lunes, 3 de diciembre de 2012

CHICAGO CRÓNICAS I

Día 01 (sábado) – MILLENIUM PARK


Empezamos el día caminado en dirección al lago, atravesando una vez más la planta baja de las Lake Shore Drive, de Mies, para dirigirnos hacia el centro bordeándolo.

Lo primero que encontramos es el complejo de edificios que pertenecen al campus de la Northwestern University.


Son edificios de distintas épocas, algunos de aspecto clásico y otros más modernos, como la serie de edificios del Northwestern Memorial Hospital y la Northwestern School of Law, de finales de la década del ’70 y principios de los ‘80. Estos se extienden perpendicularmente al Lake Shore Drive por Chicago Av. y Superior St.



Seguimos bordeando el lago en dirección del Navy Pier, primer punto de interés del día, pero antes descubrimos unas interesantes torres de viviendas, al parecer nuevas, en 600 North Lake Shore Drive.


Son dos torres gemelas unidas por un cuerpo ciego de varios niveles, precedidos por una tranquila fuente y con un remate plano que acusa un giro escenográfico. Descubro posteriormente que se trata de una obra de Pappageorge Haymes, uno de los estudios más activos en la ciudad en la última década. Con una producción desde el punto de vista formal bastante despareja, han realizado una importantísima cantidad de edificios de vivienda. 


En la cuadra siguiente, otro enorme complejo, 530 North Lake Shore Drive, muestra la versatilidad del mismo estudio, con un proyecto que en nada se parece al anterior.



Cruzamos del otro lado del Lake Shore Drive, utilizando un pasaje por debajo para llegar al parque y a la playa sobre el lago. 



Ambos, parque y playa, se ubican en un nivel bastante inferior al tránsito de la avenida costera. El parque aparece así totalmente aislado con un clima sumamente tranquilo.




Hacia la izquierda, en la dirección en que veníamos se extiende una playa ancha, la Ohio Street Beach, sobre el lago apacible, que es como un mar anémico, sin la fuerza de las olas.




Continuamos adelante, entonces, esquivando corredores empeñosos (el fin de semana siguiente se corría la maratón de la ciudad) con dirección a nuestro destino, dejando a la izquierda el Milton Lee Olive Park, que es una península con un parque que antecede y rodea a la planta de tratamiento de agua de la ciudad. Un excelente ejemplo de cómo la ciudad transforma espacios en apariencia residuales en lugares de interés. La ubicación del mismo hace posible obtener vistas inmejorables tanto hacia el perfil del North Side como hacia el muelle de Navy Pier, hacia donde nos dirigimos.


Frente a nosotros surgía, ya bastante próximo, otro de los edificios emblemáticos de la ciudad, Lake Point Tower, otro legado, aunque indirecto, de Mies van der Rohe a la ciudad. Los proyectistas fueron dos alumnos del maestro alemán, John Heinrich y George Schipporeit, que se inspiraron en los diseños de rascacielos que Mies realizara en 1922 en Berlín. El diseño de los jóvenes alumnos, realizado a fines de los ’60, transformó el planteo original, agregándole su andar curvo que mejoró el comportamiento de la estructura contra los esfuerzos del viento a los que el edificio está muy expuesto por su ubicación frente al lago.


La torre, con su característico color bronce y sus 70 pisos de altura, surge de un basamento alto de ladrillo esmaltado verde, el cual hace que la misma pierda el contacto a nivel peatonal, haciéndose invisible a medida que uno se acerca. Este edificio es el único ubicado entre el Lake Shore Drive y el lago, que ha tenido sucesores en otras partes de la ciudad que repiten sus formas. En primer lugar la vecina Harbor Point de 1972, que se ve un poco más hacia el sur y Park Tower Condominium, un año después, en el suburbio norte de Edgewater. Ambas obras son de SCB (Solomon, Cordwell & Buenz), otro de los estudios importantes de Chicago.


Precisamente frente a Lake Point Tower, surge, precedido de un parque, el muelle de Navy Pier, que ingresa recto en el lago por casi un kilómetro. Concebido en el plan de Chicago de Burnham, junto a otros cuatro, el Navy Pier fue el único que finalmente fue llevado a cabo. 


Tuvo a lo largo de su larga historia, que comienza en 1916, diversas funciones hasta llegar a la actual, que lo convierte en una de las principales atracciones de la ciudad. Desde los años 90 se hicieron grandes inversiones para lograr que finalmente sea el principal centro de entretenimientos de la ciudad.


