sábado, 7 de marzo de 2009

Post Ortega

Recuerdo exactamente el día en que empecé a lidiar con la filosofía, una soleada mañana de invierno muy cerca del cielo. Lo que no recuerdo es por qué se jugaba aquel domingo de mañana. Fue en la tercera bandeja de la Bombonera, popular visitante, con el sol al revés que extrañamente cegaba a los fervientes habitantes de la doce. El rival, San Lorenzo; el resultado, derrota 3 a 2, con un golazo del Pipo Gorosito.

Allí le pregunté a mi hermano, mientras esperábamos el dilatado inicio del juego, la diferencia esencial entre Platón y Aristóteles. Su respuesta no me convenció entonces, ya que consistía en sostener que eran más o menos lo mismo. Sólo muchos años después comprendí que era mucho más profunda de lo que en ese momento sospeché. El Ser o la Nada era para él la verdadera oposición. Yo en ese momento estudiaba a Palladio y me servía una diferencia específica que explicara el furor platónico del Renacimiento, pero como buen abogado mi interlocutor se escapó por la tangente. De todos modos, su línea me llevaría, más tarde, más lejos de lo esperado. Una verdadera línea de fuga.

Así, sin saberlo, aquel albor xeneize había sido inoculado con el virus del descontento perpetuo que producen las respuestas. En el pórtico de inicio me esperaba, sin solemnidad, Ortega, y arranqué tomado firme de su mano. Primero fue la “Rebelión de las masas” en una edición chilena barata, luego los mínimos ejemplares amarillos de “El arquero”, que el mismo hermano me pasaba y yo prolijamente devoraba, famélico hasta la indigestión.


Un día en casa de alguien vi los doce rojos tomos de editorial Alianza, y juré que trabajaría incesantemente hasta que fueran míos. Convertibilidad mediante, lo logré luego de varios años y de generosos aportes. Hoy lucen como si el imprevisto vuelo de la capa de un torero cruzara mi biblioteca. A ellos recurro con insistencia, seguro de encontrar el mismo inconfundible placer de aquellos primeros pasos. Leer a Ortega es en primer lugar una experiencia estética, que consiste en contemplar la esquiva belleza que encierra el pensamiento.

Su prosa es de una consistencia fluida e ingresa en la mente como una bebida refrescante que baña los lóbulos del cerebro. Escritas en el mejor castellano, sus páginas son siempre brillantes, coloridas de ejemplos que como pinceladas de Goya moldean las ideas hasta que estas se presentan con claridad evidente. Ortega es un sublime prestidigitador de la lengua, para quien las palabras son galeras de donde se extraen conejos azorados de significado. Todo en él tiene el entusiasmo que contagia la serena algarabía que despierta la aventura de conocer.

Ortega es un pensador omnívoro, todo es materia apta para ser penetrada por la luz de sus ideas, para él no hay temas menores. Quizás esta, su vastedad temática, sea lo que haga pensar que sus ideas no tienen profundidad, pero este es un error. Su filosofía de la existencia es honda, y está regada además de un sano realismo muy español, que la distingue de sus brumosas parientas nórdicas. Sin embargo, tiene el terrible pecado de ser transparente. No existen en él esas oscuridades que asustan, ni reclama para ser comprendida iniciación alguna. El problema con Ortega es que en él, se entiende todo. Un pecado imperdonable para los eruditos, pero una gracia infinita para los legos.

12 comentarios:

Estrella dijo...

Una terrible confesión: cuando pasé por acá el otro día, leí a vuelo de pájaro el texto y focalicé en palabras como #bombonera, la doce, San Lorenzo, golazo..." y entonces pensé que, como venías hablando de los deportes, le había tocado el turno al fútbol. ¡Pensé en Orteguita y no en Ortega! Qué verguenza...
Ahora vuelvo y leo de principio a fin, mientras me río de este malentendido.
Eso me pasa por pasar a las apuradas (la verdad es que tuve unos días de mucho trabajo).

Tendré que leer a Ortega, entonces, aunque sea tan pero tan transparente.
Saludos!

La herida de Paris dijo...

El burrito también merece mi admiración, así que no hay por que avergonzarse.
Saludos

Angie Angelina dijo...

tambien existe el clan ortega de artistas, cantantes, cineastas y afines.

La herida de Paris dijo...

Del capo del clan Ortega (Ramón) se conoce una profunda definición de la felicidad.
La Felicidad: ja,ja,ja,ja,ja.
Saludos

Mari Pops dijo...

wow, a la miercoles!!!
que bien escrito
No puedo comentar a este nivel me quede en la platea de la cancha.

Me interesa que opines sobre lo que escribi Y creo que te hare mencion en el post despues de leer esto.
saludos

La herida de Paris dijo...

Gracias Mary, acá no hay plateas, jugamos todos. Después me doy una vuelta por allá.
Saludos

La condesa sangrienta dijo...

Como dijo el gran filósofo contemporáneo "la base essstaaaá" y un partido de fútbol bien puede dar el puntapié inicial a la aventura de pensar.
Beso grande

La herida de Paris dijo...

Condesa, seguramente, conociendo tus inclinaciones me imagino que te acordarás de ese partido. En fin, eso muestra que también se puede pensar en la derrota.
Saludos

Cocorastuti dijo...

09:50 a.m. 27/03/09
OPI

¿Por qué no están fechados los comentarios?
Mi estimado amigo Opi, (dejame considerarte amigo), yo tambien pense en el burrito, después en el autodidacta tucumano y mas tarde en unos pinguinos orejudos. Muy al final en ese gran Ortega y Gasset, en los dos. No he leído toda su obra pero me encanta su claridad. Se dice que en el mundo de la filosofía, Schopenhauer es subvalorado por lo mismo.

¿Qué opinas sobre lo que decía Borges de Ortega: "su correcto pensamiento necesitaba de una persona que se lo escribiera bien"..?

La herida de Paris dijo...

Carlos, no se lo de las fechas. El blog lo edita mi mujer, yo soy totalmente ignorante de su funcionamiento.
Borges, curiosamente admiraba mucho a Shopenhauer, que como vos decís es menospreciado por su claridad. En fin, para mi la única axplicación par ajustificar su comentario, es que se estaba refiriendo del burrito...

Anónimo dijo...

Uy, no me había dado cuenta de que no estaban las fechas en los comentarios, ya las puse.
Gracias, Cocor.

Cocorastuti dijo...

O era una broma de Borges.

Gracias a María: si no, uno anda como perdido en el tiempo. Muy atenta.

Carlos.