sábado, 19 de septiembre de 2009

92

La diferencia entre Proust y el perro de Pavlov es que mientras que al primero un bizcocho lo remite a un entero universo, al segundo una misma señal le dispara un idéntico estímulo. Yo pienso que las personas comunes navegamos entre estos dos extremos y respondemos a lo que nos afecta con algo entre la exhuberancia de Proust y las limitaciones de un perro amaestrado. Se trata, en el fondo, del problema de la libertad de la mente y de sus condicionamientos.

Eso pienso cuando me cruzo con uno. Su presencia me remite ineludiblemente a un amigo y al estrecho mundo de mi infancia. Todos los días, al salir del colegio, nos deteníamos en la parada del 92 que él tomaba. La conversación se alargaba hasta que viniera y yo después seguía hasta la otra cuadra donde esperaba el 102. Los recorridos de ambos coincidían en un tramo, pero al llegar a un punto se bifurcaban de manera irremediable, tomando direcciones opuestas.

Nuestras vidas también se separaron, ya que él partió a vivir al Sur, a llevar una vida salvaje, que contrasta demasiado con la mía, de una urbanidad indefectible. Cada tanto viene y nos vemos, pero, a pesar del afecto que permanece inalterado, ninguno puede esconder cierta extrañeza. Su presencia no encaja del todo, como si un coihue apareciera plantado en una vereda de citadinos árboles endebles.

Algunas veces me invitaba a su casa y entonces subía al 92 y, como si a Jonás lo hubieran cambiado de ballena, visitaba curioso sus entrañas. Los coches eran más pequeños que los de mi habitual línea y también más redondeados. Su aspecto exterior era de una suavidad algo barroca, pero su interior era sorprendentemente duro, sobre todo por que en ellos el metal preponderaba. Recuerdo con nitidez el piso que parecía de plata estampada, para evitar los resbalones y el brillante cromado de los caños colgados de un techo que nos parecían inalcanzable desde nuestra achaparrada existencia.


La mayoría estaban bastante desvencijados y las chapas temblaban intermitentes en cada semáforo, como si una impaciencia los devorara. Sin embargo, algo lo destacaba de las demás líneas y era su frente azul, detalle que algunos hoy en día conservan, y que en ese entonces era un distintivo que, para mí, escondía algo de poesía. También lo era su color de un verde claro y gélido, similar al dormitorio de una casa en Miramar.

Sólo conocía un pequeño espacio de su recorrido inconmensurable. Todo se limitaba a un escaso tramo, desde que dobla en la soleada Coronel Díaz hasta poco más de Santa Fe. En el camino dejábamos sobre la derecha el inmenso parque Las Heras, “La Penitenciería” como algunos todavía lo llaman. Un lugar que siempre me pareció algo desolado, como si nunca pudiera sacudirse del todo su pasado de cárcel. Cuando se entraba en el espeso túnel de tipas y la luz desaparecía de repente, era el momento de bajarnos.

Nunca supe con certeza cuál era su destino final. Su frente azulada informaba sobre un origen cierto “Retiro”, pero luego se perdía en el mapa de mi mente con referencias abstractas. En algunos decía “Puente 12” y en otros “Barrio 9 de abril”. Coordenadas ignotas que me sugerían lugares que imaginaba lejanos como otros continentes. ¿Dónde quedaría esa comarca de doce puentes que soñaba sorteando caudalosos ríos? ¿Y qué sangrienta batalla habría sido librada en aquella fecha ignorada por los manuales escolares?

Desde entonces, subir al 92, cosa que aún hago muy de vez en cuando, tiene para mí algo del vértigo que la inmensidad provoca. El temor que me produce el incierto final del recorrido. Y la conciencia de saber que sólo vivimos en un minúsculo recorte de la Historia.

19 comentarios:

lino dijo...

EL pobre perro de PAVLOV fue un remoto antepasado mio, un rebelde que lo querían condicionar a toda costa, en un laboratorio. Cuenta mi abuelo (un mestizo nacido ya en este país) que cuando PAVLOV quiso hacer una demostración pública de su conductismo, Mi chozno no le hizo caso y se hizo el loco.

A los perros no nos gustan los colectivos, pero si los sulkis
propongo que en uds con MARIA hagan el recorrido hasta el final ...quizás no termine donde dice la guia, quizás siga de largo a una ciudad secreta, de fantasía. Como el tren mágico.
Saludos
EL PERRITO LINO

magu dijo...

Jamás en mis 45 años he tomado esa linea, jamás me he subido a ese colectivo ni he hecho ese trayecto
y me impresiona. Conociendo BS AS, y practicamente en colectivo, ya que no tenemos auto. Y nunca.
EL sesenta, el ciento cincuenta y dos, y las lineas de provincia, de Puente Saavedra a San Isidro son nuestras lineas fijas. Es más, no salgo del circuito de Cabildo a Centenario...pero no sé porque. FER si porque hace service, y sabe de cualquier linea, es la viva voz de la guía de calles
saludos a Maria y familia

Angie Angelina dijo...

