domingo, 24 de agosto de 2008

Nido vs. Cubo

El juego olímpico es básicamente una competencia múltiple, que abarca ciertamente más que lo estrictamente deportivo. Compiten países, marcas de ropa deportiva, idiosincrasias políticas, modelos culturales, esquemas organizativos y subterfugios químicos. También los edificios entran en la competencia y ha llegado la hora de juzgarlos.

Se podrá aducir que no estoy en condiciones de hacerlo. No estuve en Pekín, y esto es un impedimento importante. La arquitectura es una de las disciplinas que para ser juzgadas merecen ser vistas en vivo. Pero calculo que podré defenderme con las armas que brindan los conceptos y con los limitados elementos de una experiencia mediatizada. Haré lo que pueda con las imágenes recibidas, que fueron múltiples, y me consolaré pensando que los edificios que aquí se enfrentan fueron concebidos más para ser vistos por televisión que visitados. El número de asistentes, aunque grande, es exiguo frente a la teleplatea mundial. Sólo esta justifica tamaña inversión.

Mi análisis se concentrará en la comparación de los dos grandes colosos que la arquitectura ha producido para la ocasión. Me ceñiré estrictamente a la final, y dejaré de lado las aburridas ruedas clasificatorias y el consuelo del bronce. Acá, frente a frente, tendremos a las máximas estrellas, que estuvieron desafiantes durante estas tres semanas, separadas por unos pocos cientos de metros. Los contendientes, es sano recordarlo, se enfrentan en una perfecta paridad de condiciones, con las armas de una tecnología sorprendente y el común objetivo de producir el asombro por sobre todas las cosas.

Como sucede antes de un gran enfrentamiento, hubo declaraciones a la prensa que es preciso tomar en cuenta en su real dimensión. Fueron éstas diplomáticas, con intercambio de elogios protocolares, que hablaron de referencias recíprocas. Sin embargo, parece evidente que ambos representan dos modos irreconciliables de entender la arquitectura y también la vida. Son propuestas sustancialmente diferentes, de esas que hacen difícil la neutralidad.


El Nido es un ejemplo de lo que Robert Venturi planteara en los ’60 como tipología típicamente posmoderna: “el tinglado decorado”. Es decir, una caja neutra a la cual se le adosa la simbología. Pero en este caso las cosas se complican, ya que es la estructura la que en su desmesura se transforma en decorado. Se asiste a un juego de espejos invertidos donde lo accidental toma el lugar de lo sustancial. El resultado es impactante, pero inevitablemente fatuo. La desilusión se descubre cuando, desde el interior, el estadio presenta su aspecto, totalmente alejado de lo que su ampulosa exterioridad prometía.


El Cubo, en cambio, abreva su fuente en aquella tradición moderna en donde el interior y el exterior se corresponden con una lógica indestructible. Todo aquí parece gobernado por una idea que se aplica con coherencia y tenacidad para producir un efecto que sea simple. La metáfora del agua parece obvia, pero, desplegada en toda su potencia, es de una poesía devastadora. Brilla aquí con todo su esplendor aquello de que “menos es más”. Y también se expresa cuánto es arduo el camino de la síntesis.

La sólida verdad del elemento, de donde según Tales surge el Universo, triunfa sobre la precaria lógica de un hornero frívolo y dispendioso.

4 comentarios:

Lucía dijo...

Hola Opi, te escribo porque estoy interesada en una fuente que mencionastes el año pasado, pero que yo descubrí ayer.
Me refiero al artículo que haces referencia en colación a Palladio, dices Communio, año 2, nº1, marzo 1995.
yo soy de España, y claro no tenemos esa edición, pero estoy muy interesada por el artículo y su autor si me pudieras facilitar algunos datos más te lo agradecería.
Enhorabuena por el blog.
un saludo

La herida de Paris dijo...

Lucía, el autor de ese artículo no es otro que yo mismo y lo que está en el blog es la transcripción completa de su contenido publicado en "Communio". El mismo es un resumen de una charla que di en la Dante Alighieri de Buenos Aires, hace ya muchos años. Me alegra que te haya intresado y si puedo serte útil en algo, avisame.
Saludos y gacias.

Anónimo dijo...

Herida, apenas descubro tu blog. Acabo de leer la entrada sobre los estadios olímpicos.

No soy arquitecto ni nada que se le parezca, y tampoco he ido a los JO de Pekín, pero la arquitectura me gusta por afinidades
múltiples.

Así, desde mi ignorancia y también desde mi fervor, me atreveré a decir que coincido con tu juicio.

Es gratificante saber que un arqui opina lo mismo que uno anduvo rumiando sin asideros técnicos.

Felicidades por el blog. Seguiré visitándote.

La herida de Paris dijo...

Lord, conocido de otros parajes, te doy la bienvenida. Qué coincidas en este caso con mi punto de vista me alegra, pero esta no es condición para que deambules por acá a tu gusto, aún en el discenso mas acérrimo.
Abrazo.