martes, 9 de octubre de 2007

Brunelleschi y la Florencia del '400

INTRODUCCIÓN
El arte siempre representa la historia, de modo que observando una pintura, una escultura, o un edificio podemos descubrir muchos datos sobre el tiempo en que fueron realizados; fundamentalmente datos profundos sobre la idea que tenía del mundo la sociedad que junto al artista produjo dicha obra.
De todas las artes, es la Arquitectura la que más información nos trae acerca de la Historia, porque incorpora al Arte contenidos de tipo social, económico y de uso que la hacen más explícita que las restantes artes figurativas.
Si pasamos una rápida mirada por la Arquitectura a lo largo de los siglos, veremos que se distinguen, en Occidente, tres grandes períodos al final de los cuales la inercia de la historia parece detenerse.
Es sabido cómo los romanos tomaron el lenguaje de los griegos, iniciadores de la cultura occidental, aunque cambiando radicalmente su sentido. Luego, los primeros cristianos también se basaron en los romanos para construir sus primeras iglesias, las basílicas, que eran edificios romanos a los cuales los cristianos –necesitados de una direccionalidad que representara el camino del fiel al encuentro con Dios en el altar– les eliminan uno de los ábsides.
El centro de la historia se desplaza hacia el norte y las alegres columnatas paleocristianas se dividen con fuertes pilastros, dando origen al poderoso estilo románico, representativo de épocas duras.
Por último, caerán los pesados muros románicos y el arte comenzará el camino hacia las alturas y hacia la luz, que caracterizan el gótico.
Como podemos observar, a pesar de la disparidad entre el punto de partida (los griegos) y el de llegada (el gótico), existe una fuerte continuidad en cada uno de los estilos.
La caída del Imperio, que la historia propiamente dicha ubica con cierta arbitrariedad en el 476 aC y que divide la edad antigua de la media, no existe como punto de quiebre. Observando la historia con detenimiento, veremos que la caída del Imperio Romano no es un hecho puntual, sino que es un lento y complejo proceso de transformación, tal como nos lo relata la Arquitectura.
El segundo de estos períodos arranca en el Renacimiento y, pasando por el manierismo, el barroco, el clacisismo francés, el neoclasicismo y los distintos eclecticismos románticos, nos trae hasta el siglo pasado, donde se detiene para zarpar nuevamente con los vientos de la modernidad hacia un destino todavía incierto.
Como se podrá imaginar, los puntos de inflexión son, en este trazado rápido de la historia que hemos esbozado, de un interés singular y de suma complejidad. Es en uno de estos momentos en el que los invito a internarse esta noche, para hacer un poco de luz y para descubrir allí a una de las figuras más extraordinarias de la historia, Messer Filippo Brunelleschi, o simplemente "Pippo", como lo llamaban sus contemporáneos.


