domingo, 21 de septiembre de 2008

Lugares del alma: 1/ Galilea

La naturaleza fue pródiga con ella, porque siempre lo es con las orillas. Riqueza manifiesta en la diversidad de gentes que confluían en un valle fértil. Praderas que descienden onduladas, en una pendiente de trigo que el viento arrulla con una mano suave. Bajan hasta perderse en un lago que recuerda un arpa y que, algunos días, un enojo de viento lo convierte en un mar imprevisto de olas. De su entraña nace el río sagrado que, haciendo un tajo en la tierra, va a terminar en el mar que lleva el nombre final. Un pequeño monte de cabeza plana domina la provincia desde su altura escasa, hasta allí, a veces, se llegan las nubes con su húmeda frescura.

No sobresalía allí una ciudad, si no que, más bien, había un rosario de pequeñas aldeas que imagino de una blancura algo sucia. Las más prósperas se sustentaban con los esquivos peces que la astucia arrancaba al lago. Otras, interiores, se desparramaban entre sembradíos que parcelaban la geografía con cultivos que trabajosamente se extraían de una tierra rica pero avara. El clima es amable, pero los calores fuertes obligan a aprovechar las primeras y las últimas horas del día. Las noches, en cambio, sufren la proximidad helada de un desierto que invita al retiro.


Ubicada próxima al Mediterráneo, desde donde llegaba el bullicio de los animados puertos fenicios. Una región de frontera, surcada a menudo por comerciantes que pasaban a Oriente y que regaban la tierra con la riqueza de estiércol de sus caravanas. La pureza religiosa había sido contaminada como así también el acento, endurecido por la mezcla de lenguas de sonidos indómitos. Sus habitantes se hacían reconocibles por el habla empastada y por sus ademanes rústicos. Eran hombres fieles, pero de una religiosidad desaliñada y poco atenta a los detalles. Padecían de ese tipo de desprecio que se aplica, no a lo distinto, sino a lo defectuoso. Su destino estaba sellado por un refrán que, como una sentencia, clausuraba el futuro: “De allí nada bueno podría salir”.

Galilea es también un lugar en mi alma. Enuncia, antes que nada, la importancia de asumir los riesgos del contacto con lo ajeno. Necesidad de abrirse a costa de inseguridades, para preparar un terreno que quizás sea fértil. Es allí, en esa frontera, donde el mensaje es pronunciado. Sólo en esa confusión de lenguas es posible que resuene la Palabra. Una fisura en la despareja geografía de mi espíritu hace posible la escucha. Aquí también se habla un dialecto duro. Quizás el balbuceo del creyente sea motivo de burla, pero la fe rehuye las claridades que la razón entrega.

También este es un paisaje que amo, el de los días tranquilos. Las iniciales mañanas del anuncio, cuando todo parece posible. Aquellos días en que aún no se dibuja el rostro que tendrán mis derrotas. El sitio donde las esperanzas nacen bajo el signo de lo nuevo, dispuestas a enfrentar los oscuros augurios de mi propio escepticismo. Aun cuando me asista la certeza de que, tarde o temprano, el mar se agitará, yo sé que Él vendrá sobre las aguas.

4 comentarios:

Lagarto dijo...

Como si hubiera sido escrito para mi: "Galilea es también un lugar en mi alma. Enuncia, antes que nada, la importancia de asumir los riesgos del contacto con lo ajeno. Necesidad de abrirse a costa de inseguridades, para preparar un terreno que quizás sea fértil. Es allí, en esa frontera, donde el mensaje es pronunciado".
En definitiva de eso se trata: abandonar nuestros lugares de comodidad y de seguridad y salir al Encuentro.
Un abrazo y muchas gracias.
Te dejo mi blog para que pases si queres... www.todocomun.blogspot.com

La condesa sangrienta dijo...

"El balbuceo del creyente es motivo de burla" muy especialmente cuando se expresa en medio de las mil lenguas de la blogósfera. Lo he padecido. Pero, también debo reconocer que el discurso sostenido por la fe, a la larga es escuchado con respeto.
Beso grande

Estrella dijo...

La naturaleza fue pródiga con ella, porque siempre lo es con las orillas... empiezo a leer y ya me gusta. Y todo lo que sigue me gusta. Como también ese dibujo bellísimo, y ese (1), que anuncia más y más lugares del alma. Acertadísimo el juego de palabras: orillas, fronteras, bordes, entrañas, ajenidad.
Opi: un texto entrañable.

La herida de Paris dijo...

Lagarto, ya anduve por tus pagos. Yo también detesto el baile.
Condesa y Estrella, gracias por la fidelidad y los elogios.
Seguiremos con los balbuceos.
Saludos.