sábado, 12 de junio de 2010

Príncipe de Gales

La última vez que fui a una fiesta de 15 debe haber sido cuando tenía 16, es decir hace algo más de treinta años. Para la primera recuerdo que mi padre me compró un traje. Dado que mi estatura era muy escasa fue imposible reciclar alguno de los de mis hermanos mayores y por lo tanto la adquisición se hizo de estricta necesidad.

Con sus mejores intenciones y con el fin de quitarle a mi aspecto el aire de un sepulturero en miniatura, me compró uno que no era como el de todos los demás. Tenía un color azul claro y algo eléctrico que yacía, como un fondo marítimo, detrás de una fina red de líneas de un cuadriculado intenso. El resultado fue catastrófico ya que en esos años yo solamente quería pasar desapercibido, y mi alegre vestimenta saboteaba mi objetivo. Será por eso que nunca más me pude poner un traje sin un dejo de resentimiento.

Este sábado fuimos invitados a una fiesta de 15 y, recordando aquella situación, lo primero que sentí fue alivio. Es un signo de estos tiempos integrar a los padres en las fiestas de sus hijos, y demuestra que las distancias generacionales se han acortado, lo cual resulta saludable. Este hecho permite, además, asomarse a los comportamientos de otra generación y comprobar que si bien mucho se señala lo que ha cambiado hay otras muchas cosas que permanecen inalterables. Me resulta tranquilizador comprobar esa insistencia de la especie. Y esto se hace patente a la hora de los festejos, que aunque deberían ser un lugar para dar rienda suelta a la imaginación, demuestran cómo es difícil transitarlos sin aferrarse a un libreto rígidamente establecido.

El traje continúa siendo de rigor, pero ahora se hace un uso más libre, sin corbata y en muchos casos acompañado con cómodas zapatillas. Un uniforme que atenúa su rigor y que seguro me hubiera hecho sufrir menos con mi ambo azul francia. Las chicas, en cambio, estaban vestidas con más esmero y se parecían más a las de mi última fiesta. La liberación femenina está aquí todavía lejos y la “tortura del farsi belle”, como señala Maddalena de Coigny en Andrea Chenier, parece ejercer aún su tiranía. Compruebo que la dueña de la fiesta es la más arreglada, pero no por mucho, y se destaca sutilmente del resto. Sus amigas, siguiendo un acuerdo tácito, no buscan opacar su brillo, lo cual juzgo un gesto delicado de su parte.


El salón está decorado con una iconografía contundente, con gigantografías y proyecciones que mostraban siempre imágenes de la festejada en poses de modelo, pero con el recato conveniente a su edad. Se necesita sin duda valentía para asumir una exposición que pienso que en nuestra generación se hubiera vuelto insoportable. Estos jóvenes toleran una dosis de narcisismo importante que los pone a salvo de complejos, como el por mí sufrido otrora, enfundado en mi príncipe de gales.

Los invitados mayores nos mantenemos algo al margen, en un espacio próximo, pero apartado. El padre de la festejada, que conoce mis debilidades y es generoso por naturaleza, me convida con un excelente ”Chivas”. Prudentemente nos retiramos cuando todo en realidad empieza. En la vereda están los que no han sido admitidos a la fiesta. Flojos de papeles o sin el valor para intentar colarse, soportan su condición de excluidos, con una alegría que en algunos casos parece superar a la de los que han conseguido entrar.

De todos modos hace frío y mientras volvemos caminando, pienso que no estoy tan seguro de querer volver a tener quince años.

18 comentarios:

S. U dijo...

Herida:
¿De quién era esa frase que decía: "Los 20 años son la peor parte de mi vida", o algo así?
Yo hace MIL años que no voy a un cumple de 15 (no sé si los toleraría, entre yo y los adolescentes hay un abismo), últimamente sólo casamientos y ahora algunos bautismos.
Saludos

La herida de Paris dijo...

Ni idea quien lo dijo, pero tampoco es para tanto. "A cada día le basta su aflicción" como dice el Señor y también sus alegrías.

Saludos.

Rob K dijo...

Sí, la adolescencia no suele resultar fácil cuando uno está en ella. Me parece buena la actual mayor libertad de códigos aunque, como muy bien decís, lo central permanece fiel a una tradición (salvo cuando la homenajeada elije y recibe Disneyland a cambio).