FIRENZE
Intentar comprender por qué el motor de la historia se detiene después de tan larga marcha, iniciada en Grecia, explicar por qué se origina el Renacimiento, es una tarea difícil, pero aun lo es más explicarlo en los 15 minutos apenas de que dispongo. Sin embargo, no nos desanimemos, ya que es de gran ayuda que dicho "motor" se detiene en un punto preciso del globo.
Si comenzamos a trazar las respuestas al interrogante ¿por qué el Renacimiento? veremos que las respuestas pasan todas por un mismo punto, como los rayos de una bicicleta, y ese punto es Florencia.
De este modo la pregunta ¿por qué el Renacimiento? puede ser reemplazada por otra, de igual valor, con una operación digna de un matemático: ¿por qué Florencia?
Supongamos que la cultura clásica se asemeje a un grande y caudaloso río que baja desde Grecia para transformarse, en Roma, en un mar que se extiende hacia todo el mundo conocido, para luego comenzar lentamente a retirarse. En un determinado momento es tanto el repliegue que parece desaparecer. Sin embargo, la Iglesia Católica, a través de sus monasterios, se encargó de preservar esas aguas. Digamos que convierte esas aguas en un río subterráneo, con la esperanza de que se den las condiciones para que resurjan.
Ya sabemos que las condiciones para ese resurgimiento se dieron en Florencia, alrededor del año 1400. Comprender por qué allí y no en otro lado es comprender el por qué del Renacimiento. A primera vista, Florencia posee tres requisitos interesantes para llenar esta candidatura.
1) En primer lugar, era una ciudad de gran apertura, lo cual sabemos que es necesario para cualquier cambio. Fundada en el 59 aC sobre una de los mayores vías de acceso a Roma, la "Via Cassia", se componía de un centro cerrado por murallas, bastante pequeño, y de un gran suburbio, compuesto de extranjeros, mercaderes, gente de paso, "material aluvional".
El núcleo era permeable e iba recibiendo los cambios desde la periferia, creando en la ciudad un espíritu abierto, que fue una de sus fortunas. Pongamos como ejemplo la evangelización de Florencia, que comenzó como siempre en la periferia donde surgieron las primeras iglesias de la nueva fe, traída seguramente por mercaderes mediorientales. El centro observaba con curiosidad, permaneciendo pagano al nuevo fenómeno que se expandía con rapidez y hasta ser finalmente ganado a la Fe por Sant'Ambrogio, que era un extranjero. Lo mismo ocurrirá siglos más tarde con la reforma de la Iglesia, llevada adelante por dominicos y franciscanos, quienes se instalaron fuera de los muros, en S. Maria Novella y Santa Croce, y desde allí iniciaron su acción renovadora.
En segundo término, la importancia de Florencia se debió al factor económico, que siempre es un interesante combustible para los cambios. El nuevo mercantilismo y la organización de las artes dieron a Florencia ese perfil tan definido dentro del medioevo.
El primer elemento que hizo construir a Florencia una red de operadores económicos que se extendió hasta los más remotos confines del globo conocido es un factor también de apertura aunque en sentido opuesto al comentado antes. Era tal la extensión de este fenómeno que llevó a decir a Bonifacio VIII, al asumir su pontificado, que los florentinos eran el quinto elemento de la naturaleza junto a la tierra, el aire, el agua y el fuego, pues todos los embajadores que componían el cuerpo diplomático en Roma eran florentinos, que se ganaban a tal punto la confianza de sus anfitriones que estos los nombraban embajadores para que representaran sus intereses ante otros estados.
2) El segundo elemento nombrado en este punto se refiere a la organización de las artes, no solo como división de los trabajadores, sino como sustento de la República. Es asombroso cómo durante todo el '300 se intentaron tanta variedad de soluciones para componer el gobierno de la República, que terminó luego en manos de la oligarquía Medicea.
3) La tercera explicación al fenómeno Florencia se debe a su desempeño político durante los siglos que anteceden al Renacimiento. Después de la aventura de Carlomagno, que intentó unificar poder temporal y espiritual en el Sacro Imperio Romano Germánico, se desató la inevitable lucha entre estos dos poderes, que a pesar de los denodados esfuerzos que ha hecho el hombre a lo largo de la historia, se demuestran siempre inconciliables.
En Florencia y la Toscana es donde esta lucha se hizo más patente, tomando la forma de lucha partidaria entre "guelfos", defensores del Papado, y "ghibellinos", que estaban de la parte del emperador. Esta lucha, por momentos encarnizada, fue mucho más allá de fracciones políticas, pues encarnaba modos de vida opuestos. El triunfo final del guelfismo consolidó la República, que fue el marco de libertad que necesitaba el Renacimiento.
Agreguemos a estos tres factores citados una cierta proximidad con Roma, que era la fuente del mundo clásico. Firenze se consideraba a fines del '300 "la nueva Roma" (Coluccio Salutati), y veremos como pocas otras ciudades del medioevo reunían condiciones tan favorables para producir el nacimiento de una nueva cultura, más que el Renacimiento de la Antigua.
Siempre, en todos los hechos históricos, como en las personas que los producen, hay algo de inexplicable, o de indefinible, y esta no es la excepción. Se trata del carácter especial del pueblo florentino, amante de la precisión, de la claridad, de la sencillez, algo que podríamos definir como vocación por el plano, por la superficie y que podemos más que definir admirar en S. Miniato, en el Batisterio y en otros ejemplos que, aun siendo de algunos siglos anteriores al Renacimiento, explican lo inexplicable.
Esta tradición propia de los florentinos se manifiesta en la definitiva incomprensión por el gótico que se plasma en S. Maria del Fiore.
Toda esta suma de causas concurrentes son las que explican el Renacimiento. Sin embargo, aún falta referirnos a las personas que operaron esta radical modificación, que tradujeron todo esto en arte, en obras, para que quedaran como testimonio para sus contemporáneos y para que nosotros podamos leerlas hoy y reflexionar sobre su significado.