Cuenta en su interior con distintas atracciones, entre las que sobresale en primer lugar, por la presencia que tiene en el perfil urbano, la Ferris Wheel. La original se construyó para la exposición internacional de Chicago en 1893, por el ingeniero George Ferris Jr. y fue la primera en su género en todo el mundo, siendo reemplazada por la actual en 1995.



El muelle cuenta además con una gran cantidad de salas de convenciones, museos temáticos y el Chicago Shakespeare Theater, que alberga a la compañía del teatro shakesperiano de la ciudad y una sala para 500 asientos inspirada en el modelo de los teatros isabelinos. Más allá de las concretas atracciones, resulta una experiencia grata caminar a lo largo del muelle, que además por tratarse un sábado se encontraba lleno de gente. El ambiente es muy animado y a este colaboran la gran cantidad de embarcaciones que amarradas a lo largo el muelle ofrecen los clásicos paseos por el río Chicago.



La arquitectura de los distintos edificios tiende a una unidad, con la utilización de materiales homogéneos, preponderantemente el ladrillo visto y las estructuras metálicas pintadas de blanco. De todos modos, los edificios no pueden quitarse la impresión de un cierto aire anónimo y algo mecánico. Con todo, las fantásticas vistas que se tienen de la ciudad valen sobradamente la visita.


Luego de una breve parada para recargar las pilas (de la máquina de fotos) retomamos el camino en dirección al centro. Pasamos nuevamente debajo de Lake Shore Drive por Illinois st. y en la primera calle que encontramos surge una enorme torre, identificable por sus balcones de color amarillo. Se trata de una obra de SCB, Park View West, de casi 50 pisos de altura, que combina –de un modo algo abrupto, a mi gusto– el lenguaje propio de la tipología de oficina con el del residencial presente en los llamativos balcones. El edificio se encuentra casi a punto de ser estrenado y el proyecto contempla una nueva torre, que se alzará del otro lado del parque. Este, que ya fue en parte inaugurado, fue diseñado nada menos que por Hargraves Associates, uno de los estudios de paisajismo más grandes del mundo, que diseñó, entre otras cosas, el Olympic Park de Londres 2012.



Doblamos a la izquierda por esta calle, Mc Clurg St., en busca del río. Antes de llegar a este dejamos a la izquierda una dársena que da el nombre de River East a esta parte del barrio de Streeterville. La zona tiene edificios reciclados para el comercio (la cadena de cines AMC) y espacios de arte (River East Art Center) que se combinan con condominios de baja densidad y con torres.



Los elementos de distinta tipología se esfuerzan por crear una armonía con el uso de materiales afines y el barrio resultante, con el agregado del canal, resulta atractivo y muy tranquilo. Las torres de fines de los’90, llamadas River View I y II, son de Destefano & Partners y repiten, con alguna dificultad, el aspecto de los condominios vecinos. 


Seguimos bordeando el río hasta llegar a la altura de Michigan Ave, donde subimos las escaleras para alcanzar el nivel del puente. Antes dejamos a nuestra derecha la mole del Sheraton Hotel, construido en 1992, otra vez por SCB. Se trata de una placa de unos 30 pisos que se alza sobre un basamento que se abre sobe la vereda del río. El remate con reminiscencias de estilo decó, aunque simplificado, trata de suavizar un edificio que luce bastante árido, pero que al menos tiene la virtud de no haber caído en excesos decorativos.


Alcanzada la cota de la avenida, nos aprestamos a cruzar el puente y a ingresar finalmente al mítico Loop. La entrada al Loop por Michigan está custodiada por dos edificios importantes, ambos de la década del ’20. Sobre la derecha, el Stone Container Building, de estilo clásico, toma elementos del Wrigley Building del otro lado del río. El de la izquierda, ubicado en el 333 North Michigan Ave., en cambio, se inspira en el proyecto de Saarinen para el Chigago Tribune, dirigiéndose a una decidida estética más moderna. Sus autores Holabird & Roche / Holabird & Root son los herederos de una de las firmas “fundadoras” de la Escuela de Chicago en 1880, que luego recorrieron distintos estilos a lo largo de los años. 


Recorrida la primera cuadra, al llegar a Wacker St. y cruzándola, se encuentra el singular Carbide and Carbon Building, que destaca con sus tonos oscuros de granito negro del basamento, el verde de los ladrillos esmaltados del fuste, para terminar con el dorado del remate.


