sábado, 18 de diciembre de 2010

Las horas del verano

Tengo siempre a mano El origen de la obra de arte de Heidegger, al que continuamente vuelvo. Texto brevísimo pero de una profundidad que se intuye notable, sobre el que hay que avanzar en oleadas sucesivas muñido del lápiz como si fuera una espada. Un recorrido insistente que lleva más de 15 años para desandar una y otra vez las escuetas páginas, que no llegan a 100.

En el comienzo Heidegger se pregunta si es el artista el que hace la obra o bien la obra la que hace al artista. Y por último, cómo es que el arte hace a ambos. Se establece así un primer círculo de conceptos que se persiguen sin alcanzarse jamás. En seguida se plantea un segundo círculo, esta vez integrado por la trilogía cosa, útil y obra y las preguntas sobre las relaciones de cada uno. La obra que es cosa pero es al parecer in-útil, el útil que es un poco cosa pero no es del todo obra y al final el célebre análisis sobre la “cosidad” de la cosa.

Heidegger no rompe sus círculos, los hace girar a gran velocidad, como esos malabaristas chinos, sobre endebles palillos, para que de su movimiento surjan los conceptos. Y vaya que aparecen si uno consigue no marearse. Como si fuera un médico, Heidegger, cuando parece que nos abandonan los sentidos, nos da un “Dramamine”, es decir un ejemplo. Los zuecos de Van Gogh, el templo de Paestum o alguna poesía de Hölderlin impiden que estrellemos nuestra cabeza contra el suelo.

Mucho más fácil, pero con similar efectividad, aborda esta madeja de problemas Olivier Assayas en Las horas del verano, que están dando en el cable en estos días y que vi ya repetidas veces con el sistema “collage”. Primero la última hora, después los primeros veinte minutos, finalmente desde el cuarto de hora hasta casi el final, con interrupciones. Un sistema parecido al utilizado para abordar a Heiddegger.


La historia es la de la una señora que muere dejando a sus hijos un importante legado de objetos de distinto valor, empezando por una casa en las afueras de París. Sin embargo, la historia no es tanto la de sus personajes, sino más bien la de esas cosas en relación con ellos. Cómo las cosas van revelando lo que esos personajes son: cada uno de los tres hijos, las cuñadas, los nietos, el ama de llaves, los técnicos del museo, los entendidos, los funcionarios, el abogado de las sucesión y también los visitantes de los museos donde algunas de esas cosas van a parar.

La película también es un ensayo sobre las cosas en sí mismas. Cómo la misma cosa es a veces útil, otras obra y muchas otras simplemente cosa sin más que su mera “cosidad”. El florero guardado, olvidado en la alacena es el mismo que en un apuro es sacado para recibir las inesperadas flores y también es el jarrón Bracquemond exhibido en el Quai d’Orsay ante la mirada distraída de los turistas.

En definitiva, Assayas y Heidegger reflexionan al unísono sobre el arte, ese magnífico y misterioso dispositivo que convierte las cosas y a veces los útiles en obras. Obras que son en su esencia portadoras más de belleza que de verdad, o mejor, son bellas en tanto son portadoras de verdad. Una verdad que sirve para conocernos y reconocernos, una verdad existencial, porque produce, además, un aumento de nuestra vitalidad. En el caso de Assayas, esta situación se hace particularmente potente, ya que su reflexión sobre el arte es, a su vez, también –a mi juicio– una magnífica obra de arte.

Una maravillosa perla encontrada en el mar del zapping, justo cuando también llega para mí “la hora del verano”.

11 comentarios:

La condesa sangrienta dijo...

¡qué sería de nuestra vida sin el Arte!
Superar la simple 'cosidad' de las cosas y re-crearlas como objetos estéticos, revela esa 'imagen y semejanza' que nos permite participar.

Un beso enorme mientras llega tu 'hora de verano' en Miramar.

La herida de Paris dijo...

La "participación" es una de las claves agustinas para entender el mundo. Y es otra de las cosas que el arte revela, con eficacia incomparable.

Saludos.

Carlos G. dijo...

Uno de los principales "problemas" del arte, sino el más importante, es su total y absoluta determinación para estar "ahí" y, sin embargo ser invisible a nuestros ojos.
:)

La herida de Paris dijo...

Mi director espiritual me decía siempre que la bondad (y también la belleza) tienen muchas veces el defecto de su excesiva discreción.
Muchas veces hay que trabajar la atención para captarlos.

Saludos.

Mari Pops dijo...

su articulo es una perla Opi, como siempre!

soy una enamorada del arte (no de todo lo que se cuelga como arte sino de su esencia: del arte como producto no acabado, del arte que necesita de mí para ser.
El arte es el juego y es el jugo de la sociedad.

me quedo pensando en si existe arte que no esconda verdad. Ojala! Estamos obligados a desentranar tantas cosas ....

La herida de Paris dijo...

Si sos una "enamorada el arte" (y los que te seguimos sabemos que lo sos)te va a gustar mucho "las horas del verano", de Assayas. Hace un esfuerzo para conseguirla, que estoy seguro que la vas a disfrutar.

Saludos.

Estrella dijo...

Vi Las horas del verano y me gustó mucho. Me acuerdo de la casa, qué belleza.
Julio Ramón Ribeyro tiene, en sus Prosas Apátridas, hermosísimos textos sobre los objetos y las cosas de una casa. Lo busco y vuelvo.

La herida de Paris dijo...

Estrella: Por fin alguien que la vió. Hace quince dias que le quemo la cabeza a medio mundo, principalmente a mi mujer y mis hijos con esta película. Como bien dice Kant el juicio de gusto tiene vocación universal y busca desesperadamente el acuerdo de los otros.

Saludos.

Mari Pops dijo...

feliz Nochebuena en familia, Opi!

La herida de Paris dijo...

Gracias Mary, lo mismo para vos. Es siempre un verdadero gusto ( y un lujo)tenerte de visita por acá.

Saludos.

Rob K dijo...

Estimado, mis mejores deseos para Ud. y los suyos en la renovada celebración navideña.

Saludos.