Me gustó la descripción de los coles, cromados, negros, con cartel azul poético.
Una vez tomé el 92 y tuve que caminar 10 cuadras porque me pasé, era por abasto.
Algunas amistades son históricas, yo también conservo una amiga de la Primaria, y ella a veces me mira extrañada, como vos a tu amigo; yo soy la salvaje de la dupla.
Saludos
Angie

Mari Pops dijo...

ya escribi sobre el mismo 92
Yo lo recuerdo con agujeros en el suelo desde donde se via el suelo de mi ciudad.
La alegoria de su recorrido con la vida es hermosa, Opi
Porciones, recortes compartidos desde donde se ve pasar

me encanto!

magu dijo...

si, si, prometo a uds no escribirles tanto (y a FER le prometo limpiar más la casa)
pero es que
he reflexionado sobre mi vida y bs as (lo mismo) siento por el 92 la misma perplejidad y extrañeza que con la música del Spineta (no es peyorativo el comentario, es cierto).
Pero mi vida giró en torno al recorrido del 60 alto o bajo, siempre, antes por el 152 también, y ahora también de nuevo.
Nos mudamos acá porque quedaba a una cuadra de las paradas de eoss dos colectivos igual que cuando vivía en B Norte. Trabajé 10 años en S FERNANDO solo porque el 60 me dejaba a una cuadra de mi instituto. Y cuando alguna amiga me invita a ver algo o a una confitería, solo me obsesiona saber que pueda parar por allí algùn colectivo familar y conocido.
LOS COLECTIVOS conocidos son para mi como el auto propio para la famila, para FER también. Esperamos dos o tres micros hasta encontrar uno vacío. Ya me fuí, me han hecho pensar mucho. saludos a MARIA.

La herida de Paris dijo...

Mary lo recuerdo perfectamente, y se ve que me quedó rebotando en la cabeza. Gracias por la inspiración.
Los colectivos son también una manera de contar la vida, al menos un es modo muy argentino de hacerlo.
Gracias a todos y saludos

Gordo cincuentón esquiador dijo...

No se quien corno es el perro de Pavlov, pero a Pablo Passerieu me lo encontré la semana pasada en la montaña. Estaba con sus dos hijos y te mandó muchos saludos.

La herida de Paris dijo...

Habrá muchos que saben quien es Pavlov, pero seguramente son muy pocos los que están en grado de descubirir que este post se refiere Pablo Passerieu.
Abrazo.

lino dijo...

El perro de PAVLOV también fue pariente de la pobre perrita LAYCA, la que metieron en un cohete espacial los moscovitas para hacer un experimento. He viajado en colectivo (escondido adentro de un bolso, haciéndome el dormido) pero ¡meter a un perrito en un cohete ¡¡¡, además LAYCA debe ser nombre ateo.

Cuentan que hasta hace quince años, el pobre colectivero manejaba, vigilaba a los pasajeros, daba el boleto, el cambio, el vuelto y se ligaba el reto de alguna señora grande que le pagaba con un billete de cien.
¡pobre conductor¡

Magda dijo...

Un texto precioso, la analogía que haces sobre los caminos y las vidas, las expresiones poéticas, la memoria recobrada, ¡el dibujo!, siempre tan personal en trazo y colores...

Me ha quedado una duda: ¿que fue de tu amigo? ¿A qué te refieres con lo de "vida salvaje"?

Me ha encantado todo el post.

Carlos G. dijo...

La penitenciaría...
Mi primer trabajo fue en un estudio de arquitectura en Cerviño y Cnel. Diaz.
Por aquella época "la penitenciaría" estaba en los últimos tramos de su demolición.
De aquellos lejanos principios recuerdo, entre otras imágenes, el bar Carlitos (Juncal y Cnel Diaz), parada obligada de tacheros a la hora del almuerzo, la Av. Las Heras y los hospitales Rivadavia y Fernandez y, claro los colectivos, entre los cuales el 92, cuyo recorrido incluye también la Plaza Flores, parece haber sido prenda de inspiración bloguera.

La herida de Paris dijo...

Gracias magda.
Lo de "vida salvaje" es una licencia poética, aunque en realidad comparada con la mia podría considerarse así.
Vive en Bariloche y es fotógrafo de rafting y sky, viene a Bs. As. un par de veces por año para ver a sus hijos y en general aprovechamos para vernos.
De chicos, junto con otro, eramos un trío inseparable, pero después se sabe, no todos se bajan en la misma parada.
Saludos.

La herida de Paris dijo...

Yo no llego a tanto como para recordar la demolición, pero si la plaza pelada de pasto y convertida los fines de semana en innumerables potreros. Hoy continúa siendo un espacio verde desprovisto a mi juicio de todo carácter.
Saludos.

Angie Angelina dijo...

yo iba cerca a terapia, ahora hay en las heras y araoz un lindo Havana, donde tomar un cafecito.

janfi dijo...

Hoy hay una carta de lectores en la nacion, de un arquitecto con tu apellido que vive en japón, pero además se llama Jorge A.
¿lo conocés?
(pura curiosidad)

La herida de Paris dijo...

Claro que si, es el arquitecto talentoso de la familia, sobrino y ahijado, hijo de Jorge mi hermano mayor. Pero sobretodo amigo.
Está en Tokio de viaje acompañando a su mujer empresaria de la moda. Hay que dejar espacio a las nuevas generaciones.
Abrazo

janfiloso dijo...

Yo les dejo espacio, pero tampoco que empujen ...

languida dijo...

en este día fatídico para el 92, recordé y releí tu post.
besos, opet

La herida de Paris dijo...

Sí yo también pensé que increíblemente hubiera sentido menos el impacto de la noticia, si el accidente lo hubiera protagonizado una línea ignota. Un accidente además que tiene fuertes resonancias familiares.

En fin, muy triste.
Beso.