La condesa sangrienta dijo...

Coincido.
La adolescencia es un camino difícil de transitar del que pocos salen ilesos.
Los 15 de ahora parecen más relajados que los míos, aunque seguramente se sufrirán otras cosas.
Morí de ternura con tu historia del príncipe de Gales azul, jajajaj un beso grande.

La herida de Paris dijo...

Me acuerdo cuando me fui a hacer el Servicio Militar mi hermano mayor, que ya la había hecho hace tiempo, me dijo "la colimba está buenísima, una vez que termina".

Creo que con la adolescencia pasa un poco lo mismo, antes y también ahora.

Saludos

Estrella dijo...

"Se necesita sin duda valentía para asumir una exposición que pienso que en nuestra generación se hubiera vuelto insoportable. Estos jóvenes toleran una dosis de narcisismo importante que los pone a salvo de complejos, como el por mí sufrido otrora, enfundado en mi príncipe de gales": no te imaginás lo que me identifica este párrafo. Sabés que yo no lo puedo entender, pero me parece que es una cosa muy reciente, de estos últimos años. Ni hablar de mi adolescencia, pero tampoco fue así la de mis hijos. A nosotros nos educaron en dulce montón, había que ir a la cola para esperar el par de zapatos nuevos. De solo pensar lo que significa hoy una fiesta de quince, me asusto. Qué barbaridad.

La herida de Paris dijo...

Si, por suerte los 15 de nuestras hijas mayores coincidieron con la pos-crisis del 2001, con lo cual ni siquiera se planteó el tema.

De todos modos creo que hubieramos evitado, por que el culto excesivo de la apariencia, puede tener consecuencias nefastas. Vale para fiestas de 15 y mas aún para los casamientos, ya que en las primeras hay mas tiempo para corregir ciertos desvíos.

De todos modos en el caso este, debo decir, todo se mantuvo dentro de un standard muy acotado.

Saludos

S. U dijo...

Bueno, Herida, pero cuando te casás estás cambiando de estado civil, por lo menos (ya no otras cosas como en 1950).
en cambio cumplir 15 años es un accidente cronológico.
Está más justificada la Boda, che.
Lo digo yo que soy re anti casamiento!!!

Mari Pops dijo...

y la parte del baile?? Ud. bailaba?

S. U dijo...

si la pregunta iba dirigida hacia mí, yo a los 15 iba a bailar a Palladium, Mary

La herida de Paris dijo...

Si te referís a cuando tenía 15, supongo que si. Alguna chica se habrá apiadado de mi disfraz.

Si te referís al sábado pasado, la respuesta es no. Creo que la última vez que bailé fue el dia de mi casamiento.

Saludos.

mary poppins dijo...

Palladium!!! pero eso era peligroso Angie!

S. U dijo...

POR MEDIO DE LA PRESENTE HAGO LLEGAR A UD, SR OPI "HERIDA DE PARIS" UNA SALUTACIÓN EN LA SEMANA DE SU CUMPLEAÑOS.

Angie Angelina

S. U dijo...

No, te digo la verdad, Mary, fui a UNA fiesta que organizó el programa malas compañías de pergolini del que era oyente.
jaja
No te asustes.
Abrazo

magu dijo...

Eh
le recordé a ANGIE porque está olvidadisa, pero lo sabe. FELIZ CUMPLE que debe ser o hab´ra sido en estos ´días, saludos a la familia. Ya te escribirá ANGIE, sino le tiro de la oreja

La herida de Paris dijo...

Gracias Angie y magu, el cumpleaños es recién hoy y empezó del mejor de los modos con la victoria de la Selección.

Saludos.

Gordo cincuentón dijo...

Miguel de Unamuno tenía una frase genial. Decía: "LA JUVENTUD ES UN TESORO... LASTIMA QUE ESTÉ EN MANOS TAN IRRESPONSABLES"

La herida de Paris dijo...

Pero convengamos que un poco de esa "irresponsabilidad" es lo que la convierte en tesoro.

Y ya que estamos:
"Juventud divino tesors
que te vas para no volver,
Cuando quiero llorar no lloro
y a veces lloro sin querer".

Rubén Darío

O bien:
Si querés shorar, shorá.

Moria Casán.

Abrazo.