tratado de encontrar ese disco para bajarlo si me puedes dar alguna dirrecion que sea gratuita te lo agradeceria.
Lamentablemente no tengo idea como se bajan canciones de internet, lo cual delata mi edad. Sigo en la era de los cds. Esta canción está en "tester de violencia" y también en un recopilación que se llama "piel de piel". Es una canción bellísima y seguro que te va a encantar. Gracias por la lectura y bienvenida.
Buena interpretación! Yo creo que el énfasis en sí está puesto en la razón de la vida, la filosofía de la existencia, que remota, como vos mencionaste, a la antigüa grecia (formalmente, ya que seguramente previo a esto ya los hombres se plantearon la razón de su existencia). El organismo en el aire puede ser entendido como una interpretación de lo que sucede después de la muerte, ente que no está que no se sabe si viene o va.
Muy buen trabajo en este blog, muchas veces busco en internet interpretaciones de la gente y termino cayendo aquí.
Para bajarse música gratuita de internet les recomiento entrar a www.taringa.net y utilizar el buscador.
Suerte.
Martín, me obligaste a volver a leer algo escrito hace ya bastantes años. La idea del "organismo en el aire", como la vida después de la muerte es muy posible. Lo que pasa es que yo tengo la esperanza de que la "visión beatífica", sae algo mas que el mar. Pero tampoco tengo demasiado apuro para veriguarlo.
Abrazo y gracias por pasar
Muy bueno el articulo y tu blog!!!! Felicitaciones!!!
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