Fue diseñado en 1929 por Burnham Bros, es decir Daniel Jr y Hubert, hijos del autor del plan de Chicago. El edificio fue realizado en un recargado estilo art decó.


Cuenta con extraordinarios detalles que se pueden observar en la planta baja, en el acceso sobre Wacker St. y es hoy la sede del Hard Rock Hotel, lo cual parece una acertada elección, visto el aspecto “duro” de la torre. 


Algo más adelante, al llegar a Randolph St., los edificios sobre la izquierda desaparecen para dar inicio al sistema de parques que separa al centro de la ciudad del lago. Este sistema. que incluye en este tramo el Millenium Park y el Grant Park, se extiende en forma continua por casi dos kilómetros y es una de los mayores aciertos del plan que ideara Daniel Burnham para la reconstrucción de la ciudad luego del Gran Incendio.


La recuperación de una costa del lago accesible a todos fue una de las ideas primordiales del plan, que se ha aplicado con continuidad a lo largo de su historia. Una realidad que a los que habitamos en Buenos Aires nos resulta especialmente notoria, al recordar cómo nuestra ciudad sigue sin ser capaz de resolver una relación satisfactoria con su costa.


Hacemos nuestra primera recorrida por la vereda construida de Michigan Ave., que es una verdadera fachada a escala urbana. Los edificios que se suceden en general son de una época de un aspecto bastante homogéneo. Estos conforman una suerte de zócalo, que a pesar de tener alturas desparejas, no supera la línea de los 20 pisos, salvo excepciones en alguna esquina. El primero que destaca como un edificio aislado que ocupa toda la cuadra es el Chicago Cultural Center. Fue diseñado para albergar la biblioteca municipal, a finales del siglo XIX por el prestigioso estudio de Boston Shepley, Rutan y Coolidge, un estilo híbrido entre el neoclásico y el renacimiento italiano. Destacan en el interior del mismo las preciosas decoraciones, con materiales riquísimos, pero nosotros no lo visitamos.


Muchos son los edificios notables, casi todos construidos entre las dos últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, pero es sobre todo el conjunto lo que prevalece. En la cuadra entre Madison St., y Monroe St. encontramos el conjunto de edificios conocidos como Gage Building, de 1899. Son tres edificios de distinta altura diseñados por Holabird & Roche en el estilo de la nueva Escuela de Chicago, que se muestra sobre todo en los amplios vanos apaisados. La fachada del de la derecha en el numero 18, el más alto de los tres, fue en cambio diseñada por Sullivan y muestra la búsqueda de esa mayor expresividad que fue propia de su arquitectura. Notables los detalles vegetales en que terminan los elementos verticales que dividen el frente. Antes de estos anotamos el muy curioso Chicago Atletic Association Building, construido en 1893 por Henry Ives Cobb, con un estilo próximo al gótico veneciano.

Superada Monroe St., la cuadra empieza en la esquina con Monroe Building y su extraño final con tímpano, obra del 1912 de Holabird & Roche. En la siguiente esquina, sin cruzar aún Adams St., aparece el primero de una serie de edificios diseñados por el gran Daniel Burnham. Se trata del bloque neoclásico del People Gas Building, de 1910. Más adelante y ya teniendo enfrente el edificio Art Institute, encontramos del mismo autor, pero de un estilo menos severo, el Simphony Center, también conocido como Orchestra Hall, la mítica sede de la Orquesta Sinfónica de Chicago, una de las más afamadas del mundo. La fachada, de excelentes proporciones, que combina el ladrillo con detalles de piedra, aparece cubierta en parte por un gran cartel que anuncia al presencia de Riccardo Muti, pero los días de función no coinciden con los de nuestra estadía.


Por último, en la esquina siguiente, antes de atravesar Jackson Boulevard, está el Santa Fe Building, también de Burnham, de 1904, que guarda un parecido con el de People Gas, aunque sin tantas referencias clásicas canónicas, a pesar de ser anterior. En la planta baja de este edificio está el local de la Chicago Architecture Foundation, cuya visita resulta obligada. En él encontramos toda la información necesaria para organizar una visita exhaustiva a la ciudad, e incluso la posibilidad de contratar visitas guiadas por miembros de la fundación, cosa que nosotros no hicimos. Lo que sí hicimos fue adquirir la muy exhaustiva guía del AIA, que lamentablemente está un poco desactualizada (edición 2004), pero que resulta muy completa y útil. Además, el local tiene una enorme cantidad de mercadería temática apuntada a la arquitectura de la ciudad, toda de excelente calidad. Imposible no tentarse con algo.



