sábado, 25 de abril de 2009

5/ Cartas de Patricio: La heredad

En Tagaste, provincia de la Numidia,
en las calendas de julio,
año MCXXIV a.u.c.



Amado hijo Agustín, te saluda tu padre.

El verano parece descargar su furia en tardes de fuego. Hace días que sopla un viento abrasador, con un aire espesado de arena y polvo que viene del desierto. El disco de Apolo inclemente gobierna sin piedad desde el alba y nos aplasta como un tirano por el resto del día. A los dolores de mi enfermedad se suma una postración que me agobia. “Nuestro rey es el ánimo” sentencia Séneca, y yo he quedado sin gobierno.

Para colmo faltan de lluvias y se sufre en los campos que ven peligrar sus cosechas. Navigio, tu hermano, se lamenta a Saturno con amargura. Es él quien se ocupa ahora de la viña en el camino de Hipona y de las otras propiedades. Durante las muchas cavilaciones que ocupan mis largos insomnios, he pensado que cuando muera será quien se ocupará de la administración de la heredad y de los animales. Me sorprende, a veces, cómo de mi sangre salió este campesino en quien me reconozco con dificultad. Es cierto que heredó, para su desgracia, mi mal carácter, pero lo contiene con un esfuerzo que lo hace aparecer amargado. Solitario, todavía no se le conocen amores y pasa el día imprecando al cielo, empecinado en arrancarle provecho a una tierra avara de frutos.


Últimamente hemos adquirido, por su consejo, una pequeña extensión de unas 20 yugadas aún incultas. Se está procediendo a prepararla con ahínco, removiendo piedras y malezas, para que la reja del arado pueda surcarla el invierno próximo. La conoces bien ya que es parte de aquella propiedad de la que, de niño, robabas con tus amigos aquellas deliciosas peras. Su dueño no dejó de recordármelo, con una sonrisa de benevolencia, cuando acordamos el precio.

Yo nunca tuve la perseverancia del agricultor, soy demasiado impaciente para la naturaleza. Mi pasión fue la política y la ciudad el ambiente donde me sentí a gusto. La buena mesa, los baños, las cuestiones públicas, los hombres, en definitiva. Mi espíritu no fue tallado para la soledad y es por eso que el forzado retiro en el que vivo me pesa. Tampoco tengo el temple del filósofo.

Comprendo cuánta severa virtud ha inspirado siempre al labriego. Cuánto debe la grandeza de Roma a la vida rústica. Y cuánto de su lenta decadencia es consecuencia de haberla perdido, abandonando la tierra en manos de libertos y esclavos, seducidos por los urbanos encantos. Pero, a pesar de eso, confieso que prefiero los escarceos amorosos de Ovidio a las Bucólicas del inmortal Virgilio.
Eran otras cosas las que había pensado escribir cuando me dispuse a hacerlo, pero el calor agobiante ha llevado mi mente por estos agrestes senderos, quién sabe buscando una promesa de frescura. Cae la tarde y las cigarras despiden al impiadoso carro de Febo. Imagino que también será así por donde tú estás y también pienso cuánto será arduo el estudio en estas condiciones. Pero te invito a continuar, ya que espero para tu futuro que logres destacar en esos fueros, donde yo apenas he podido asomarme.


Que sigas bien.

3 comentarios:

dijo...

muy emotiva carta, me hubiera gustado recibirla yo...

me gusta pasar por aca, siempre hay algo lindo

∫:-)

buenas noches
mags

La herida de Paris dijo...

Gracias, a mi también me hubiera gustado ser Agustín, inteligencia y santidad unidas en grado superlativo, pero en fin, hacemos lo que podemos.
Saludos.

dijo...

si...lo que podemos y es probable que no nos alcance la vida para pulir nada!...
nif

pero ma da gusto intentarlo
...es el sentido que tiene,es como desmadejar la lana e hilar de a poco en una rueca...
(uf! me fui por las ramas y además me salio cursi, pero hoy estoy asi!)

y que bonito dia hace!
buen dia