lunes, 7 de abril de 2008

El eterno oficialista

Tengo una debilidad, soy oficialista. Esta no es una posición estratégica, lo soy por naturaleza. Tampoco es el producto de una fina ponderación de la realidad, menos aún del cálculo, lo soy esencialmente. Una manera que, como toda esencia, no reconoce grados, los cuales, como enseñara el sobrio profesor estagirita, constituyen un privilegio de lo accidental. No lo soy ni en más ni en menos, no reconozco circunstancias. Y aclaro que de mi posición impertérrita tampoco obtengo beneficio alguno, la conveniencia es ajena a lo sustancial.

Tengo de todos modos mis razones para serlo, porque mi condición procede de una libre elección. No me quiero escudar en el escondrijo que otorga la necesidad. Estas razones tienen que ver con mi carácter, en donde predomina una cautela que se podría confundir con cobardía. También las hay que se apoyan en una estética que me hace apreciar el sutil devenir de los sucesos. Disfruto las tendencias que se descubren lentamente y las pendientes cansinas. Lo confieso, lo abrupto me da miedo.


Descreo también de las teorías que privilegian el cambio por sí mismo. Señalar que cambiar es una ineludible mejoría es una afirmación por lo menos liviana. Así lo prueba a cada rato nuestra historia, personal y nacional. Sólo los resultados confirman el acierto de una nueva dirección. El único cambio con resultado de éxito asegurado es el que nos encamina a Dios, y tiene un nombre específico: conversión. Y su eficacia se basa no en la acción, sino en su Destino.

Confieso, con espanto, que hubiera estado del lado de los que condenaron al Señor. Hubiera acompañado los titubeos de los Luises y el tímido Cabildo del 22 de mayo. Me hubiera quedado en casa el 17 de octubre y también el 16 de junio. La única vez que fui a la Plaza fue para apoyar la guerra de Malvinas y todavía me avergüenzo. Nunca más volví. Las cacerolas de mi casa están planas como espejos y nunca conocieron el rítmico golpetear de la protesta.

Tampoco es que todas las virtudes estén del lado de las revoluciones. Perseverar plantea una dificultad que muchas veces reclama, al menos, la honestidad de soportar nuestros errores. También es cierto, a mi favor, que las triunfantes asonadas, pronto retrotrajeron las cosas a situaciones muchas veces peores que las que motivaron sus acciones. Desconfío más del bronce de los héroes que del silencio de los mártires.

Hoy está de moda la queja, aun de aquellos que deberían encabezar la lista de agraciados del destino. Es la era del reclamo fácil que, a veces altisonante, hace perder la proporción de nuestros males. Se llama a la participación para oponerse a los oscuros poderes que nos oprimen, y que no son otros que aquellos que nosotros mismos elegimos. Motivos nunca faltan, pero estos pueden ser en ocasiones la usina de un resentimiento mezquino.

Yo considero las dificultades que trae el ejercicio del poder y las respeto. Considero también los límites de quienes están a cargo y los miro más con pena que con odio. Estar desprovisto de poder es también un privilegio que pocas veces paladeamos. Por algo, cuando Dios decidió venir entre nosotros, eligió hacerlo en la pobreza, entre otras cosas para no cercenar su libertad. Permanezco abrazado a los fríos atributos de un oficialismo genérico, con la firme esperanza de que lentamente se puedan corregir sus evidentes calamidades. No cuenten conmigo para apurar el paso.

2 comentarios:

Lánguida crónica dijo...

Buenísimo, opet!!! con pocos posts me sentí más identificada. celebremos igual que haya opositores porque parte de esta esencia que describís se apoya en el equilibrio. la democracia gozaría de mejor salud con una oposición fuerte, con críticas serias y genuina vocación y apertura a los cambios que sean necesarios...

Anónimo dijo...

Hay un excelente álbum de Tom Waits que se llama "Small changes", que podría haber sido el resumen de lo que quiero decir. En cuanto a la oposición, creo yo también que es una de las claves y creo también que mientras Carrió esté ahí, va a ser muy dificil que se estrucuture algo interesante. Ya lo discutimos alguna vez y la seguimos con una cervecita cuando quieras.
Beso