Hacemos un alto para comer unos sándwiches y elegimos para hacerlo el South McCormick Courtyard ubicado al sur de la fachada del Art Institute. El jardín fue diseñado en 1962 por el famoso paisajista Dan Kiley que creó una particular atmósfera de tranquilidad, basada en una estética muy despojada, con amplios lugares para sentarse y una especie de techo verde que conforman los árboles. Una simple fuente en el eje del jardín remata en la gran Fountain of the Great Lakes, ambas aportan movimiento y sonido a un lugar. Las cinco mujeres representadas por Lorado Taft aluden a los grandes lagos (Superior, Michigan, Huron, Eire y Ontario), a la manera de las figuras de Bernini en Piazza Navona.


Restaurados por el almuerzo, iniciamos el camino hacia el Grant Park. Fuertemente querido en el plan de Brunham, el parque tardó varias décadas hasta ir tomando forma. Si bien ya en 1844 figuraba en esa zona un parque, el mismo quedó aislado con la aparición del ferrocarril. Con el impulso del plan de Chicago se comenzaron las negociaciones para enterrar el tren y poder finalmente abrir el parque a la ciudad.



Atravesamos por los puentes de Congress Parkway para entrar al parque por el eje del mismo. El paisaje de las vías desiertas es bastante desolador, pero nos empuja la visión de la inmensa fuente a lo lejos.


La Buckingham Fountain ostenta el galardón de ser, en su estilo, la más grande del mundo, pero son esas dimensiones las que de alguna manera le juegan en contra. El espíritu de Burnham que invitaba a pensar en grande, encuentra en esta fuente una acabada confirmación. Realizada en 1927, el diseño de la fuente está inspirado en el Bassin de Latone de Versailles, al que duplica en tamaño.



Fue pensada como el punto focal de todo el parque, pero su relación con el peatón próximo resulta extraña, como si se tratara de una pieza que hubiera sido escalada de su real dimensión.


Seguimos caminando en dirección al lago hasta llegar hasta el borde del tablestacado. Nos llama la atención que no existe ningún tipo de baranda que interrumpa, sino un simple escalón que desciende directamente hasta el agua que está un par de metros debajo. El contacto tan directo con el agua es sin duda un hallazgo y nos sentamos, como tantos otros a nuestro lado, con los pies apoyados en el saliente a contemplar el espectáculo.



El lago tiene un agua de una azul profundo y sumamente tranquila. Frente a nosotros una gran cantidad de barcos de distinto tamaño permanecen amarrados y otros tanto circulan, tan próximos al borde que hasta podemos distinguir y escuchar las voces de los tripulantes que suponemos, por defecto, millonarios.


Terminado el intervalo contemplativo, retrocedemos ahora en dirección al Art Institute, con la intención de recorrer desde afuera la Modern Wing de Renzo Piano, concluida en 2008, y uno de los edificios que personalmente tenía más interés en recorrer, dada mi confesada admiración por el arquitecto genovés. La propuesta de Piano para Chicago resulta ser un edificio que se expresa a partir de pocos elementos formales, pero combinados con la sobria justeza y la infinita calidad que poseen todas sus obras. Los edificios de Piano dan siempre la sensación que no se construyen, se arman.


Lo primero que sobresale es el techo/parasol, que resulta ser un elemento que sobrevuela la construcción con una manifiesta independencia.


Un plano sostenido por esbeltísimas columnas metálicas que se posan, más que se apoyan, en el piso, reduciendo su sección al tocar el suelo.


Debajo de este crece un edificio que se basa en dos materiales: la piedra color arena, que conforma grandes paños donde se enfatiza la horizontalidad, y las superficies vidriadas, que en cambio resaltan la verticalidad a partir de los mulions verticales de aluminio blanco.


Todo el resto está en la suprema maestría con la cual estos elementos se articulan entre sí con naturalidad y precisión, en un juego de proporciones siempre cambiante y siempre perfecto.


En el ángulo noroeste del edificio se encuentra la entrada al restorán del tercer piso, que con un simpático juego de palabras se llama “Terzo Piano”.