EL ENTORNO CULTURAL
Se puede decir sin temor a exagerar que el Renacimiento es obra de tres hombres, uno para cada una de las artes figurativas.
Massaccio en pintura, Donatello en escultura y Brunelleschi en arquitectura. El primero murió muy joven, dejando en la Capella Brancacci el testimonio de su arte; Donatello y Brunelleschi estuvieron unidos toda su vida por una amistad entrañable y se puede decir, en este caso, más que fecunda.
Entre estos tres personajes y un reducido grupo de otros artistas, literatos y científicos de la época, como Paolo Toscanelli, Leonardo Bruni, Martelli, Coluccio Salutati, etc., se produjo un intercambio de ideas que permitió el nacimiento de esta nueva forma de expresión que se basa en dos ideas fundamentales.
La primera es la liberación de la organización que imponían las "artes" o sindicatos de entonces. Los artistas en el medioevo venían agrupados dentro de las mismas, al igual que los artesanos, lo que implicaba una concepción colectivista de su trabajo, en contraposición con la concepción individualista que es típica del Renacimiento y que arranca precisamente con Brunelleschi y sus contemporáneos.
La segunda se refiere a la búsqueda en la Antigüedad clásica de los modelos que pudieran expresar mejor el modo de pensar de la época. Esta elección no es solo de tipo formal, en el sentido de que lo clásico representaba ideales de simpleza, claridad, precisión, sino también de una afirmación del propio sentimiento local. El "murare romano" o construir a la romana contra el "murare tedesco", que hace referencia al estilo gótico, en definitiva, extranjero y bárbaro. La terminante predilección por el primero es también consecuencia del triunfo de los guelfos, partidarios de la romanidad y de la república.


