domingo, 24 de julio de 2011

Crónicas de NYC X

Día 10 (domingo): BROOKLYN


El día comenzó con una magnífica sorpresa llamada Sutton Place, el pequeño barrio muy próximo al hotel, que descubrió María en una de sus salidas matinales en busca de alguna compra. El lugar le llamó la atención y verificamos su importancia en una de las guías.


Allí partimos entonces temprano, antes del horario de misa. Un destino que no estaba programado, lo que aumentó la alegría del encuentro.


El barrio, que se desarrolla en una estrecha lonja entre el East River y la 1st Ave., recibe su nombre de la breve avenida que circula paralela entre ambas. Esta tiene apenas seis cuadras que van desde la 53 St. hasta llegar al Queensboro Bridge a la altura de la 59 St. Es uno de los enclaves más distinguidos de la ciudad y cuenta con edificios residenciales de altísima calidad. El encanto se completa con las calles que se cortan contra el río, generando en muchos casos espacios verdes y terrazas que resultan atractivas.


Entre los edificios sobresale el One Sutton Place South, que ocupa toda la manzana entre las calles 56 y 57 St., y que posee un jardín privado directamente sobre el río. Fue diseñado en estilo renacentista por el arquitecto siciliano Rosario Candela, famoso en los años 20 por construir algunos de los edificios más lujosos de la ciudad. En este caso trabajó asociado con otro de los importantes estudios de la época, Cross & Cross.


Al costado de este edificio, sobre la 57 St. se encuentra el pequeño y apacible Sutton Place Park, desde donde se obtienen inmejorables vistas del cercano Queesnboro Bridge, con su imponente esqueleto metálico, y de la Roosvelt Island.


Cuenta con una réplica de la estatua del “porcellino” de Firenze y para los amantes del cine es el lugar de la primera cita de Woody Allen y Diane Keaton en Manhattan. El parque se encontraba vacío, dada la hora y el día, lo que aumentaba la sensación de tranquilidad, pero luego de estar un poco, tuvimos que abandonarlo para no llegar tarde a la misa.


Esta vez para la misa dominical elegimos la parroquia próxima a nuestro departamento, una moderna iglesia bajo la invocación de la “Holly Familiy”. La ceremonia fue menos solemne que la del anterior domingo en St. Patrick, pero siempre algo distante. Gran parte del tiempo se ocupó en una extensa lectura de las actividades de la parroquia, que parecía más la memoria y balance de una empresa que unos avisos parroquiales. La gente es poca y de procedencia disímil, vale recordar que estamos próximos a las Naciones Unidas. La iglesia es moderna, de una espacialidad importante y rica en materiales y detalles, pero no resulta del todo acogedora.


Terminada la misa partimos en subte con la idea de almorzar en el East River Park, que lucía tentador en el mapa y que la guía aseguraba había sido recientemente acondicionado. Bajamos en la estación Spring St. y nos desviamos hacia un edificio que desde lejos parecía importante.


Finalmente resultó el Old Police Headquarters, según rezaba el frontispicio de su ingreso principal. Un magnífico edificio en estilo clásico francés de impecable factura, realizado en 1909 por los arquitectos Hoppin & Koen. Ocupa todo el lote triangular y está provisto de detalles clásicos y coronado con una soberbia cúpula. El edificio quedó vacío con el traslado del departamento de policía y luego de algunos años se le dio un uso residencial, lo que trajo severas controversias.


Entonados por este verdadero hallazgo, tomamos Grand St. con la idea de dirigirnos a nuestro objetivo, el East River Park. Casi sin advertirlo, en un momento nos encontramos en el corazón de Chinatown. El cambio es tan abrupto que produce sorpresa. El ambiente sufre una radical transformación: las personas, los sonidos, los olores, las comidas que se ofrecen de animales vivos, los carteles y los diarios que se ofrecen en caracteres chinos. Da la sensación de haber sido teletransportados a otra ciudad. El barrio no cesa en su expansión con los años y avanza siempre más sobre sus desprotegidos vecinos, Little Italy y el SoHo.