Subimos dejando para el día indicado la visita al museo, y desembocamos en la terraza que ofrece vistas magníficas, de izquierda a derecha, hacia la ciudad, el parque y el lago


Desde allí se accede a uno de los elementos más sorprendentes de la obra, que es la pasarela que, volando, casi en el sentido literal del término, cruza por sobre Monroe St. para depositarse suavemente luego de un recorrido de casi 200 metros en el Millenium Park.


El Nichols Bridgeway está compuesto en su parte inferior por un semicírculo metálico que contiene en la parte plana superior el piso de madera libre en los bordes y en los costados una sencilla baranda de alambre artístico con pasamano de madera de generosa sección oval.


A la sensación de extrema liviandad de la pieza colabora la leve oscilación que acompaña los pasos, que refuerza la idea de estar flotando en el espacio, cosa que ocurre verdaderamente. 


Con mínimos apoyos intermedios y una suave pendiente, el puente se introduce entre las copas de los árboles hasta depositarse sobre el pasto, con una delicadeza extrema.


Así luego de esta experiencia aérea, nos disponemos a recorrer el Millenium Park, una de las últimas maravillas de la ciudad, que continúa con renovado entusiasmo el espíritu que Burnham quiso darle. Planeado en 1997, para ser terminado con el cierre del milenio, finalmente fue inaugurado recién en 2004.



El parque, de unas 10 hectáreas, es en realidad un techo bajo el cual se ubican playas de maniobra ferroviarias y áreas de estacionamiento y es reconocido como el “techo verde”, otra vez, más grande el mundo. Está compuesto por varios sectores que fuimos descubriendo con el correr de la tarde.


El primer espacio que recorrimos, al bajar del puente de Piano, fue el Lurie Garden, un jardín diseñado tanto para ser disfrutado por la vista como por el olfato.


Conformado por altos límites verdes, a partir de árboles y paredes verdes envueltas en una estructura metálica, guarda en su interior un espacio protegido compuesto por el jardín de aromas y una zona destinada el reposo.  


Esta cuenta con un amplio deck de madera que desciende hacia un curso de agua, o bien fuente, que lo atraviesa en uno de sus bordes.


El ambiente tiene un aire oriental, pero al mismo tiempo es logrado a partir de recursos formales, por decirlo de algún modo, “occidentales”.


Saliendo de este oasis de tranquilidad, nos dirigimos hacia la muy renombrada Crown Fountain, ubicada paralela a Michigan Av. En este lugar, en contraste con el anterior, todo refiere a la vitalidad y a la acción. La fuente en realidad se compone de dos torres de unos 15 metros de alto separadas unos 50 metros, construidas en ladrillos de vidrio.


La particularidad de las mismas consiste en que las caras de ambos monolitos enfrentados son en realidad pantallas de leds que proyectan imágenes de todo tipo, mayormente inexpresivas caras de anónimos ciudadanos que cada intervalos de cinco minutos escupen un chorro de agua hacia el interior de una superficie de granito cubierta con una película de agua.


La instalación se basa en el dualismo que plantea entre la realidad digital (pantalla) y realidad física (agua) y el modo en que estos mundos interactúan de un modo sorprendente. También existe un dualismo presente entre el plano (pantalla) y el espacio que se genera entre las dos pantallas y que después se “realiza” de algún modo cuando sale el agua de la imagen


La interacción planteada a su vez se transmite en los usuarios que entran en contacto con la obra tanto desde el punto de vista digital (sacando fotos a las imágenes) o bien desde el costado físico (mojándose).


El autor de la obra es el artista catalán Jaume Plensa y el éxito de su obra consiste precisamente en las relaciones que se establecen entre ella y el público que no permanece pasivo, sino que forma parte de ella de un modo siempre nuevo, haciendo realidad uno de los ideales del arte contemporáneo, es decir, su carácter abierto no solo a la interpretación, sino a la acción directa.


Una característica similar es la que tiene la otra obra famosa del parque, del artista de origen indio Anish Kapoor, titulada Cloud Gate, pero por todos conocida como “The Bean.


Esta, como la anterior Crow Fountain, es una obra que invita también a la interacción de quien la observa.


En este caso esta invitación está dada por la capacidad reflexiva de la pieza de acero pulido espejado, que a través de su forma nos devuelve una imagen del todo inesperada del entorno, a través de una distorsión que también involucra al observador próximo.

