sábado, 4 de septiembre de 2010

Vida de tostar

De todos los "electrodomésticos" es quizás la tostadora el más adecuado para ensayar un elogio de la simpleza. Me refiero a las viejas, que permanecen idénticas desde mi infancia, aquellas que utilizan la energía prestada de una solidaria hornalla para cumplir su humeante y feliz cometido. Son pocas las cosas que consiguen tanto con tanta escasez en el origen. Su función no es producir grandes transformaciones en los elementos que a su calor se confían, solamente su cometido se reduce a una pátina. Con ella lo superficial se hace profundo. La vieja tostadora es el Deleuze de la cocina.

Podría decirse que su esencia es meramente distributiva. El fuego punzante se derrama en su superficie y suaviza su efecto, metáfora perfecta de un socialismo real. Enemiga de desigualdades extremas, que arruinarían su cometido, rechaza la violencia que transforma la estructura de las cosas. Su acción respeta el fundamento del pan y se inclina ante su prestigio bien ganado. En su cuidado pareciera recordarnos siempre que esa fue la materia elegida por Dios para quedarse entre nosotros.


Sin embargo, el trabajo que realiza está lejos de ser inocuo. Se trata, nada menos, de sumar a la perfección una condición superadora. El pan con ella se vuelve más complejo y en él se distingue la crocante superficie que esconde un interior humeante y tierno. La muelle plataforma de la miga se convierte en una superficie rígida. Pista de aterrizaje que, luego de ser lubricada con manteca, espera el descenso colorido de alguna mermelada o el dulzor argentino del dulce de leche. Hay un abismo esencial que separa a una anodina rodaja de pan de una tostada.

Como todo lo que tiene existencia superior, se compone de dos partes: un fino cuerpo de chapa que soporta una serpenteante alma de alambre. Un dispositivo primitivo, pero que tiene la compensación de lo irrompible. El nuestro nos acompaña desde los albores de nuestra vida familiar y luce desvencijado pero entero. El tiempo le hizo perder su escuadra, y cuerpo y alma conviven en un desajuste irreversible, que de todos modos no le impide cumplir con su misión cada mañana. Su casa es el horno, especie de oscuro conventillo que comparte con negras asaderas y pizzeras que trabajan solo los domingos.


Yo la prefiero a su versión eléctrica, porque me parece que el pan no puede tratarse despreocupadamente. No quiero olvidarme de las tostadas y esperar abúlico que las mismas vengan eyectadas por una insensible máquina. Me gusta mirarlas, darlas vuelta ansioso y aceptar el riesgo de fallar. Vivir con el peligro de que una distracción pueda conducirnos al fracaso teñido de un negro olor a quemado. La anciana tostadora nos recuerda desde temprano que la existencia es un frágil equilibrio, atado con alambre.

Por último, pero no menos importante, quisiera destacar su disposición a recibir todo tipo de pan. Mientras las modernas aceptan solamente de buen grado el geométrico pan lactal, la nuestra recibe como una madre pródiga con idéntica alegría tanto las sobras de un aristocrático mignon como los despojos de una rastrera flauta. Su naturaleza es inclusiva y deja sin efecto la necesaria discriminación del panadero.

En su fuego lo que era considerado perimido recibe una nueva vida. El pan resucita en forma de tostada.

12 comentarios:

Mary pops dijo...

Me emociono Opi
estoy cenando en el conjunto hisrorico monumental de Caceres, Extremadura considerado patrimonio de la humanidad y entre lo que vi y ru reflexion me has provocado el final de un dia heemoso
eso si, extremaduramente caluroao, 40 graditos.

Lo que escribio es tan perfecto que no tengo mas que agregar. Lo volvere a leer antes de dormir
gracias

Estrella dijo...

Cómo se puede escribir así pensando en una vieja tostadora. Me gustó tanto. Como el dibujo, con cuchillo de mango verde y todo.

Te aseguro que así como me hacés mirar las torres de la ciudad con más cariño, ahora sos el culpable de mi nuevo idilio con la vieja tostadora. Como la tuya, habita en el horno, junto a asaderas varias. También está golpeada, en falsa escuadra... pero qué manera de tostar :).

La espera es fundamental para retirar el pan en el momento justo: ni muy muy ni tan tan, pero si tengo que pecar de algo, prefiero sacarlas antes y no después.

Cómo será de buena la oda a la tostadora, que mary volverá antes de dormir para volver a leer. Yo copio y guardo, en mi carpeta de lo que me gusta mucho.

La condesa sangrienta dijo...

Estos rescates que hacés de lo cotidiano, son maravillosos.
Devolvés a lo habitual, el prestigio de lo simple, práctico y sencillo.
Mi tostadora perdió la escuadra y finalmente se perdió en algún campamento, ahora utilizo la plancha de los churrascos (porque no hago churrascos con la plancha, ja).
Nada puede compararse al aroma de las tostadas para acompañar el café de la mañana.
Beso y feliz descanso

Lánguida crónica dijo...

si cuento que en tu romántica tostadora intentamos cocinar patys el post se va de pista, no?? yo soy de las que han vuelto a la vieja tostadora, y también de las distraidas que no importa cuanto intenten concentrarse, las tostadas terminan invariabnlemente quemadas. aprendí a que me gusten así!!

Rob K dijo...

Hay un abismo esencial que separa a una anodina rodaja de pan de una tostada.

Hay un abismo esencial que separa a una anodina observación cotidiana de esta luminosa, poética reflexión suya.

Saludos, ¡y buenas tostadas!

La herida de Paris dijo...

Mary, me parece que la que está en una tostadora sos vos. 40°.

Estrella, me alegro que haya servido para reanudes el idilio con la tostadora.

Condesa, veré si algún dia le encuentro un costado poético a la plancha de bifes. Difícil.

languida tus patys "a la tostadora" pertenecen a la mitología familiar.

Rob lo cotidiano es siempre inspirador, basta un poco de atención.

A todos muchas gracias por la bondad de los comentarios.

Saludos

Cristal dijo...

Qué bueno cuando se puede sacar tanto jugo de una simple observación cotidiana (jugo y tostadas, casi un desayuno americano). Muy bueno.

La herida de Paris dijo...

Voy a ver si consigo unos huevos revueltos.

Gracias Martín.

Magda dijo...

Precisamente ayer puse en la mesa la tablilla eléctrica que permite ir haciendo el sandwich caliente. Apetecía ahora que vamos entrando en días más fríos...

...al contrario que tu, mi querido París.

:)

La herida de Paris dijo...

Magda, ¡sandwichera eléctrica!, eso si es Primer Mundo. Es verdad acá tuvimos un fin de semana a pleno sol, adelanto de primavera.

Saludos.

Juan Ignacio dijo...

Leo tambien esta entrada. Otra recomendada de Esperando Nacer.

"Yo la prefiero a su versión eléctrica, porque me parece que el pan no puede tratarse despreocupadamente".

.Frase para agendar

La herida de Paris dijo...

Recomendación que vale también para el vino y para darle a todo un caroz eucarístico.

Saludos.