BRUNELLESCHI
Brunelleschi es un personaje de una tal trascendencia que, más allá de su persona, es importante la consideración que tuvieron de ella sus contemporáneos y sus sucesores, que es totalmente diferente, lo que no quiere decir contrapuesta, sino que unos y otros realzaron distintos aspectos de su personalidad. Sus contemporáneos realzaron al Brunelleschi en su faz técnica.
Poco sabemos de su infancia. Nacido en 1377, hijo de un funcionario, encargado de contratar soldados y generales para las continuas guerras de la República. Por esta razón con frecuencia su padre debía cumplir misiones en el extranjero y Filippo lo acompañaba en alguna de ellas.
A los 21 años se inscribió en el "Arte della seta" como “orafo”, oficio en el cual cuatro años más tarde demostró su capacidad, en ocasión de un concurso para la construcción de las puertas del Batisterio, que fue ganado finalmente por Lorenzo Ghiberti.
En estos años de aprendizaje fue tomando contacto con la materia, no solo con el bronce, sino también con la madera, con la que realiza el crucifijo de S. Maria Novella; construyó mecanismos de relojería, todas obras en las que pone de manifiesto su maestría y capacidad inventiva.
Para obtener el reconocimiento de los suyos debió esperar hasta 1418, año en el cual triunfó en el concurso de la cúpula, sin duda el encargo más significativo de toda la región y de su vida.
Consiguió imponer su criterio de realizar la cúpula sin estructura de sostén provisoria en madera, como se realizaban las bóvedas en el gótico, realizándola "a la romana". Además, diseñó todos los elementos para el movimiento de materiales y andamios especiales, que permitieron que la obra se llevara a cabo con poquísimos accidentes para la época. De esta manera consiguió frente a sus contemporáneos un prestigio incontrastado en toda la región y fuera de sus límites. Tal es así que lo encontraremos a lo largo de su vida, al igual que lo hiciera su padre, continuamente en viaje por la Toscana, Lombardia y Romania, para resolver cuestiones que van desde la ingeniería militar hasta la hidráulica.
El Brunelleschi iniciador de un nuevo estilo, en cambio, es sobre todo reconocido por sus seguidores, en especial por Alberti, que fue -por decirlo de algún modo- el gran teórico de Brunelleschi.
Antes de la cuestión de la cúpula, Brunelleschi realizó un viaje a Roma en compañía de su inseparable Donatello, donde tomó contacto con la Antigüedad. En este viaje investigó los problemas técnicos de las cúpulas en las que, empezando por el Pantheon, los romanos eran maestros y también tomó contacto con la lengua de los antiguos. Capiteles, arquitraves, bases, fustes, etc. fueron observados y prolijamente relevados por los dos jóvenes.
Escuchando el relato que el Vasari hace de esta experiencia, podemos imaginar la emoción de estos jóvenes que se olvidaban hasta de comer y andaban vestidos con harapos entre las ruinas, tanto que los romanos los tomaron por buscadores de tesoros. En cierta medida lo eran: entre las ruinas encontraban las nuevas palabras con las que habrían de expresarse en el futuro.
Esta primera aproximación a la Antigüedad hecha en caliente, con emoción, es la que luego vendrá codificada por los teóricos Alberti, Palladio, y transformará la imitación ideológica en tipológica y gramatical.
Por último, nos queda una tercera valoración del Brunelleschi que influencia, en un modo que podríamos llamar subconsciente, a contemporáneos y futuros. Se trata de sus investigaciones en el campo de la perspectiva.
El método que pone a punto Brunelleschi tiene una influencia muy reducida en su época, debido a la complejidad que tenía su actuación. Sin embargo, permite al hombre saber que puede controlar el espacio en modo científico matemático y esto tiene un significado profundo. El hombre del Renacimiento domina, conoce, mide lo que está a su alrededor y no se encuentra más desprotejido ante la realidad, como su antecesor medioevo. Para él, Dios no se representa más a través de la inmensidad del gótico, que impone, sino a través de la perfección de las formas y de los números, que el hombre ahora conoce y a través de los cuales puede expresar la perfección del creador.
Este es el personaje que deja todas las líneas abiertas a la posteridad, para que caminemos por el camino que él ha trazado y nos deja también sus obras, para que nosotros descubramos su pensamiento y el de los que lo acompañaron en la tarea de poner la historia nuevamente en marcha.


CONCLUSIÓN
Me he preguntado siempre y también en estos meses mientras preparaba esta exposición, por qué más allá de todo lo dicho esta arquitectura nos emociona tanto, tanto como a Bernini que lo llevó a decir de Santo Spirito “è la chiesa piú bella del mondo”, frase dictada más por la emoción que por la razón. Tanto Bernini como nosotros vivimos en épocas donde predominan los aspectos formales, sin ser esto peyorativo, y somos hijos de nuestra época, limitados a esta realidad que nos viene.
Por eso nos conmueve una visión del mundo tan opuesta a esta, como nos conmueve el movimiento moderno. Es emocionante pensar que en ciertas épocas de la historia los hombres pensaron que podían mejorar el mundo, cambiarlo radicalmente.
No es importante saber si lo lograron o no. Sí lo es saber que alguna vez pensaron que era posible.


(Conferencia en la Dante Alighieri de Buenos Aires, 1994)

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