 

Lo lejano, el perfil de la ciudad, aparece misteriosamente cercano, mientras que la imagen de quien está parado el lado de la escultura tiende a perderse en una lejanía que pone en crisis la identidad del sujeto que se pierde en la muchedumbre de otros observadores.


La obra de Kapoor es siempre una reflexión sobre el espacio, sobre las dimensiones de los objetos y las relaciones que se generan con ellos cuando estos nos sacan de lo esperado.


En este caso la posibilidad se potencia ya que no solamente es posible recorrer la obra rodeándola, sino que además es posible atravesarla


Este movimiento, al que la pieza invita, es especialmente sugestivo, ya que a la percepción del objeto en sí mismo se suma el cambiante paisaje que ese objeto trae a través de lo que refleja.



El artista apunta también su intención de crear un objeto horizontal en una ciudad eminentemente vertical, y así es, con la particularidad de que en este caso lo horizontal atrae a lo vertical (a través del reflejo), haciendo posible la conjunción de dos elementos contrapuestos.


Bernini decía que uno de los fines del arte era provocar la “mirabilia”, y en este sentido, y también en otros, se puede decir que la obra de Kapoor es profundamente barroca.


Detrás de la Crown Fountain, en un nivel apenas superior, se encuentra una estrecha terraza que se utiliza para exposiciones temporarias, la Boeing Gallery. Este año tuvimos la suerte de coincidir con la obra de la importante artista mexicana Yvonne Domenge. Sus esferas vivamente coloridas y muy vitales se contraponen a los árboles que parecen conmovidos por la presencia de estos extraños frutos. A mí me hacen pensar en una versión en tres dimensiones de la obra del argentino Beto De Volder.


Seguimos en dirección del lago para ver más de cerca lo que es el centro neurálgico de todo el parque, el Jay Pritzker Pavillion. Está precedido de un amplio prado verde, el Great Lawn, destinado a recibir a la gente para que, sentada sobre el pasto, escuche la música, en una versión urbanizada de Woodstock. Sobre este campo se alza la espectacular estructura metálica, un techo virtual que define el espacio dándole una contención y al mismo tiempo sostiene el complejo sistema de audio que intenta reproducir las condiciones de una sala cerrada.


En el lado opuesto de esta mega estructura tubular brilla el escenario, que en su parte superior presenta una de esas formas que hacen mundialmente reconocible a su autor, Frank Gehry. En el medio de ambos espacios hay un sector de asientos fijos para 4.000 espectadores, que sumados a los que pueden asistir echados en el pasto, suman un total de 11.000, para constituir uno de los espacios más grandes del mundo acondicionados para escuchar música al aire libre.



A pesar de mi natural aprensión hacia la obra de Ghery, debo reconocer que el conjunto tiene su innegable espectacularidad, cualidad por otro lado primordial en toda su obra. En este caso, esta condición se encuentra a mi modo de ver más justificada que en otros, donde parece haber sido alcanzada a fuerza del puro capricho. 



Tratándose, en definitiva, de un parque y de un teatro, la arquitectura siempre muy escenográfica de Ghery luce adecuada para la ocasión.



El plateado “flequillo despeinado” que cubre el escenario, su marca registrada, made in Bilbao, ofrece un aspecto de simpático desaliño, como si estuviera agitado por los fuertes vientos del lago, más que por la suave música. Esta debería surgir desde la prolija caja de madera que está debajo, destinada a contener a los músicos. El contraste entre la parte superior y la inferior es sin duda un hallazgo y un homenaje nuevamente al barroco, cuyo espíritu sobrevuela toda la obra. Espíritu que se aplica por igual en este caso a la forma y a la función, ya que el barroco fue época de grandes espectáculos al aire libre.


Desilusiona un poco que, vista desde atrás, la estructura superior del escenario luzca como un cartel publicitario en la ruta, pero esto poco le importa a Ghery, que no teme exhibir el backstage de su escenografía. El aparente descuido de la retaguardia tiene su premio en los espectaculares reflejos que ofrece el frente, que además, al estar el escenario considerablemente hundido, parece visto desde el Great Lawn como si surgiera directamente del terreno, como un gigantesco animal embravecido hecho de metal. Esta preeminencia de la fachada es también una nota barroca indiscutible.



