sábado, 10 de noviembre de 2007

Mundo disperso

("Silver sorgo", Luis Alberto Spinetta)

Una mancha más un pie dan una tierra, una tierra dorada.
Y un filo en tu esfera intocable dan un clon, es el clon de la nada.

Sólo prueba, prueba reunir el mundo disperso.
Sólo prueba, prueba reunirlo...

Las almas más las horas dan una vida que no puede quedarse.
Y un deseo más un amanecer pueden dar un igloo, y que a la vez sea cierto.

Y prueba, prueba reunir el mundo disperso.
Prueba, prueba reunirlo sin amor...

Nada por aquí, nada por allá.
Hoy se han marchado las sirenas.
Se han ido a las aguas, a las aguas imbebibles.
No veo la hora de salirme de aquí.
Tu tacto más la masa estelar dan, por fin, un teatro ilusorio.
Y un mago y la dulce grieta dan un sombrero en el que zambullirse.

Y prueba, prueba reunir el mundo disuelto.
Sólo prueba, prueba reunirlo sin amor...

Olvida mis heridas, piedras cerradas que se alejan para siempre...
Uno sumado a dos son seis, ya que mi dos es doble, y mi uno también.
Y la belleza más un tren que pasa dan, por fin, un testigo incierto.

Y prueba, prueba reunir el mundo disperso, sólo prueba, prueba reunir el mundo disuelto, sólo prueba prueba reunirlo, sólo prueba, intenta...



Con dureza alemana, Heidegger define como una estructura ineludible del hombre su ser-yecto, es decir arrojado a la existencia dentro del entorno más o menos hostil que lo rodea, llamado mundo. Platón explicó al joven Fedro cómo el hombre había caído en el mundo fruto de su torpeza al guiar su carro-alma en el cortejo de los dioses. Un accidente fatal descrito sin ahorrar detalles de violencia. Con mayor dulzura, la fe enseña que el hombre ha sido llamado a la vida por un Dios que lo ama, y esto ayuda. Pero su soberbia lo empujó hacia la roja manzana y en esa mordida imprudente el paraíso se hizo añicos. Arrojados, caídos, o llamados, el hecho es que aquí estamos, Hombre y Mundo, luchando desde siempre por entendernos, a veces amigos distantes; otras, enemigos íntimos, nunca del todo indiferentes. Es que el mundo se presenta, hoy parece más que nunca, fragmentado a nuestra mirada, partido a nuestra débil capacidad de interpretarlo, en definitiva, disperso, como proclama el poeta. La realidad está replicada hasta el hartazgo y ha perdido consistencia detrás de las pantallas donde se esconde, reflejada. ¿Dónde ocurre lo que pasa? ¿Dónde se juega la partida? ¿Dónde se combate la guerra? Como un rogel de infinitas capas no acertamos a descubrir lo que esconde la realidad-real, quizás por que ya no exista.

Ante este fugitivo presentarse de la realidad quedan dos caminos. O bien perderse entre sus vericuetos, disolviéndonos en el vario espectáculo de luces disonantes y en un zapping frenético dispersarnos con ella. O emprender la tarea, fatigosa y ardua, que comienza en cada despertar, cada mañana. El ambicioso intento de probar a reunirlo. Destino de cartonero que escarba en un mundo hecho de desechos. Un camino que nunca podrá ir más allá del ensayo y que no nos llevará más lejos que la hipótesis, pero que se presenta, a pesar de su temprano anunciado fracaso, como el único transitable para un vivir digno de ser llamado humano.

Nuestros intentos, es bueno saberlo, nada obtendrán parecido a las certezas matemáticas ni a las supuestas tranquilidades de la ciencia y de la técnica. Los sueños cartesianos duermen el sueño de los muertos. Nuestro reunir será siempre una sumatoria llena de acasos y sorpresas, como las que aquí se proponen. Igloos en la somnolienta mañana, esferas filosas, sirenas ausentes, trenes que pasan y nos miran, estrellas que se tocan con la mano. El arrojado zambullirse en el sombrero de un mago. La sensación de estar de paso, de no poder quedarse, nuestro propio valor que altera los números y disloca las cuentas. Un preguntar infatigable dispuesto a respuestas que no sean más que la ampliación de nuestra inquisitoria. El que busque reunir el mundo, llevando en su caja de herramientas solo las leyes de la lógica, lamento anunciarle un andar de derrotas. El mundo no se deja conducir entre los estrechos pasadizos del entendimiento humano. Debemos tener la osadía de las sumas imposibles y la alegría de los resultados sorprendentes que ellas nos arrojen.

Aquí estamos, felizmente llamados por un Padre, prepotentemente arrojados por un tirano, caídos por nuestra propia impericia de cocheros improvisados. No sabemos de antemano el rostro que arrojará el mosaico, pero si conocemos, al menos, el pegamento con el que podemos colocar uno junto al otro los fragmentos dispersos: El amor. El dulce de leche que hace posible la torta y que permanece escondido bajo el níveo merengue esperando que el cuchillo lo delate.

Un solo consejo nos entrega esta poesía. Aún más estéril que no intentar reunir el mundo es intentar hacerlo sin amor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En realidad no es un comentario, es un agradecimiento a ti, un hola al alma sensible e inquieta que llevas y compartes. Curiosa dicha encontrar tu página, escucharte en este día de luz deshilachada e incierta llegando como dijo Pablo, con un ramo de agua secreta y verdades sumergidas. Saludos amigo y gracias.

La herida de Paris dijo...

Alegría compartida, tu comentario me llevó dos años y medio para atrás, y tuve que volver a leer lo que ni siquiera recordaba de haber alguna vez escrito.

Gracias.