domingo, 4 de julio de 2010

Hegel 4 – Schopenhauer 0

Una de las grandes rivalidades de la historia de la filosofía tuvo lugar entre estos dos contemporáneos del siglo XIX. Una rivalidad relativa ya que fue protagonizada por uno de los dos actores, con total indiferencia del segundo. El prestigio de Hegel hacía imposible que este siquiera se enterase de la existencia de su antagonista, que mascullaba su derrota en académica soledad. Sin embargo, Schopenhauer consideraba su olvido pasajero y no perdía el ánimo. Estaba convencido de que la historia haría justicia, pero ella es una dama que exige paciencia.

La filosofía de Hegel, como es sabido, se basa en un rígido sistema: la dialéctica. Está omnipresente y, compacta, pretende explicarlo absolutamente todo y también lo absoluto. Una máquina perfecta, sin poros ni defectos, que avanza con paso invencible. El motor que la mueve se llama razón y su acción implacable se despliega sobre la realidad como una inmensa frazada. Lo real es racional y lo racional es real. No hay lugar para más.
Schopenhauer sostenía lo contrario. Lo real es la manifestación de una fuerza oscura e insondable, la voluntad. Ella es opaca y al mismo tiempo ciega, y por lo tanto impenetrable a la razón. Solamente nos podemos poner en contacto con ella a través de los caminos sinuosos del arte y establecer contactos furtivos, aunque intensos. El método nada tiene que ver con la razón y los encargados de emprender el camino para encontrarse con ella no son los sabios ni los hombres de ciencia, sino más bien el solitario impulso del genio. Solo Prometeo puede robar algo de su fuego y traernos el destello de su oscura esencia.

Ese combate de las ideas tuvo su adaptación futbolística ayer, en el verde césped de Ciudad del Cabo. Los adalides del rector de Berlín aparecieron luciendo su negra vestimenta con ribetes dorados e hicieron desde el inicio alarde de su perfecta dialéctica. Su avance fue implacable y, como si conformaran un pesado rodillo, aplastaron todo a su paso sin dejar espacio a ninguna argumentación. Los tibios intentos de sus oponentes fueron rebatidos con una contundencia que los dejó pasmados, y a sus seguidores abatidos. Hegel una vez puesto en movimiento no admite ser refutado.


Los que defendían los colores de Schopenhauer fueron evidentemente tomados por sorpresa y nunca pudieron sobreponerse del todo del primer golpe recibido demasiado tempranamente. Fieles a su mentor, confiaban encontrar salvación en el genio, pero este parecía, esa noche, incapaz de brillar. Los genios, se sabe, no obedecen a los caprichos del deseo y su acción no responde a patrones establecidos, más aún, estos anulan sus posibilidades. La derrota fue inapelable, pero no deja de ser esporádica. Schopenhauer y nosotros sabemos que la historia nos espera.

Hoy nos toca rumiar la derrota en las solitarias aulas de nuestra recóndita tierra, pero no desesperamos. Los sistemas nunca son tan frágiles como cuando lucen invencibles. Será cuestión de esperar que un genio desnude su impotencia, como en el ´86.

7 comentarios:

Rob K dijo...

Qué sutileza la suya. Lo penoso es que para desnudar nuestras evidentes carencias no hizo falta recurrir un Hegel, bastó un Schweinsteiger.

Nuestra criolla cultura, me parece, descree de las virtudes de cualquier sistema, siempre espera la salvación instantánea por un golpe de genio. En fútbol, que no deja de ser juego, a veces la historia nos da la razón. En otros campos no, pero misteriosamente insistimos en nuestra convicción.

Cristal dijo...

Muy buen post. Andamos muy tristes para comentar algo más... Saludos.

S. U dijo...

Sigamos hablando de Ffía, ya no quiero hablar de fútbol.
Saludos
Angie

La herida de Paris dijo...

Rob, Martín, Angie, este magro intento filosófico solo pretende mitigar tanto dolor.

De todos modos no creo que debamos convertirnos en alemanes (futbolísticamente), sino mitigar nuestra dependencia de la accion individual. Espero que aprendamos y que no nos pasemos al otro lado.

Debería haber una via intermedia entre Bielsa y Maradona. Lástima que para llegar a ella se deba pasar indefectiblemente por Grondona.

Saludos

Estrella dijo...

Qué buen post, opi. Seguimos tristes, tan tristes, que ayer una de mis hermanas dijo que tenía la esperanza de que quizás, tal vez, todo había sido un mal sueño.
Me gustó también el comentario que dejaste en mi blog: "Hay algo de belleza en la derrota, una especie de solidariad, que ni siquiera el triunfo tiene".
¿Sabés que sí?

La herida de Paris dijo...

Estrella, no fue un mal sueño sino mas bien un durísimo despertar.

Lo increíble no es tanto la desilusión, sino como somos capaces de recobrar intactas las ilusiones cada cuatro años.

Saludos

S. U dijo...

No, ni loca me hago "alemana".
Pero creo que es una conjunción de lo que decimos todos: vos, estrella y todos.