Siempre por Grand St. dejamos atrás el desabrido y lineal Sara Roosvelt Park, donde se practica nuestro fútbol con verdadera pasión y en modalidad mixta.


El paisaje comienza en un cierto modo a degradarse y aparece una zona de monoblocks de calidad diversa. Alguno construidos en ladrillos parecen muy bien conservados con áreas comunes cuidadas, mientras otros lucen bastante arruinados.


Luego de atravesar esta zona del Lower East Side, finalmente llegamos al parque, cuya visita resulta de algún modo obstruida por las grandes obras que aún se realizan en él.


Pasamos debajo del imponente Williamsburg Bridge .


Bordeamos la importante infraestructura deportiva que constituye lo primordial del parque, y que tratándose de un domingo a la mañana se estaba utilizando a pleno.


Finalmente, a la altura de la calle 10 th, pudimos ingresar y disfrutamos nuestros sándwiches en una rambla recién remodelada, gozando de una excelente vista nuevamente del East River.


Sin duda el contacto con el agua es un problema no del todo resuelto en la ciudad, a pesar de ser una isla.


El intenso tráfico que circula por el borde impide que la llegada al río se dé de un modo natural y los parques quedan siempre un poco aislados.


Repuestas las fuerzas, emprendemos nuevamente camino remontando la 10 th St. que en primer lugar nos ofrece un buen conjunto de viviendas populares de densidad media en ladrillo rojo oscuro. La calle se detiene en el centro del conjunto con una amable plazoleta redonda. Más adelante atravesamos Alphabet City, zona mixta y sin un carácter definido. Al llegar a la Avenue C y yendo hacia la 9th St. se encuentra el simpático jardín comunitario 9th street Community Garden, una de las tantas iniciativas de participación positiva de vecinos, en este caso de mayoría portorriqueña, en el espacio público.


Retomamos la 10th St. hasta llegar nuevamente al Tompkins Square Park, que el otro día, miércoles, habíamos visto desde el lado opuesto. Este lado es mucho más homogéneo y presenta edificios coloridos de pocos pisos, entre ellos la biblioteca vecinal. El parque recibe el sol de la tarde y luce sus espléndidas hayas, mientras también se juega al fútbol en las canchas. El parque, de pasado oscuro en la década del 80, constituye hoy un verdadero centro recuperado para el barrio, conservando aún su carácter alternativo.


Seguimos adelante y atravesamos el East Village, uno de los barrios que a esta altura me resulta más simpático, aunque difícilmente podría precisar por qué. Hay algún tipo de ambiente especial de bohemia que parece más genuina que en otras partes, y la riqueza de una verdadera convivencia multiétnica que se da en un estrato social más bajo, lo cual me la hace más atractiva.


Dejamos atrás St. Marks Church in the Bowery, de culto episcopal, sin demasiado valor arquitectónico, pero muy valiosa desde el punto de vista social y religioso. Se trata de uno de los más antiguos centros religiosos de la ciudad y es una comunidad activa en todos los campos, especialmente el artístico.


Finalmente llegamos a la estación de Astor Place donde tomamos el Metro para dirigirnos a Brooklyn.


Salimos a la superficie en Bourough Hall con una completa sensación de extrañeza, por no tener mapa ni referencia alguna. El espacio se encuentra dominado por el Brooklyn Borough Hall, edificio neoclásico con una pequeña cúpula barroca que no combina del todo con el cuerpo. El edificio es de 1835 y era el centro administrativo de Brooklyn, que fue una ciudad independiente de New York hasta finales del siglo XIX.


Nuestra expresión desorientada debe haber sido evidente ya que una vecina muy amable nos indicó el camino hacia los Heights, objetivo de nuestra visita. Tomamos por la Remsen St., que inicia con algunos edificios de altura media, entre ellos el St. Francis College, prestigiosa institución de educación católica. A las pocas cuadras el paisaje se transforma en un distinguido barrio residencial con casas importantes de dos y tres pisos. Se desarrollan en terrenos que parecen de dimensiones más generosas, lo que les da a las construcciones una prestancia singular. Es una arquitectura muy sobria que encierra a ambos lados una calle ancha, levemente quebrada y muy arbolada. Un perfecto ejemplo de suburbio americano, tranquilo y de aspecto sólido.


