sábado, 12 de diciembre de 2009

Vida de cocinar

Dice la Biblia que cuando Dios culminó la creación, la hizo desfilar delante del hombre para que la nombrara, una tarea que imagino agotadora. Producto del cansancio y de su propia condición finita, es probable que Adán haya caído en algunas repeticiones. Así nació la polisemia y con ella el equívoco.

Hay nombres que nombran cosas lejanas en el significado, lo cual evita la confusión. Resulta bastante improbable que la vela que ilumina y la que empuja el barco convivan en una misma frase. Pero siempre recuerdo cuánta gracia causaba a los italianos nuestra expresión “mañana a la mañana”.

Un caso curioso resulta el de la cocina, que se refiere tanto al artefacto para cocinar como al espacio donde este hecho, primordial de la humanidad, ocurre. El sentido se expande desde el fuego que cuece y, como si fuera el mismo humo, va ocupando todo el espacio que lo circunda hasta impregnarlo de su mismo nombre. Se cocina, con la cocina, en la cocina. Las palabras son como seres vivos que se desplazan en la frágil geografía del lenguaje.


Si la heladera es el elemento conservador del universo cocina, la cocina artefacto representa el ala izquierda. Una verdadera fe progresista enviste su vida, ya que en ella todo se transforma, como si la insuflara el sueño de Heráclito. Ella es una máquina que pone en práctica el deseo de convertir en otras las cosas. Evitar su inútil podredumbre y cambiarla por una muerte que sea fértil y nutricia.

La cocina tiene también el aspecto de los revolucionarios y si pudiera andaría despeinada con pañuelos coloridos en el cuello y tejidos de lanas picosas. Si bien hay algunos modelos pulcros, corrompidos de acero inoxidable, en general se presenta simple y algo desaliñada, con chorreaduras que enseñan que ha vivido. Su forma revela un funcionamiento que es de los más primarios, en ella no hay misterios ya que es sólo una versión, más precisa, del fuego prehistórico que crepitaba incierto en la caverna.

En ella conviven dos partes: el oscuro averno del horno y un cielo de redondas hornallas. Hay muchos que, como Salomón, han querido separarlas, pero a mí me gusta que convivan en su cuerpo blanco de chapa enlozada. Hasta me parece que a veces conversan el suave silbar de la hornalla y el chirriante quejido que el horno exhala en cada apertura. En ambos las cosas sufren mutaciones lentas pero prodigiosas, que harán nuestro alimento.


Sin embargo, no todo es paz en este mundo y el peligro acecha desde la alacena. Está representado por ese incomprensible demonio recién llegado llamado microondas, pequeño monstruo del que ignoramos todo. Yo estoy convencido del rancio encono que separa a estos artefactos. Forzados a colaborar a veces por que el moderno tiempo apremia, la cocina desconfía de esta especie de televisor culinario, que logra en pocos segundos lo que a ella le cuesta un esfuerzo dilatado de minutos. La vieja cocina es, seguro, la que ha hecho correr la voz que de sus pequeñas ondas provenía el cáncer y que la muerte seguiría a quien se sometiera a sus expeditos servicios.

Pero aunque la técnica ataque con sus refinadas armas o asome un futuro dietético de alimentos en pastillas, yo creo que ella permanecerá todavía echando humo entre nosotros. Llenando la casa de olores y reuniéndonos tozudamente a su alrededor, para saborear la dicha de compartir el producto de su magia. Y también el sueño de que, con un poco de calor, el mundo puede ser de veras transformado.

9 comentarios:

La condesa sangrienta dijo...

Será por el tiempo que llevo cocinando o porque la tropa ya está crecida, que ando medio alejada de la cocina.
De la cocina como metonimia del acto de cocinar digo, ya que la cocina (el espacio) es mi lugar favorito. Allí me siento a leer, a compartir café o mates, a conversar, a comer y a mirar un poco de tele.
La cocina (el artefacto) me gusta cuando huele a pan y tortas caseras, a estofados o sopas de verduras pero no me gusta cuando debo limpiar las cicatrices que le dejan estas ricuras.
Ella, pobre, carece de nombre propio como sí tiene su nuevo pariente el microondas o microwave, su nombre más cool. Pero a él sólo le encomiendo tareas menores como calentar el café o recalentar la comida preparada con esmero por la cocina (la que cocina, que no la otra)
En fin, que en todos lados se cuecen habas. En la cocina de la cocina, por ejemplo.
Beso y buen domingo!

Magda dijo...

Hola París,

Me ha llamado la atención lo de "mañana a la mañana", que por aquí se dice "mañana por la mañana". Y me ha hecho sonreir puesto que la primera vez que oí esta expresión fue en los primeros días de colegio cuando la maestra usó esta expresión. Aunque yo hablaba y entendía el castellano la lengua de mi entorno es el catalán (uno de los varios idiomas en España: castellano, galego, euskera, catalán y podríamos seguir con el aranés...) y esa expresión, aunque la entendí, me chocó y me pregunté también el por qué repetir una palabra en la misma frase.

Del que cocina en la cocina es como el que vino a por vino, un galimatías del que nos salva el contexto.

...y sigo loca por tus dibujos.

:)

Estrella dijo...

Ahora miraré a la cocina en donde cocino con otros ojos, pobre cocina mía, que está un poco descascarada.

Me gusta revolver y revolver con cuchara de madera dentro de la gran cacerola, es un ritmo propicio para pensar lo que no se piensa en otros momentos.

Los dibujos... qué decir. No digo nada, lo mío ya es pesadez!

Ah, las fotos de Proa; allá voy!

La herida de Paris dijo...

Condesa, también en casa la cocina es un poco el centro neurálgico, donde se cocina la vida de todos los dias.

Magda acá una de las cosas que nos diferencias de la Madre Patria es el uso de las preposicionees. En cuanto a que la palabra "mañana" sirva tanto para el dia siguiente, como para las primeras horas del dia, es un misterio en un idioma tan rico como el nuestro.

Estrella, seguí revolviendo que algo bueno va a salir.

Saludos

Carlos G. dijo...

En toda familia que se precie el lugar de estar es la cocina-comedor.
Es también el lugar donde uno acostumbra a recibir a los íntimos, a los más cercanos "en familia" y, como bien acota la Condesa, el lugar donde apreciar los exquisitos aromas y disfrutar de la calidez del afecto.
¿Qué otra cosa es el acto de cocinar como no sea una demostración del afecto más profundo?

Oximorón: "cocina económica" :)

La herida de Paris dijo...

Tenés razón Carlos, la cocina es un buen termómetro del afecto. Por algo Dios se hizo alimento.
Saludos

Angie Angelina dijo...

che, El mundo de Homero debe estar interesante.
Yo volvi a Voltaire y su siglo de las luces.
Saludos

La herida de Paris dijo...

Si, el mundo de Homero tiene un sólo defecto, su extrema bevedad. Su autor Vidal Naquet es muy recomendado por nuestro común amigo Castoriadis.
Me duró un fin de semana.
Suerte con Voltaire, de quien leí hace alguno años una buena biografía de Pierre Lepape.
Saludos

Angie Angelina dijo...

Esto me hace acordar de que tengo que hacer mi Lista, como ya hicieron vos y Estrella.
Saludos