sábado, 14 de junio de 2008

Todos estos años de gente

("La la la", Luis Alberto Spinetta)

En el extremo de la calle
la florista se emborracha con Legui
y la ciudad la mambea un instante
y la devuelve en su silla.

Todos estos años de gente,
todos estos años de gente.

Frente a los vidrios de un banco
un anciano desfallece sin nombre
los pordioseros lo reclaman
desde un pozo en el aire de Ezeiza.

Todos estos años de gente,
todos estos años de gente.

Hay un tinglado inconcluso
donde moran dos bolitas ilegales pero limpios
y entre las lluvias y los falcon
ya no viven ni adentro ni afuera.

Todos estos años de gente,
todos estos años de gente.



El tiempo es aritmética, simple sucesión de elementos idénticos. Cuando se lo enfrenta en su esencia, nos asalta una angustia irremediable. Lo que inquieta es la desnuda percepción de su fluir. Esa maldita gota que cae rítmica y que nos clausura el sueño. Quizás sea el comprender que estamos hechos irremediablemente de esa sustancia que no puede fijar nuestra conciencia. El futuro que todavía no es, el pasado que ya fue y el presente que no podemos asir, como señalara en forma temprana San Agustín. Mas tarde, Kant se aventurará sobre esta vía para sentenciar que el tiempo no sólo transcurre en nuestro interior, sino que sólo es como forma de nuestra sensibilidad.

Será por eso que para medirlo nos servimos a menudo del espacio. El lento transitar de las agujas nos regala la tranquilidad de todo mecanismo. Lo mismo el sol, reloj de un Universo que intuimos en buenas manos. Cuando el tiempo se vuelca en geometrías, se hace manejable. El espacio es una materia conquistable y el movimiento es también aliado nuestro. El tiempo que transcurre en un viaje se soporta mejor que el que se consume esperando en una esquina.


También el tiempo se puede contar sirviéndose de hombres que dividen la historia en edades. Cortarlo con eventos humanos siempre ha sido un recurso para establecer geografías que enfrenten su escurridiza inmaterialidad. Se clavan como estacas nacimientos, muertes o batallas; gobiernos, revoluciones y nuevos gobiernos peores que los que propiciaron aquellas asonadas. Sirve también contar a partir de los mundiales, en su siclo cuaternario, hecho de triunfos y desazones inolvidables.

Los años de gente sin embargo apuntan a dejar el tiempo en su estado primigenio.
No es un partirlo en sucesos notables, sino un percibirlo en su sucederse sin anécdotas. Un tiempo transitado por gente olvidada. Personajes urbanos que cruzamos a diario y que dibujan el tiempo en su discurrir cansino, desprovisto de accidentes. La florista, el anciano y los bolitas componen una trinidad de exiliados. Se encuentran a la intemperie en el silencio que adquieren los que nos saben sordos. Todos carecen de un lugar en donde estar y, arrojados al costado de todo territorio, se convierten en metáfora perfecta del tiempo. Desde allí nos cuestionan como los granos de arena que se amontonan antes de escurrirse por la hendija de vidrio.

Aprender a mirarlos es un camino tan arduo como adquirir la conciencia de Heráclito, que lloraba al pensar en el río que se escurría entre sus piernas. El tiempo no pasa solo, sino que arrastra en su corriente a la gente olvidada. No son sólo años, no son todos los años: el tiempo se encarna.

Son todos esos años de gente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó. Me en-can-tó.

La herida de Paris dijo...

Gracias!. Gr-a-ci-as.
¿Venís hoy?
Beso

El Cochinillo exquisito. dijo...

Una sutileza mas, y van ?????

Felicitaciones, sinceras felicitaciones.
Asi, capicua te lo digo.
Si se alinean los astros, habra que desordenarlos.

Me tome el atrevimiento de RECOMENDARTE en mi especie de blog.
Desde ya, lo hice sin pedir permiso.
Lo dijo Luis, "quien resistira cuando el arte...

La herida de Paris dijo...

Esa canción tiene también una frase memorable: "estás haciendo una cazuela de mi". Tremendo.
Gracias de las dobles felicitaciones y de la recomendación .
Saludos y bienvenido.