El complejo se completa con el BP Bridge, que cruza Columbus Drive en dirección hacia el lago, también de Frank Ghery, que retoma la estética planteada para el escenario. Ubicado del otro lado del Nichols Bridgeway, resultan inevitables las comparaciones, visto que pocas veces se pueden dar a un mismo problema, el puente, soluciones tan opuestas y al mismo tiempo ambas tan geniales.


A diferencia de la pieza de Piano, toda basada en una liviandad aérea, el puente de Ghery surge de la misma tierra con su piel de escamas plateadas, como el dorso de un improbable animal prehistórico. La rectitud insobornable del anterior es en este caso un alegre serpenteo que se asocia al cauce natural de un río que busca su final en el lago.


En este caso, además, la elección de la forma no responde solamente a una búsqueda formal, sino que atiende a cuestiones acústicas, ya que la intención del arquitecto fue crear una fuerte muralla que aislara el Jay Pritzker Pavillion del ruido de Columbus Drive.



Desde este lado de Columbus Drive, el parque retoma un aire tranquilo, más tradicional y también más anónimo. Se combinan áreas para el paseo y también infraestructuras deportivas. Volvemos ya con el final de la tarde en dirección de Michigan Ave., pasando por el borde norte del parque y escoltados a la izquierda por las altas torres que se ubican entre el parque y el río. Pero estas corresponden a otro día.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Opi
Que bien haber visitado Chicago!
Es una de las tantas ciudades que me queda en el tintero .

Gracias Opi por las fotos!
Mary Poppins

La herida de Paris dijo...

Para el caso de una viajera consumada como vos, Chicago es una falta grave. Pero ya habrá tiempo para remediarlo.
Las fotos son algunas de las 4.000 que sacó María (a ella entonces las gracias), yo me iba a ocupar de los textos, pero vengo muy atrasado. El fin de año, San Agustín y la pereza van ganando por ahora. Ya veremos si Miramar me inspira este verano.

Saludos y gracias por estar siempre.

Mary Poppins dijo...

Fijate escribi tres posts sobre paris
Uno mas abajo cuenta la vida de George Whitman se llama Angels in disguise

Viajar es mi talon de Aquiles, talon y pierna entera.
Por suerte viajar dentro de Europa es bastante accesible y las distancias irrisorias.

Que tengas unas hermosas vacaciones junto con tu Maria y tu flia toda

Mary poppins dijo...

Que bien hay texto!!
Me pongo a leerlo con mi cafe en un rato

Mary dijo...

Que mes viajaron? Hasta ahora el cielo de las fotos es de un lindo azul.
Que agradable se percibe ese paseo por el muelle

Ahora , muy interesante la torre de los discipulos de Mies ondulada (no recuerdo ahora el nombre , la de los 70 pisos) me gusta. A pesar de ser un elefante de vidrio y metal esa ondulacion le da tanta gracia y juego que se hace mucho mas liviana. Ademas se que es una ciudad con intensos vientos asi que supongo esta morfologia tendra algo que ver ... O es solo presuncion mia?
Olvidalo, volvi a releer y es correcto lo del viento

Sigo

Mary poppins dijo...

Ayayayay
Tengo tanto para decir...
Me gusto mucho esta forma de describir la obra de Piano, "parace mas para armar que para construir" o algo similar. Es intesante esa mirada. Hace unas semanas estuve en londres y vi su torre la Shard , la mas alta de Europa, aunque estando alli no lo parece.
Este edificio de Piano que desscribis cambia el giro de alturas del resto de los que lorodean. De hecho volvi a tus fotos varias veces y llamativamente bajo. Hermosos los ventanales y sus vistas y el puente. De ahi en mas me fascino todo lo que vi, incluyendo Ghery que se no es de tu favoritos , sin embargo a mi tambien me gusto y mucho y su puente, como la larga cola de un dinosaurio se arrastra sobre el cesped tan puro. Imagino esos reflejos plateados.
Con Marta Zatonyi recuerdo analizamos la ultima fuente , no puedo ahora retroceder desde mi ipad a ver el nombre, pero que parece una gran escultura plateada. Se puede entrar alli? Hay algo dentro? O me confundo con otra fuente o escultura similar en otra partedel mundo...?

Hasta ahora encantada con la ciudad y gracias Opi por compartir y por Maria por las fotos.

Mañana sigo dia 2

Anónimo dijo...

Ah volvi a leer lo de The Bean, es lo que describia marta zatonyi. La sensacion que producia al atravesar el gran objeto, fascinante.
Que interesante, Opi
Mary