viernes, 2 de noviembre de 2007

Cumplir y cumplir

Las palabras suelen no tener un sentido unívoco. El lenguaje, a pesar de su ciclópeo esfuerzo, es siempre más corto que la realidad. Una herramienta fina, pero imperfecta. Esto se aplica al cumplir.

Hay un cumplir que se atiene a la regla. Es un cumplir amarrete que se contenta con haber hecho lo estrictamente acordado. Yo cumplí, quiere decir: hice lo que me correspondía, no menos, pero tampoco más. Es una actitud que suena vacía, y que siempre resultó molesta, no solo en estos días que corren, de flagrantes trasgresiones. También esta actitud levantó las más duras reprimendas del Señor. El Evangelio es, entre otras cosas, una dura y constante invectiva contra este apego hueco a la Ley. El sábado que impide el despliegue del Reino. El cumplimiento farisaico.

Hay otro cumplimiento, que llamaré para distinguirlo del primero y con toda intencionalidad en mayúscula: Cumplir. Este se refiere no a alcanzar la estricta medida, sino más bien a completar una tarea. Un Cumplir que es llevar a cumplimiento, un acabar, que no es terminar, sino llevar-a–cabo. Cumplir la Voluntad del Padre es, en este sentido, llevarla adelante hasta sus últimas consecuencias. La cruz. En este segundo sentido, el que Cumple la voluntad del Padre, es el que ama. Colma la medida.

Ahora bien, estas dos vertientes del cumplir se encuentran entre sí, no enfrentadas, sino en una relación de valor relativo. Medio y fin. El “cumplir” no se opone, sin más, al “Cumplir”. Ordenar estas vertientes es una tarea ardua y a veces sutil. El pecado, es bueno recordarlo, es siempre un des-orden. Probemos a ordenar.

El Cumplir “mayor” es causa final y da sentido al “menor” y a su vez extrae de este grandes beneficios. El Cumplir mayor se educa y se forma con la práctica del menor. El cumplir crea la virtud que, como decía certeramente Aristóteles, es el hábito de lo bueno. Desarraigar el grande del pequeño trae consecuencias nefastas: la laxitud de las costumbres, el relativismo de la conciencia y la pérdida de la condición de criaturas para pasar a dictarnos las leyes según nuestro parecer. El Cumplir sin el cumplir resulta, en definitiva, inviable.

Al revés. Si el cumplir que es causa eficiente, se adelanta al Cumplir, el resultado es bien diferente. El orden de los factores es, en este caso, letal. El pequeño cumplir ahoga al grande, le impide su desarrollo, obtura sus poros, reseca el alma. El excesivo apego al cumplir, que pierde de vista el Cumplir que le da sentido, termina matando a la Fe. Te convierte en un sepulcro, en el mejor de los casos, blanqueado.

El cumplir sirve al Cumplir. Ambos se necesitan como el fin necesita del medio, para concretarse, y como el medio necesita del fin, para que este tenga sentido.


(Buenos Aires, julio de 2006)

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