La calle en su tramo final desciende sobre el río para brindar una de las más célebres vistas de New York. Un pequeño parque con bancos es un mirador desde el que se observa la punta del lado este de Manhattan.


Sobre la derecha cierra la vista imponente el perfil gótico del más famoso de los puentes de la ciudad.


Está previsto en toda la zona el proyecto de un gigantesco parque: el Brooklyn Bridge Park, que avanzará sobre los viejos muelles y que será diseñado por el famoso arquitecto y paisajista Michael van Valkenburg.


Detrás de la terraza del actual parque se encuentran los fondos de la última línea de casas de los Heights, que gozan de una ubicación ciertamente privilegiada. Nos quedamos contemplando un rato el paisaje, donde la gente pasa la tarde del domingo.


Luego vamos hacia los pies del Brooklyn Bridge para admirar de cerca la imponente estructura.


Hay una terraza donde se encuentra la estación del ferry y algunos restoranes famosos, como el “On The Bridge”.


Los pilones del puente, con su conocido perfil, resultan conmovedores en el contraste entre su solidez y la madeja etérea de los cables. Los arcos se encuentran revestidos en una piedra caliza de tono claro similar al travertino, pero de aspecto más duro, cortado rústicamente. La parte inferior está revestida en una piedra gris que asemeja al granito. La construcción del que fuera por muchos años el puente colgante más largo del mundo se inició en 1870 y concluyó después de trece años.


Regresamos caminando por la avenida Cadman Plaza West, que a su izquierda bordea un parque grande, pero algo anodino. Detrás se suceden una serie de importantes edificios públicos que no desentonan con el carácter insípido del parque. Sobre la derecha nos encontramos con un extraño e interesante conjunto habitacional y detrás se vuelve a percibir la calma de los Heights.


El recorrido nos devuelve al punto de partida. Tomamos nuevamente el subte hasta Manhattan. Me quedo con una sensación de visita inconclusa y con ganas de haberme detenido más tiempo para dar otra vuelta por los Heights. También sé que nos quedaron algunas cosas importantes sin ver, como el Brooklyn Museum con el inmenso Prospect Park en donde se aloja, y el Brooklyn Children’s Museum con la ampliación de Rafael Viñoly.


En fin, no hay más tiempo, el día se acaba. Bajamos en la Grand Central y me corro hasta la 5th Ave., para ver desde el frente la Public Library, pero lamentablemente está siendo restaurada la fachada del edificio. Obra realizada por los infaltables Carrère & Hastings a principios del siglo XX, que supongo será en un impecable estilo francés, pero no puedo certificarlo. Otra cosa que quedará para una visita futura.


Regreso al hotel ya sin luz por la 42st y me sorprendo mirando a través de las rejas de las veredas el enjambre de vías subterráneas que atraviesan perpendicularmente la calle. Es inexplicable cómo atraviesan entre los subsuelos de las inmensas torres que veo crecer arriba. Sin duda uno de los misterios de esta ciudad es cómo logran hacer interactuar el espacio público con el privado.

4 comentarios:

Mari Pops dijo...

Una gran amiga viaja en septiembre y le pase uno a uno tus posts agregandole" es la mejor guia que vas a encontrar sobre la ciudad de NY "

Un saludo Opi

La herida de Paris dijo...

Gracias por el elogio Mary, seguramente exagerado por lo que sospecho lleno de afecto.

Si querés, y si ella está de acuerdo, pasame la dirección de mail de tu amiga, que le mando las crónicas en un archivo de word, que seguramente es mas manejable y fácil de leer.

Saludos.

Mari Pops dijo...

mjmenendez@rhm.com.ar
Se llama maria

María dijo...

Mientras subía este anteúltimo post, pensaba en nuestras "pequeñas" que estaban volando hacia NY!!