lunes, 6 de diciembre de 2010

Matemáticas divinas

El tiempo se mide a partir de dos datos objetivos: lo que tarda en dar vuelta la Tierra alrededor del Sol, combinado con lo que gira sobre sí misma. Años y días surgen necesariamente de la naturaleza, mientras que las semanas y los meses tienen impronta cultural, con un lejano dejo de luna. Sin embargo, la relación entre las dos magnitudes objetivas es compleja ya que ambos movimientos no se dan en una relación entera. Para ponerlo en números, la Tierra gira alrededor de Febo 365 días y monedas. Una especie de resto molesto que durante siglos sembró el desconcierto de astrónomos que con precarios instrumentos buscaban arrancarle al cielo sus secretos.

La primera solución para este tema fue una idea del tiempo de Julio César. Los romanos, pueblo de una practicidad a toda prueba, decidieron agregar un día cada cuatro años, inventando el bisiesto. Una idea genial, pero de algún modo improvisada, que dejó esparcidas algunas migajas de tiempo. Estos desechos, imperceptibles en un principio, fueron tomando cuerpo y consistencia, y muchos años después se convirtieron en un problema. El tiempo descartado terminó acumulándose silenciosamente y tuvo su revancha, lo cual enseña que hay que ser cautelosos ante la supuesta insignificancia de un segundo.

Fue Gregorio XIII quien con un audaz golpe de mano puso las cuentas en orden. Con una maniobra violenta arrancó del tiempo diez días, que se perdieron en la nada. Aquellos que se fueron a dormir el 4 de octubre de 1582 se despertaron al día siguiente el 15 del mismo mes. La corrección efectuada por el Papa además proponía la eliminación de los bisiestos en los años múltiplos de 100, exceptuando aquellos que fueran además múltiplos de 400. De todos modos, esta corrección tampoco era suficiente, ya que cada 3300 años el aluvión de segundos olvidados se transformará en un día.


Siempre me resultó un poco molesta esta desprolijidad divina, que hace del Creador una matemático impreciso. Una cualidad que se refleja también en toda la naturaleza, rebelde a las cantidades enteras. Todos los que alguna vez se han metido en los intrincados laberintos de las proporciones áureas, sabrán de lo que hablo. Dios hace que las armonías de Pitágoras parezcan las cuentas de un almacenero.

Sin embargo, cuando lo pienso mejor, me doy cuenta de que un mensaje oculto se inscribe en esta aparente inexactitud. Sin duda el universo reducido a cantidades enteras hubiera sido demasiado fácil de domesticar. La creación hubiera así quedado demasiado a merced de nuestra inteligencia, demasiado a la mano. Estas cantidades espurias que vuelven el tiempo inmanejable, en el fondo reflejan una saludable distancia entre la infinitud de Dios y nuestra limitado acontecer. Me vuelvo entonces contemplativo hacia esas series de números interminables que se resisten a ser encapsuladas por el hombre. Quizás esas imperceptibles hebras sueltas de tiempo son los hilos desde donde Dios maneja misteriosamente la historia, sin por eso condicionar nuestra libertad.

Un Dios que se expresase en números enteros sería, en definitiva, un Dios humano, demasiado humano.

10 comentarios:

Rob K dijo...

Circula la anécdota de que al morir la madre de Borges a los 99 años, alguien le expresó a JLB, además del pésame, su desazón porque la señora no hubiese alcanzado la redonda cifra de 100, faltándole tan poco.

Lo que indujo a JLB a tildar de excesiva la fe de alguna gente en el sistema métrico decimal.

La herida de Paris dijo...

Rob gracias por traer acá la magnífica ironia de nuetro primer escritor.

Saludos

Estrella dijo...

Cierta la anécdota de Rob K. No hubiera esperado otra respuesta de Borges.

Me gusta esa desprolijidad en el mundo, prueba de que el misterio es siempre el misterio.

La herida de Paris dijo...

Si, el mundo demasiado preciso sería un poco asfixiante. Yo que siempre fui malo en matemáticas, me consuelo pensando que Dios también parece serlo.

Saludos.

Mari Pops dijo...

0.333 o 0.999999 y el infinito , el eterno movimiento, algo divino donde solo El está.
Y al final esto me lo cuentan mejor las matematicas que cualquier libro de religion

Genial el post y nuestro Borges

La herida de Paris dijo...

Que las cosas no cierren es un buen dispardor para pensar.
Sobre todo cuando la Navidad se acerca. Me gusta la idea de que por alguna de esas fracturas Dios se coló en la Historia, y ojalá lo haga en la nuestra.

Saludos.

Carlos G. dijo...

Quizás ocurra que las matemáticas no sean más que una de las (imperfectas) formas humanas de tratar de decodificar a la naturaleza.
De la misma manera que traducimos en color o sonido determinados fenómenos físicos.
Aunque me temo que la intención humana de medir el tiempo tiene más que ver con organizar los sistemas de producción que con comprender los ciclos del universo.

La herida de Paris dijo...

Las matemáticas puestas a regir lo social realmente da miedo. Estos días hemos tenido algunas muestras de esto, cuando ante la muerte se escuchan cosas como "subejecución presupuestaria" u otros gélidos argumentos.

Saludos.

Carlos G. dijo...

Para que sucedan hechos graves suele ser necesario que se encadenen una serie de acontecimientos (errores o no).
Y aunque una acción meramente burocrática como una subejecución presupuestaria pertenezca a una categoría infinitamente inferior a una vida humana (valor absoluto si los hay) bien puede ocurrir que la primera sea un eslabón necesario de la cadena de hechos que generan la pérdida de la segunda.

La herida de Paris dijo...

Totalmente de acuerdo Carlos, es objetivamente así, solamente pienso qie los argumentos tienen su oportunidad para ser expresados y de ella también depende su eficacia.

Saludos.