domingo, 16 de noviembre de 2008

Banana Republic

En primer lugar está su diseño perfecto que se funda en la practicidad, demostrada en la extrema simpleza con que se consume. Mientras otras necesitan de trabajos quirúrgicos, que obligan al uso de utensilios múltiples para el retiro de sus despreciables coberturas, ella no pide más que una rudimentaria destreza manual. Un golpe seco que desnuque el cabo y un lento deslizarse de pétalos amarillos, bien circunscriptos por góticas nervaduras.


Su cobertura se retira sin dar posibilidad de duda. El límite entre contenido y continente tiene una separación cartesiana, que no deja espacios para grises. La sequedad proverbial aleja el peligro de algún líquido artero, presente en otros frutos de consistencia más obscena. Por último, la cáscara que, liberada de su oficio protector, guarda en su seno un humor sencillo y contundente, con la posibilidad de inverosímiles patinadas.


Es discreta. No deja rastros de su presencia, al contrario de aquellas delatoras que nos persiguen con las huellas de su aroma entre las uñas. La ausencia de carozo es algo que despierta la confianza de lo unívoco. Su interior no guarda el secreto de una descendencia que es el sueño de la eternidad de toda especie. En ausencia de semillas visibles, su reproducción permanece oculta en un casto misterio.


También es honesta. Los pecados de su interior se reflejan con un noble anochecer que se delata en la superficie de su blanca epidermis. No es como otras, en las que la cáscara nada nos dice de su interior, para sorprendernos luego muertas como tubérculos o con un agua insípida en lugar del esperado jugo. Ella, en cambio, espera paciente en una frutera arrumbada que su verdor ceda al fino amarillo y protesta su olvido con callada negrura.


A la hora de servirse, si se quiere esquivar el modo de nuestros antiguos primates, se presta al juego y es la alegría de los niños en improvisadas calesitas. Es generosa a la hora de los maridajes y acepta gustosa la compañía de la sencilla azúcar al azar espolvoreada, de la crema inmaculada o del más argentino dulce de leche. También puede cambiar sin esfuerzo su consistencia y ser humildemente pisoteada para convertirse en un néctar cercano a la olímpica ambrosía. O sucumbir a la atroz violencia de la licuadora para apagar una sed que no desdeña el nutrimiento.
Una vez un compañero de trabajo, en Italia, me contó una historia tremenda. La de un patógeno microorganismo escondido en el cabo que había provocado la enfermedad y posterior muerte de un pariente. Un ínfimo gusano ecuatorial habría resultado letal para este europeo altanero, que sucumbió a una añeja venganza tejida bajo un sol de perpendiculares rayos. Una reacción justificada en siglos de desprecio por la tierra en donde brotan los árboles que le dan vida y la cobijan bajo hojas grandes como techos.


De todos modos, nunca creí del todo aquella historia, la cual puse en seguida en el renglón de las calumnias a este noble fruto. Seguramente fue el producto de un resentimiento cítrico. Una más de las humillaciones que continuamente se despliegan hacia este dorado hijo de los trópicos. Como aquella que une su nombre a la frágil consistencia de las jóvenes y soleadas repúblicas que crecen vecinas a sus plantas. No le temo al escarnio, y me declaro orgulloso y feliz de compartir con ella una nación y también un destino. El de ser bananero.

7 comentarios:

El Cochinillo exquisito. dijo...

En mi infancia, fue pisada y con miel, y recuerdo a mi madre cantandodome canciones increibles, ya de grande, sumamos dulce de leche y sobremesa, y mi padre disfrutando un vaso de vino y su inolvidable sonrisa suave; hoy, cuando recurro a sus virtudes, no puedo evitar recordar la candorosa felicidad de aquellos años.

Exquisitos saludos, y gracias por las letras.

Anónimo dijo...

Interesante y agudo relato para mostrar el amor, del autor, por la banana. Interesado en los frutos del plátano ha hecho una interesante apreciación utilitaria.

La herida de Paris dijo...

Le doy la Bienvenido a Pepe, conocido de otros pagos y un saludo a Cochinillo, viejo amigo de la casa.
Estoy preparando otras frutas con la idea de conformar una refrescante ensalada para sobrellevar los calores.
Gracias a ambos por pasar.

Anónimo dijo...

¡qué lindo te ha salido esto! cuántas sutilezas en la descripción! Ya mismo lo estoy imprimiendo para mostrárselo a dorima: no puede vivir sin ellas, va a disfrutar mucho saborear este tributo inesperado y sabio.

Estrella dijo...

¡Se viene la ensalada de frutas!
Maravilloso, espero, entonces las uvas, que son mis preferidas.

Estrella dijo...

Opi: ¿me puedo llevar uno de tus dibujos para el post de mañana? (no veo un mail, por eso te pregunto por acá).

La herida de Paris dijo...

Por supuesto, es un honor,todos mis diujos están a tu entera disposición.
Saludos.